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La sexta extinción sigue las pautas de la anterior
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La sexta extinción sigue las pautas de la anterior

Aunque no nos hayamos dado cuenta aún, la pérdida de biodiversidad constituye el mayor problema al que se enfrenta la humanidad

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La sexta extinción de especies animales y vegetales se está acelerando. Es el jinete del Apocalipsis a la vanguardia del siniestro pelotón. La pérdida de biodiversidad constituye el mayor problema al que se enfrenta la humanidad. El manido cambio climático va tercero. ¿Seguirá la extinción en marcha las pautas de la quinta? Parece que sí. Todo está concatenado.

La quinta extinción, la del Permo-Triásico, se produjo hará unos 252 millones de años. Fue ocasionada por un vulcanismo en Siberia cuyos gases acidificaron los mares, destruyendo el 90% de la vida oceánica y, de rebote, un 65% de la terrestre. Lo dice un estudio liderado por la Universidad de Edimburgo publicado por la revista Science.

En aquellos tiempos prejurásicos, se disolvieron por la atmósfera y por los mares cantidades ingentes de CO2 y otros contaminantes, unas ocho veces más que todas las reservas fósiles si se quemaran. La buena noticia es que el proceso duró alrededor de 60.000 años en dos etapas, una primera más lenta que duró unos 50.000 años y otra más rápida que pegó la puntilla a la mayoría de las especies, que duró otros 10.000.

La mala es que el volumen anual de emisiones es cuatro veces superior que el de entonces, lo cual acidificará los océanos a mayor velocidad, desestabilizando más rápidamente los ecosistemas y con ellos los corales y una cuarta parte de toda la biodiversidad marina. Si a eso se suma toda la contaminación que ya almacenan los océanos en forma de islas de micropartículas de plástico que ahogan el plancton, la sobreexplotación, más toda la porquería que reciben cada día, el desastre biológico estará servido. Un fenómeno tenderá a retroalimentar al otro.

Los ecosistemas son más inteligentes que los humanos. Reaccionan pensando en el largo plazo. Comienzan lentamente al primer indicio. Tienden a adaptarse a la menor señal de alarma. Hasta que los estímulos exteriores excesivos los destruyen y los hacen desaparecer.

Los ecosistemas son más inteligentes que los humanos. Reaccionan pensando en el largo plazo

El ser humano, por el contrario, se empeña en ignorarlos en consonancia con su soberbia académica recurrente y su obsesión por el corto plazo. ¿Inteligencia? Gaitas. Es fácil percibirlo. Ya nos adaptaremos, dicta la economía mainstream. Lástima que en vez de adorar a la difusa diosa Tecnología no se dedique a desarrollar la economía fundamental. Por religión que no quede. Aunque sea laica, nobelada y predique sandeces.

Pero todo tiene su límite. Los desafíos son ahora mayores. Es necesario alimentar a siete mil millones de voraces habitantes. Con tantos ecosistemas en peligro, la tendencia será a disponer de cada vez más endebles elementos para alimentar a tanta población creciente.

Salvo vulcanismo inesperado, existen menos reservas para quemar que entonces, menos gases que lanzar a la atmósfera. Pero las quemamos mucho más deprisa. Acidificamos los océanos a velocidad supersónica medida en tiempo biológico. ¿Las consecuencias? No serán nada buenas para la biodiversidad ni para la especie humana. Cada día que pasa se convierte este planeta en un lugar más inhabitable.

La inercia oceánica global contribuye a que haya cierta sensación de calma. El año pasado los océanos ya lanzaron un primer aviso 

La inercia oceánica global contribuye a que haya cierta sensación de calma. El año pasado los océanos ya lanzaron un primer aviso al obtenerse registros de las temperaturas oceánicas más elevadas de las previstas, indicando por activa y por pasiva que el exceso de emisiones y de calor se disuelve entre las aguas.

En el mundo comienzan las campañas de concienciación. El diario británico The Guardian, por ejemplo, ha lanzado una iniciativa denominada Keep it in the Ground con el fin de dejar de quemar combustibles fósiles lo antes posible, desarrollando alternativas energéticas y medioambientales más avanzadas. Dará sus frutos. Costará. Pero se habrá perdido un tiempo precioso.

Aquí, mientras tanto, disfrutamos de medios cetrinos centrados en estériles cotilleos políticos, de basura informativa de consumo masivo y discernimiento liviano. La enjundia vital no está entre sus prioridades. Así nos va.

Debería ser prioridad absoluta de la ciencia y los políticos detener la pérdida de biodiversidad, marina y terrestre, reequilibrar la naturaleza y restablecer su belleza. Para eso hacen falta estadistas.

La sexta extinción de especies animales y vegetales se está acelerando. Es el jinete del Apocalipsis a la vanguardia del siniestro pelotón. La pérdida de biodiversidad constituye el mayor problema al que se enfrenta la humanidad. El manido cambio climático va tercero. ¿Seguirá la extinción en marcha las pautas de la quinta? Parece que sí. Todo está concatenado.

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