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Riquelme, un grande que el Barça maltrató
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José Manuel García

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Riquelme, un grande que el Barça maltrató

Uno de los grandes talentos de los últimos 20 años se ha bajado del autobús. Con una media sonrisa arrabalera Riquelme dijo ‘chau’ a su amiga de siempre, la pelota...

Foto: Riquelme, durante un partido con Boca Juniors (EFE)
Riquelme, durante un partido con Boca Juniors (EFE)

Estos días, de sopetón, Juan Román Riquelme, uno de los grandes talentos que ha dado el fútbol argentino y mundial en los últimos 20 años, se ha bajado del autobús, colgó las botas y con una media sonrisa arrabalera dirigida a su amiga de siempre, la pelota, dijo ‘chau’. Deja el fútbol un grande de grandes. Alguien que pasó por España con un extraño sabor a fracaso: jugó en el Barcelona y el Barça lo maltrató.

Riquelme, Román para los suyos, fichó por el Barcelona (costó 11 millones de euros) ayudado por los impulsos megalómanos de Joan Gaspart, harto del Real Madrid galáctico, y contra el criterio de Louis van Gaal, que no quería al rey de los pisadores de balón; el holandés ansiaba otra cosa. Román llegó al Camp Nou y se topó de bruces con el entrecejo del holandés, que no le perdonó una. Van Gaal quería que el Vivaldi de Don Torcuato tocara rock duro con la guitarra eléctrica y le ganara en la carrera a Luis Enrique. Por ahí comenzó Riquelme a saber que la distancia entre el Camp Nou y su querida Bombonera era sideral, que aquel Barça olía a desastre y su fútbol caminaba sobre una navaja afilada.

Aquel Barça se daba trompicones con una cama y parecía un concierto de grillos. El ‘diez’de siempre tenía que jugar por la banda, apuntarse a un curso de fontanero y seguir como alma que lleva el diablo al adversario de turno. Correr, correr, correr... Román recibía exabruptos desde el banquillo y solo disfrutaba al fútbol jugando con los chicos del B que solían aparecer en el primer equipo. Allí conoció a un chaval paliducho con flequillo desigual, un tal Andresito Iniesta que miraba mucho y le devolvía balones con perfume mágico. Román quería jugar, hacer lo que mejor sabe: un toque arriba, dos toques abajo, pisarla por allí, ponerla por allá. Él pensaba que el fútbol era un invento maravilloso y no una pesadilla trapera llena de voces. Con Van Gaal se dio de bruces el talento de Riquelme.

La primavera de 2003, ya sin Van Gaal, le dejó unas cuantas espinas. Radomir Antic, el sustituto, tampoco interpretó la melodía de Román y su fútbol de fina estampa. Una temporada duró Riquelme en el Barça, que marchó a Vila-real por la vía de urgencia. Rijkaard, el nuevo técnico azulgrana, holandés, sí tenía mando en plaza y ordenó lapidar futbolísticamente al talento argentino, que agarró sus bártulos y viajó a la costa levantina. En el Villarreal, Román recuperó su maltrecho fútbol. Jugó cuatro temporadas, y en ese tiempo el submarino amarillo tocó teclas muy altas… Hasta que una noche, en medio de los sueños, el mago falló un penalti decisivo. Luego llegaron más pesadillas, aunque en realidad todo quedó en un montaje en clave de dinero: cuatro millones netos por temporada, un sueldo que el Villarreal no podía encarar sin Champions.

El Real Madrid, mucho antes que el Barcelona, olisqueó las graderías de La Bombonera y se interesó por las maneras y precio del talentoso ‘10’, sobre todo después del revolcón que sufrió en la final de la Copa del mundo de clubes de 2000, cuando una asistencia de Riquelme desde 50 metros dejó a Palermo el encargo de asestar la puntilla a los blancos. En aquel tiempo el cuadro de Florentino Pérez andaba en otros asuntos y el Real Madrid, según confesó Marcos Franchi, su representante, “nunca fue de verdad a por Román”. Y eso que el primer equipo de sus preferencias siempre fue el blanco. Por cierto, Zinedine Zidane, su admirado adversario, recordó en los últimos días una anécdota desde las redes sociales: “En mi último partido con Madrid cambié la camiseta con Riquelme. Un gran número 10 #GraciasRoman”.

Muchos grandes jugadores han recordado a Román en estos días. Diego Forlán, que coincidió con él en el Villarreal: “#GraciasRoman por tanto fútbol. Rival, compañero y, sobre todo, amigo”. El Mono Montoya fue campeón con Román. Esto dice de él: “Se va uno de los mejores jugadores que he visto, deja de jugar el dueño de la pelota. Se retira Juan Román Riquelme”. Otro futbolista mágico como Diego Latorre dijo esto: “Riquelme se retira. Que la vida le reintegre toda la felicidad que nos dio a los amantes del fútbol”.

Un tipo que le plantó cara a Maradona, ídolo de Boca, en la misma Bombonera. Un diez de dieces. Un genio que no pestañea y dice: “Antes de patear un penal beso la pelota. Mi hermano me pregunta por qué, es porque cada vez la tratamos peor”. Román Riquelme, el mago de Don Torcuato, ese genio tan diferente a los genios.

Estos días, de sopetón, Juan Román Riquelme, uno de los grandes talentos que ha dado el fútbol argentino y mundial en los últimos 20 años, se ha bajado del autobús, colgó las botas y con una media sonrisa arrabalera dirigida a su amiga de siempre, la pelota, dijo ‘chau’. Deja el fútbol un grande de grandes. Alguien que pasó por España con un extraño sabor a fracaso: jugó en el Barcelona y el Barça lo maltrató.

Florentino Pérez
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