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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El principal problema de España

Cuando comencé a escribir en este medio se pensaba que un post de más de ochocientas palabras no lo iba a leer nadie. A veces sobrepaso

Cuando comencé a escribir en este medio se pensaba que un post de más de ochocientas palabras no lo iba a leer nadie. A veces sobrepaso las dos mil y alguno todavía se pasa de visita por aquí. Masoquistas hay en todos lados.

Intentar describir un escenario socioeconómico global en apenas dos mil palabras tiene el riesgo de que solo se consigan decir simplezas, medias verdades o inexactitudes a mansalva.

Una verdad a medias bien documentada, si está cabalmente hilvanada dentro de un escenario más amplio, puede dar una idea bastante precisa de aquel escenario universal que se pretende describir, sin perder la perspectiva a la que un discurso más detallado conduciría.

Lo cual no quiere decir que se pueda afilar mucho más el lapicero y se deban aceptar las críticas lógicas por todo aquello que se haya quedado en el tintero. Tiempo habrá para ahondar en los detalles. Los puntos de vista para describir tales osadías pueden ser infinitos, como infinitos pueden ser los argumentos. Lo cual no quiere decir que deban ser todos igual de válidos y que cualquier opinión tenga el mismo fundamento.

Comentaba la semana pasada el forero Galore que, según mención del conocido gestor de bonos estadounidense Bill Gross, la deuda estadounidense durante la Gran Depresión era de un 350%. No sé si se refería a la deuda pública o a la total de EE.UU. Yo me basé para realizar tal afirmación en el gráfico de la página 101 del informe del FMI titulado World Economic Outlook – 2012, según el cual, la deuda pública durante esa época no superó el 80%.

Si tenemos en cuenta el conservadurismo prudente de la banca de entonces y que sus socios respondían de las cafradas con sus bienes, entre otras consideraciones, la deuda global nunca podría haber alcanzado la cifra mencionada. Conocemos el historial de éxitos del FMI, lo cual no quiere decir que sus informes sean necesariamente malos. Lástima que a menudo no sepa sacar juicioso jugo de sus propias publicaciones.

Tal comentario es oportuno y lo agradezco porque me sirve para puntualizar que, si bien comencé el párrafo diciendo “Durante la Gran Depresión”, hubiese sido más correcto y comedido decir “Antes del comienzo de la Gran Depresión”, como se puede constatar en el gráfico mencionado.

Las dos Guerras Mundiales distorsionaron las series temporales al producir picos de deuda que fueron asumidos rápidamente, que constituyeron anomalías más que tendencias de fondo. En todo caso, sugiero al lector interesado acudir a la amena Biblia del momento: “This time is different” de Rogoff y Reinhart, entre otras fuentes.

Respecto a los comentarios acerca de los abuelitos japoneses, utilicé un gráfico publicado por The Economist que muestra los cuatro compartimentos de los países más endeudados. Japón aparece como líder mundial indiscutible en emisión de deuda pública con más de un 200%. Le sigue Italia justo por encima del 100%, seguido por Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Alemania. España queda en la séptima posición en el año 2011, con un incremento galopante en vigor. Grecia no aparece en su lista, pero su deuda supera ampliamente el 130%. Chipre mejor no mentarlo.

La mayoría de la deuda japonesa está en manos de sus ciudadanos. En cualquier país, suelen ser los pensionistas con remuneraciones generosas durante la vejez, como Japón, los que más ahorran e invierten en activos financieros supuestamente más conservadores, como la deuda pública, que la historia cerril y terca demuestra que de conservadora no tiene nada. Lo veremos cuando comiencen las quitas. La afirmación que hice la semana pasada, pues, a pesar de la generalidad, no está demasiado alejada de la realidad.

Australia es, probablemente, el país del mundo que más contaminación por habitante produce a causa de su modelo productivo basado en la exportación de recursos naturales como el carbón. Las afirmaciones que realicé podrían ser fácilmente contrastadas leyendo la prensa anglosajona, en general, y la australiana en particular. Ya se están planteando cambiar de modelo económico si descubren cómo hacerlo. Lástima que no me lean por allí.

Respecto a Brasil, basta tan solo con contemplar como el verde del Amazonas desaparece paulatinamente en las fotografías por satélite tomadas desde que comenzaron sus registros. ¿Etanol límpido y ecológico importado por exigencia de la UE?

Podría seguir comentando uno por uno todos los párrafos del post publicado la semana anterior. No me gusta realizar afirmaciones a la ligera, pero la coyuntura modifica las prioridades.

Tal discurso se puede extrapolar a la situación española actual, yendo ya al grano. Continuamos con el mencionado gráfico de The Economist, al cual se le pueden sacar carretadas de corolarios.

España figura en tercer lugar en deuda global sobre PIB, entre los grandes países, con algo más del 350%. Después va Gran Bretaña, que roza el 500%, a causa de la burbuja financiera protagonizada por la City, que casi alcanza el 200%. El líder nipón supera la fatídica cifra de los cinco quintales. Siguen a España por este orden: Francia, Corea del Sur, Italia, Estados Unidos y Canadá.

