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Andy Murray quiere tirar la puerta
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Álvaro Rama

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Andy Murray quiere tirar la puerta

¿Cuál es el techo de Andy Murray? ¿Estamos ante el siguiente número 1 mundial? La distancia con Novak Djokovic sigue siendo importante hoy en día

Foto: Andy Murray agarra con fuerza el trofeo que le acredita como ganador de Wimbledon 2016 (EFE)
Andy Murray agarra con fuerza el trofeo que le acredita como ganador de Wimbledon 2016 (EFE)

El grito sobre la Centre Court de Londres fue algo más que la consecución de un título para Andy Murray. Palabras mayores hablando de una segunda corona de Wimbledon para un jugador británico. El tenista de Dunblane saboreó la corona como una reafirmación personal, lejos de la losa psicológica que experimentó al triunfar por primera vez en el All England Tennis Club, saciando una sed de 77 años en las islas desde el último varón local capaz de abrazar la copa. Ahora, madurado como número 2 mundial y con el tercer título de Grand Slam a la espalda, Murray ha tomado el testigo para sí mismo, habiendo probado que la presión es un compañero de viaje más que aceptado hasta en el epicentro más grande de todos: la expectativa de Gran Bretaña.

¿Hablamos del mejor deportista británico de siempre? ¿Cuál es el techo de Andy? ¿Estamos ante el siguiente número 1 mundial? Lejos de aflojar los grilletes sobre su figura, como si ningún logro fuera suficiente para calmar el hambre, el aparato mediático ya resonaba sobre Andy con la copa todavía caliente. Una vez enterrado el fantasma sobre la hierba de Londres, la prensa nacional ya buscaba nuevos horizontes para su auténtico líder. Incluso le llegaron a calificar como “última esperanza de la sociedad británica” tras los movimientos políticos ocurridos recientemente en las islas. En un plano más terrenal, Murray concedió estar compitiendo en una era donde conviven tres de los mejores tenistas de todos los tiempos (en referencia a Novak Djokovic, Roger Federer y Rafael Nadal). Un grupo de jugadores que han constreñido su palmarés sobremanera (entre los tenistas con al menos 10 finales de Grand Slam -lleva 11- ninguno ganó tan poco como Andy (3).

Lo mejor está por llegar

El escocés, el único jugador que ha logrado desafiar a varios miembros de este grupo en 2016 (ha batido al serbio y al español, no se ha enfrentado con el suizo) tiene bajo su ala una seguridad al alcance de muy pocos: puede batir a cualquiera, en cualquier superficie y en cualquier momento.

Uno de los representantes más nítidos de una manera de entender el juego. La contención como pilar de una partida de ajedrez. Una encomiable destreza para la devolución, una suerte de habilidad majestuosa en una época donde los golpes cada vez generan mayor velocidad en las pelotas y donde, en consecuencia, la capacidad de reacción y la resistencia física para aguantar el ritmo son bases maestras. Así lo demostró en la final ante Milos Raonic, al que ni siquiera el segundo servicio más potente en la historia de Wimbledon (un bombazo a 236km/h) le permitió desarbolar el juego de devolución del escocés, un jugador que va camino de alcanzar la plenitud competitiva. “Espero que mis mejores años estén por delante”, aseguró con la adrenalina todavía recorriendo su cuerpo. Todo un mensaje de ambición recién coronado, una actitud de mirada a largo plazo.

Porque Andy pasa por ser un jugador curtido en cada ámbito. Con la operación de espalda ya superada y la plenitud física sobre la mesa, un mensaje evidente: ¿puede haber alguien más hambriento que quien ha estado esperando su momento? De hecho, hablamos del único jugador capaz de disputar las finales de los tres Grand Slams esta temporada, una prueba de regularidad total. De un hombre con peso creciente en el circuito y una demostración de autoridad casi permanente. El paso de controlar la tierra batida (hasta el año anterior no contaba títulos y ahora la final de Roland Garros queda fresca), mantener el dominio sobre la hierba (no ha perdido un partido en todo 2016) y seguir siendo uno de los referentes sobre pistas duras, (el suelo predominante en el circuito), el británico va camino de ser un jugador total.

La importancia de Ivan Lendl

Con el añadido más grande de todos: el regreso de Ivan Lendl al banquillo. El hombre que pilotó los pasos de Andy hasta romper la barrera de los Grand Slams. Ésa será precisamente una de las grandes incógnitas de cara al segundo tramo de la temporada. ¿Es la figura del checo un elemento permanente en su esquema? ¿Puede un hombre que abandonó el equipo por no querer convivir a tiempo completo en el circuito ser un engranaje a largo plazo para el escocés? ¿Es casualidad que los tres Grand Slams que haya ganado el de Dunblane hayan tenido a la figura del recio ex jugador a su lado? De permanecer en su banquillo, ¿puede Andy Murray llegar a desafiar a Novak Djokovic en la cima del circuito? La distancia es todavía enorme.

La apuesta del escocés, no obstante, es cristalina: “voy a buscar mi momento”. El aviso de Wimbledon, pese a ganar el título sin enfrentar a ningún rival del conocido como Big4, ya está dado.

El grito sobre la Centre Court de Londres fue algo más que la consecución de un título para Andy Murray. Palabras mayores hablando de una segunda corona de Wimbledon para un jugador británico. El tenista de Dunblane saboreó la corona como una reafirmación personal, lejos de la losa psicológica que experimentó al triunfar por primera vez en el All England Tennis Club, saciando una sed de 77 años en las islas desde el último varón local capaz de abrazar la copa. Ahora, madurado como número 2 mundial y con el tercer título de Grand Slam a la espalda, Murray ha tomado el testigo para sí mismo, habiendo probado que la presión es un compañero de viaje más que aceptado hasta en el epicentro más grande de todos: la expectativa de Gran Bretaña.

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