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La crisis del sistema de pensiones como símbolo de la crisis de régimen
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Juan Carlos Barba

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La crisis del sistema de pensiones como símbolo de la crisis de régimen

El agotamiento del Fondo de Reserva es mucho más que una cuestión de índole económica

Foto: Concentración en defensa de las pensiones. (EFE)
Concentración en defensa de las pensiones. (EFE)

Uno de los hechos más significativos de 2017 será el seguro agotamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, que no llegará siquiera para pagar la extra de Navidad (que en realidad se paga a finales de noviembre) del próximo año. Ante este hecho sin precedentes, estamos escuchando todo tipo de pronósticos catastrofistas, como que “es la quiebra del Estado”, “no hay para pagar las pensiones”, “bajarán las pensiones de forma drástica”, pero en esta columna analizaré cómo todos esos análisis son erróneos y realmente estamos hablando de algo muy distinto, pero en el fondo más preocupante.

En primer lugar, hay que decir que la repercusión del agotamiento del Fondo de Reserva sobre el déficit es nula, ya que en el déficit total de las administraciones públicas ya está contabilizado el que registra la Seguridad Social, independientemente de que venda o no parte de su fondo. De hecho, aunque no pagara las pensiones por falta de liquidez, seguiría contabilizando igual.

Se puede argüir también que al agotarse el fondo habrá que financiar ese déficit con nuevas emisiones de deuda, pero este argumento ignora el hecho de que casi todo el fondo ya está, desde hace años, invertido en deuda española, por lo que para los mercados el efecto adverso sobre la cotización de nuestra deuda es exactamente el mismo, ya que entra la misma cantidad de deuda española en estos de una forma o de otra.

Por estas razones, y con el bono a 10 años por debajo del 1,5%, es absurdo pensar que las pensiones no se pueden pagar. Por las mismas, no se podrían pagar la calefacción de los colegios o los sueldos de los médicos de los hospitales públicos. El sector público solo puede entrar en una situación de insolvencia si está en déficit, nadie le presta y además su banco central no puede comprar las emisiones de deuda (es decir, actuar como prestamista). La primera condición se cumple, pero la segunda es evidente que no y la tercera tampoco, ya que el Banco de España ha comprado 65.000 millones de euros de deuda española en los últimos 12 meses. También por ello, estos argumentos no sirven para justificar una bajada de las pensiones, luego los pensionistas no deben tener miedo solo por este motivo.

Foto: La ministra de Empleo, Fátima Báñez. (Reuters)

Sin embargo, sí que tenemos serios problemas. El primero es el legal, que estableció presupuestos separados para la Seguridad Social y el resto de funciones de las administraciones públicas. Pero las leyes igual que se hacen se deshacen, luego el solucionar este problema solo depende de la voluntad política. De momento no existe, ni mucho menos, consenso para realizar una reforma tan importante desde el punto de vista político, por lo que el Gobierno previsiblemente arbitrará una línea de crédito a la Seguridad Social para completar los pagos del año 2017, seguramente sobre los 4.000 millones de euros.

Otro problema importante es de tipo político. Los pensionistas son la parte de la población que vota mayoritariamente a los dos grandes partidos dinásticos, PP y PSOE, auténticos nidos de oportunistas que venderían poco menos que a sus familias a cambio de unos votos. A ello se une que las personas mayores usan como fuentes de información sobre todo los grandes medios de comunicación, en manos también en buena medida del PP y del PSOE, con lo que cualquier tema que toque a sus ingresos se convierte en un auténtico campo de batalla por los votos. La situación en los medios privados no es mucho mejor, pues se decantan de forma más o menos descarada por uno u otro partido. La racionalidad pasa siempre a segundo plano en estos debates y estos partidos demuestran, una vez más, que su confianza en el proceso democrático se sitúa en algún punto entre cero y nada. Los pobres pensionistas, mientras, no son más que armas arrojadizas en manos de estos desaprensivos.