Mientras que nuestra deuda pública es elevada con respecto a registros históricos, pero menor que la de muchos países con la máxima calificación crediticia, la deuda de las familias españolas, incluyendo el desastre hipotecario, apenas supera el 80%, manteniéndose por debajo de la inglesa (cerca del 100%) o la de Canadá, Estados Unidos o Corea del Sur.

Esta media comedida podría indicar que la irresponsabilidad de las familias ahora víctimas de desahucios, que se metieron donde no debían, no son tantas, aunque sean muchas.

Son muchos más los que mantuvieron la prudencia, los mismos que están pagando el pato con el acribillado fiscal que se está perpetrando. O los trabajadores esforzados que pierden su casa al quedarse abruptamente sin ingresos, a merced de la injusta ley hipotecaria actual y de un sistema de desahucios inmoral e ilegal, tal como acaba de sentenciar el Tribunal de Justicia Europeo. ¿Para quién trabajaban los legisladores que certificaron tales sufrimientos desproporcionados?

La botella que llena la deuda de las empresas es probablemente el principal problema de España. Somos líderes absolutos con más del 130%, seguido de Francia, Gran Bretaña y Corea del Sur, con un 110%. Estos tienen empresas que merecen la pena. Nosotros pilas de ladrillos, aeropuertos privados y autopistas vacías. Estados Unidos no alcanza el 80%. Alemania, prudente para lo que le conviene, menos para cavar su propia tumba masacrando financieramente al sur mediante lacayo interpuesto, está en el 50%.

Es bien conocido que el selectivo IBEX 35 español es el índice más endeudado del planeta. Si excluimos la deuda de las pocas compañías bien gestionadas y sin apenas apalancamiento, como Inditex, llegamos a la conclusión de que buena parte de las empresas del IBEX se sumaron a la imprudente orgía mediante inversiones realizadas a precio de oro y proyectos que jamás podrían rentabilizar.

Cada día leemos en los medios como una cualquiera de tales empresas acaba de vender activos a precio de risa por presión de los acreedores, generalmente los que más caja producen, quedándose con la morralla, saldando las joyas de la abuela. Sus directivos lo justifican afirmando un retorno estratégico al “core”, por poder decir alguna idiotez, que les permita seguir cobrando más de la cuenta.

Es la constatación de que los años de bonanza fueron capitaneados por torpes empresarios y malos gestores, puestos a menudo a dedo por el poder político, los que no eran hijos de papá, que todavía siguen al timón cobrando generosos bonus por destruir valor. Mientras no descienda el apalancamiento de las empresas españolas, la cifra y el fondo que ha conducido hasta él, no se comenzará a crear empleo a conciencia.

La conclusión es evidente: mientras no se renueven las cúpulas de las principales empresas españolas en crisis, su deuda se reduzca a límites aceptables y no aparezcan nuevos gestores y empresarios capaces de revitalizar el tejido productivo español, el paro no disminuirá.

Hará falta atraer capitales extranjeros, ya que aquí no queda un duro. Para conseguirlo, será necesario mejorar drásticamente la imagen que España está exportando, cortando de raíz la corrupción; acabar con los escándalos, sean con testa ducal, con moño y con peineta o que exhiben cuernos de rinoceronte; obligar a la justicia a actuar con eficacia y rapidez, aunque sea una utopía esta propuesta.

Garantizando la seguridad jurídica; manteniendo bajo control los tembleques compulsivos y abusivos del BOE; fomentando el desarrollo de la industria que la imbecilidad académica deslocalizó junto con los sindicatos, el dumping humano y medioambiental y el fundamentalismo suicida de la UE; forzando desde el gobierno la armonización entre los diecisiete mercadillos, reduciendo la burocracia que agota antes de comenzar y las piedras en el camino que desaniman al que pretende emprender nada.

Es necesario, finalmente, reconstruir el sistema educativo, por una vez mediante consenso, sin pedradas ideológicas ni pedagogos iluminados incapaces de enseñar nada, ni siquiera aprender de sus errores.

Para que el intelectual resucite, el país vuelva a formar buenos profesionales, a ser posible mejores que los que España producía antes del comienzo de la Edad Oscura que inauguró la LOGSE y que Bolonia está acrecentando. Para que no se vuelva a producir el fiasco bochornoso de las oposiciones a maestro en Madrid.

Que nuestros políticos no dan la talla y están a la altura de la mediocridad patria es un hecho dolorosamente constatado. La gran desgracia de España es que los nuevos universitarios con título pero sin profundidad más allá de teclear Google, que ni leen ni entienden nada complejo por culpa del sistema de enseñanza, la evaluación continua y el mal uso y el abuso de las Tecnologías de la Información que sedan las mentes, se esfuerzan en lamer su zaga ignorante. 

Cuando comencé a escribir en este medio se pensaba que un post de más de ochocientas palabras no lo iba a leer nadie. A veces sobrepaso las dos mil y alguno todavía se pasa de visita por aquí. Masoquistas hay en todos lados.