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¿'Terrorismo' financiero? La Pérfida Albión y nuestros bonos
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Daniel Lacalle

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Daniel Lacalle

¿'Terrorismo' financiero? La Pérfida Albión y nuestros bonos

“The phenomenon of economic ignorance is so widespread and its consequences so frightening that the objective to reduce that ignorance becomes a goal”, Israel Kirzner.

“The phenomenon of economic ignorance is so widespread and its consequences so frightening that the objective to reduce that ignorance becomes a goal”, Israel Kirzner.

Yo pasé ocho años de mi carrera en el área de comunicación con inversores y a pesar de sufrir la crisis latinoamericana y otras, nunca escuché insultos hacia ellos. En aquella época no partíamos de derechos adquiridos. Había que ganárselo ante un mercado con capital limitado. Aprendíamos especialmente de quienes nos criticaban. Hoy el proceso de desapalancamiento global lleva a que esa demanda de capital sea aún más competitiva, pero nos dedicamos a invocar nuestro derecho a recibir “capital ilimitado”, porque sí.

Echar la culpa al camarero de la comida del restaurante

Curioso que además se acuse de ‘terrorismo financiero’ a un ente difuso, los mercados, operadores que no dejan de ser una consecuencia de las verdaderas causas de una crisis creada por los estados y sus bancos centrales: la expansión monetaria estructural que genera inflación,  los tipos de interés artificialmente bajos, que crean burbujas, y el endeudamiento descontrolado, imposible de pagar que lleva a impagos y devaluaciones que empobrecen a toda la población.

Imprimamos, devaluemos, subamos impuestos. Luego se preguntan por qué sube la inflación, los alimentos y las materias primas. Y la conclusión es evidente. Es culpa de no sé qué ‘trader’ de Londres. Fácil. Total, es lógico, la industria de ‘hedge funds’ completa maneja una fracción de los fondos que es menor que la que maneja la Unión Europea, pero son los que nos atacan. Como en el pueblo de mis padres, que siempre que roban dicen que son los turistas.

 

Ahora necesitamos inversores como el aire.

Es curioso que nos quejemos de nuestra injusta prima de riesgo “cuando Inglaterra está peor” –mi frase favorita. La Pérfida Albión que nos ataca, como decían de Inglaterra en tiempos de Franco.

Cuando multiplicábamos nuestra deuda pública en cuatro años desde 390.000 millones a 734.000 millones y veíamos a todas las comunidades autónomas aumentar su deuda de 60.000 a 140.000 millones no escuchaba a nadie tildar de ‘terroristas financieros’ a quienes despilfarraban un dinero del que no disponían. El gasto siempre se justifica, se le presume buena intención, y se le atribuyen oscuros objetivos a quien no se fía y decide no comprar bonos. No comprar no es atacar.

En deuda soberana, aprendamos del Reino Unido

Déjenme aclarar primero. Nadie es más crítico con el Reino Unido que yo, que vivo en Londres, con la muy errónea política de gasto público de Gordon Brown y de expansión monetaria actual -la que reclamamos para Europa, casualmente, a pesar de generar recesión-. Pero el bono a diez años británico, de momento, es una inversión sólida. Por algo es.

Vayamos al debate. Dice así: “La prima de riesgo de la deuda española está injustificadamente alta y la del Reino Unido injustificadamente baja porque nos atacan y se aprovechan”. ¿Cierto? No.

Empecemos por lo que genera desconfianza y lo que hay que atacar:

-          Las cuentas que no cuadran. Las facturas impagadas, las deudas no contabilizadas, el déficit que nunca se cumple. Los números. Si no damos unas cifras sostenibles, creíbles y consistentes los inversores en deuda, por definición los más conservadores y largo-placistas, salen corriendo.

-          Credibilidad institucional y  responsabilidad crediticia. Todo el mundo sabe a quién echarle la culpa del déficit en Reino Unido, y quién puede actuar sobre el mismo. No se hacen debates de “pues tú más” en corrupción. Otro problema es el rescate sin contrapartida. En España, cajas y 17 centros de decisión, todos con su derecho adquirido a tener más deuda y ser rescatados, pero sin responsabilidad real sobre las consecuencias. Primero se endeudan y luego se “rebelan”. ¿Con qué se rebelan? No pagando a sus proveedores. Un éxito sin precedentes.

-          La percepción de que las reformas son cosméticas. Los cortes de gasto han sido reducciones del incremento previsto, no recortes reales, mientras Cameron ha metido la tijera inmediata. Por lo tanto, ante una situación económica incierta, solo se cuenta con los ingresos y eso es un riesgo enorme.

-          La aceleración del gasto. En España el gasto se ha duplicado mientras los ingresos se estancaban. Esa aceleración es muy relevante. Lo que genera más desconfianza entre los inversores es la evolución de los ratios de solvencia dinámicos (incremento de gastos versus incremento de ingresos), no los estáticos (deuda/PIB) y las necesidades de refinanciación futuras respecto a la oferta global. En Reino Unido, por ejemplo, manejan con precisión las emisiones al máximo plazo y siempre buscan evitar la saturación de oferta. España tiene que refinanciar entre 2013 y 2015 259.000 millones de euros, casi la misma cantidad que todo el Reino Unido, 320.000 millones de euros, pero con menos de la mitad de PIB.

