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Por qué estoy hasta las narices de Fernando Trueba (y no es por lo que piensas)
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Carlos Prieto

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Por qué estoy hasta las narices de Fernando Trueba (y no es por lo que piensas)

La polémica que rodea al cineasta se ha convertido en el chollo (y en la pesadilla) de las secciones de cultura de los periódicos

Foto: Fernando Trueba en su casa. (EFE/EC)
Fernando Trueba en su casa. (EFE/EC)

El psicodrama Fernando Trueba empezó hace 14 meses en el Festival de San Sebastián: un 19 de septiembre de 2015, sábado, a la hora del vermú, cuando el director recibió el Premio Nacional de Cinematografía a manos de Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Cultura. Era el típico acto institucional que uno cubre por si acaso, más pendiente de lo que tiene que hacer luego en el trasiego festivalero —ver una película, hacer dos entrevistas, ir a una rueda de prensa— que del sarao en sí.

Pero, ¡ay!, fue abrir la boca Trueba y pasar aquello de acto rutinario a Defcon 1 periodístico. Ahí estaba yo, escribiendo una crónica a toda castaña en el móvil, mientras el cineasta iba soltando perla tras perla delante de las narices del estupefacto ministro: que si nunca se había sentido español, que si en caso de guerra iría con Francia, que si la abuela fuma… Un auténtico festival del humor progre. Acabada la 'performance', rematé la crónica y le envié un mensaje por Whatsapp al jefe de fin de semana del periódico: "Lo de Trueba sería para subir ahora, que la ha liado delante del ministro". Me contestó 'ipso facto': "Voy".

En efecto, el truebazo acababa de dinamitar cualquier tipo de planificación. ¡Era la guerra! y el ¡paren rotativas! Lo chocante es que el cineasta no parecía ser consciente del todo de que la acababa de liar parda...

Foto: El director de cine Fernando Trueba. (EFE)
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Piquito de oro

Pasé el resto del festival pendiente de si el cineasta volvía a deleitarnos con su verbo florido. Piquito de oro habló 48 horas después: "Solo quería hacer un discurso divertido que no fuera conflictivo". Con tan mala suerte (para mí) que sus palabras coincidieron con la muerte de la agente literaria Carmen Balcells, generando un loco pico de noticias culturales... y un holocausto neuronal en mi cabeza. Perpetré varios artículos seguidos en unas horas: sobre Fernando Trueba, sobre Carmen Balcells, sobre, ejem, ese indescriptible 'militar' norcoreano llamado Alejandro Cao, que andaba por Donosti disfrazado de general. ¡Y también dos huevos duros!

Empezaba a estar saturadísimo del caso Trueba, pero tuve que escribir otro artículo (de opinión), visto que el interés informativo no decaía: la crónica del truebazo acabaría 2015 como la séptima noticia cultural más leída del año… La locura, en efecto, pero al menos la trifulca ya no podía dar más de sí...

La salida del infierno de tener que escribir sin parar sobre la tibia españolidad del director estaba cada vez más cerca. O no.

Cinco semanas después, la matraca revivió en la Seminci de Valladolid. 22.000 personas instigadas por la plataforma Hazte oír firmaron una petición para que la muestra no entregara su Espiga de Honor a Trueba, lo que generó una nueva oleada de artículos y entrevistas. "Quiero vivir en un país en el que pueda hablar sin medir mis palabras", dijo el director a un compañero de El Confidencial, en lo que parecía —ahora ya en serio— el ocaso de la polémica.

Pero la fatalidad quiso que Fernando Trueba estrenara nuevo filme en noviembre de 2016: 'La reina de España'… En estos tiempos vertiginosos en los que la mayoría de las controversias digitales duran 48 horas —hasta que son trituradas por nuevos y futiles choques entre progres y conservadores aún más histriónicos— el truebazo iba a comenzar una nueva vida 14 meses después, cuando unos ciudadanos extremadamente cabreados llamaron al boicot de 'La reina de España' en redes sociales. El boicot digital pasó sin pena ni gloria, así que el caso parecía al fin muerto y enterrado. La salida del infierno de tener que escribir sin parar sobre la errática españolidad de Trueba estaba cada vez más cerca. O no...

El gran subidón

Cuando el pasado lunes una compañera escribió la que debía ser nuestra última noticia sobre Trueba en unos meses —sobre el castañazo de 'La reina de España' en taquilla— aposté a que no se leería demasiado: “Este asunto está ya más allá del achicharramiento”, le dije a mi redactor jefe... Sí, soy un lince. Una vez más había confundido mis deseos con la realidad...

Era la hora de vengarse del titiritero apátrida divulgando su pinchazo en taquilla por tierra, mar y aire

Nada más chutar la noticia vimos con estupor como subía, y subía y subía, hasta convertirse en la más vista del periódico… ¡y en la más leída de la sección de cultura en todo el mes de noviembre!

Había calculado mal los ingentes niveles de malestar y resentimiento hacia Fernando Trueba incubados durante meses. Ni perdonaban ni olvidaban. Era la hora de vengarse del titiritero apátrida divulgando su pinchazo en taquilla por tierra, mar y aire.

Ya era oficial: estábamos atrapados en un bucle absurdo del que era imposible escapar. ¡Socorro!

El psicodrama Fernando Trueba empezó hace 14 meses en el Festival de San Sebastián: un 19 de septiembre de 2015, sábado, a la hora del vermú, cuando el director recibió el Premio Nacional de Cinematografía a manos de Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Cultura. Era el típico acto institucional que uno cubre por si acaso, más pendiente de lo que tiene que hacer luego en el trasiego festivalero —ver una película, hacer dos entrevistas, ir a una rueda de prensa— que del sarao en sí.