Pero independientemente de todo esto, sí que tenemos problemas económicos además de los políticos. El primero es que está ocurriendo un fuerte envejecimiento de la población. Veamos las pirámides de población de 1995, 2005, 2030 y 2050. Los colores oscuros corresponden a la población jubilada. Como se ve, la proporción de esta es cada vez mayor. Y aquí llegamos a uno de los grandes engaños del sistema. Se ha intentado hacer creer a la población que el sistema de pensiones era un sistema de capitalización, pero es evidente que no es así. ¿Saben qué fondo de pensiones haría falta para ello con el bono al 1,5%? Pues 8,6 billones de euros, ocho veces el PIB español. Ahí es nada.

El sistema de pensiones en realidad es un sistema de solidaridad intergeneracional. Es decir, que los jóvenes pagan parte de lo que ganan a los mayores en la confianza de que las siguientes generaciones harán lo mismo con ellos. Nada nuevo bajo el sol, ya que desde siempre los hijos han cuidado de los padres mayores y en los grupos de cazadores recolectores igualmente se cuidaba de las personas que no podían valerse por sí mismas.

Pero en lugar de afrontar esta realidad, los políticos se empeñan en eludirla, ya que implicaría un debate social abierto y democrático con el fin de decidir el marco en que se plasmaría esa solidaridad que es, evidentemente, un deseo mayoritario de las personas. Y esto los grandes partidos no lo quieren en modo alguno.

Foto: La ministra de Empleo, Fátima Báñez. (EFE) Opinión
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A esto hay que sumar la evidente decadencia de la economía española, que se ve en que la evolución de la masa salarial bruta entre 2007 y 2013 descendió un 20% a precios constantes, y desde 2014, cuando volvió a aumentar de forma sostenida, este aumento ni siquiera ha llegado a cubrir el de las pensiones (-2,5% en 2014, -1,7% en 2015 y -0,4% en 2016). Si eso pasa con el fuerte crecimiento actual del empleo, ¿qué pasará en la próxima crisis?

Como he comentado muchas veces desde esta columna, este débil aumento de las rentas salariales se debe a la ausencia de una política económica acorde a nuestra situación en el mundo actual. Se meten 5.500 millones en rescatar autopistas o 5.200 millones en el AVE cuando el CSIC tiene 630 millones de presupuesto anual, la Universidad Complutense de Madrid 538 millones o 372 millones la Universidad Central de Barcelona. ¿Alguien se extraña con estos números de que la mayoría de empleos creados sean en comercio u hostelería?

Tenemos, a pesar de que las admoniciones sobre una inminente quiebra inmediata del sistema de pensiones sean totalmente falsas, un enorme problema fruto de nuestras carencias democráticas. Por una parte, los grandes partidos tratan de manipular a los pensionistas, a los que consideran un caladero de votos, y de eludir un debate abierto. Y por otra, su propia corrupción les lleva a dedicar inmensas cantidades de los presupuestos a proyectos inútiles y que benefician a empresarios tan inútiles como esos proyectos, a la vez que abandonan los sectores clave de la economía. Por tanto, el problema es político, y la solución solo puede ser política. En este caso, una ruptura con el corrupto y decadente 'statu quo' que es más urgente que nunca, pero que se nos antoja, a día de hoy, y para desgracia de todos, todavía lejana.

Uno de los hechos más significativos de 2017 será el seguro agotamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, que no llegará siquiera para pagar la extra de Navidad (que en realidad se paga a finales de noviembre) del próximo año. Ante este hecho sin precedentes, estamos escuchando todo tipo de pronósticos catastrofistas, como que “es la quiebra del Estado”, “no hay para pagar las pensiones”, “bajarán las pensiones de forma drástica”, pero en esta columna analizaré cómo todos esos análisis son erróneos y realmente estamos hablando de algo muy distinto, pero en el fondo más preocupante.

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