-          Los mensajes promoviendo el impago y la salida del euro. Si un líder de la oposición dice “si España estuviera fuera del euro nuestra prima de riesgo sería de 300 puntos básicos”, un líder de un partido mayoritario dice “hay que declarar la deuda odiosa y dejar de pagar” y un ministro dice “los bancos alemanes también se beneficiaron de nuestra burbuja”, aunque no lo pretendan, están hablando públicamente -y se enteran hasta en Iowa- del riesgo de impago y de salida del euro. No ayuda.

Por supuesto, añadir un país que atrae capital y mantiene el interés de los inversores como política primordial del Estado, no con una regulación restrictiva y anti-inversora, y con un 8,6% de paro.

Pensar que la deuda del Reino Unido está baja exclusivamente porque el Estado devalúa y monetiza -una salvajada de política inútil, digámoslo claro- es otro error.

Si la panacea para bajar la prima de riesgo fuera tener moneda propia y banco central propio y hacer expansión monetaria, el país con prima de riesgo más bajo del mundo seria Zimbabwe o Argentina. Sin credibilidad institucional y responsabilidad crediticia, seguridad jurídica y un entorno inversor adecuado, todas las intervenciones que quieran serían irrelevantes.

El Estado británico ha comprado menos de la mitad de la deuda emitida por el país entre 2009 y 2010, la otra mitad la han comprado instituciones y bancos, entre ellos, oh sorpresa, figuran en el Top 10 de las entidades españolas. Fuente Lloyds.

En España más de 400.000 millones de euros que se han recibido del BCE se han usado fundamentalmente para comprar deuda. Más de lo que ha comprado el Banco de Inglaterra en 12 meses. Si la monetización de deuda fuese la razón de la baja prima de riesgo, aquí hemos tenido monetización salvaje con el LTRO de Draghi.

Si no hubiera confianza institucional y responsabilidad crediticia o se estimase que había riesgo de impago de la deuda británica, la prima de riesgo del país también saltaría.

La prima de riesgo es un reflejo del mercado secundario de bonos, es decir, del apetito inversor por deuda del país. Nadie se beneficia o ataca con un bono a diez años que no compran por muy alto que sea el tipo de interés.

Leo que el Gobierno va a hacer una ofensiva diplomática para atraer inversores y me parece una maravillosa idea, que no funcionará si los números no cuadran o empezamos a esconder facturas.

Tres formas de mejorar:

-          No aumentar las emisiones de deuda a muy corto plazo para financiar gastos a largo. Llevará la prima a niveles estratosféricos, con Draghi o sin él. Alargar los plazos al máximo y buscar un acuerdo nacional para intentar la reconversión de deuda en manos domesticas -ya casi el 70% del total- a deuda a largo plazo.

-          Atraer capital, como la City. Emitir deuda a inversores que puedan tener también acceso a activos. Una de las razones de la desconfianza es porque se les permite comprar nuestra deuda pero no nuestros activos. Una regulación a nivel nacional que incentive la inversión y que deje de intentar evitar que entre el capital extranjero.

-          Forzar condicionalidad incuestionable en las ayudas a aquellas regiones, cajas o gobiernos con problemas. Irrevocable, inmediato y demostrable en cifras. Si el inversor percibe que el dinero se da pero no se controla, no va a invertir.

-          Reforzar la legislación para defender la responsabilidad crediticia y el repago de la deuda. No vale cambiar la Constitución y luego, unos meses después, renegar de ese acuerdo.

El despilfarro disfrazado de economía ‘real’

Lo comentaba ayer. Me estoy acostumbrando a leer que el despilfarro y la inversión inútil no son tan malos porque “mantienen el PIB y el empleo” y, al fin y al cabo, las inversiones innecesarias en infraestructuras y estatuas en algo se gastan. También generan actividad-crecimiento. Esto parte de un error monstruoso que se empezó a gestar a mediados de la década de los 90. Que el dinero es gratis y que la parte derecha del balance, la deuda, no importa o no existe. “El dinero público no es de nadie”. Esto no es así porque asume que el “dinero” gastado es capital y no deuda. Si fuese capital, estaríamos de acuerdo. Es decir, si yo soy rico y me gasto una parte relevante de mi sueldo en copas es mi decisión, pero no tiene un impacto negativo directo en mi economía. Pero es deuda, y la deuda y el dinero cuestan. Es decir, si soy pobre y tengo dos hipotecas y me gasto una parte relevante de mi sueldo en copas creo un doble efecto negativo, el coste de la deuda y la inutilidad de mi gasto. El dinero despilfarrado no solo es inútil sino que cuesta porque es deuda con intereses que se deberá pagar por una parte decreciente de actividad rentable y productiva. 

La famosa percepción “a la China” de que si se hace un puente inútil al menos ahí hay un puente. La idea de que ya se buscará un uso económico a las “cosas” solo porque crean temporalmente algún trabajo y son tangibles. Cuando en realidad no hay un activo solamente, hay una deuda asociada y si esa deuda más sus intereses superan al retorno productivo de ese activo, el diferencial se tiene que cubrir con rentabilidad productiva de otra actividad o con impuestos, o con más deuda. Con lo cual, no solo el despilfarro no crea “actividad”, sino que a medio plazo va erosionando la actividad productiva real, y agranda la bola de deuda por acumulación de intereses. Ese puente inútil solo sería un coste cero para la economía si se financiase con riqueza excedentaria o por una donación. Ni una, ni otra.

En resumen. Hay que atraer capital y olvidarse de sostener el PIB con aire. El día que aprendamos que inflar el PIB a base de nada genera deuda que no podremos pagar con esa nada terminarán nuestros problemas.

“The phenomenon of economic ignorance is so widespread and its consequences so frightening that the objective to reduce that ignorance becomes a goal”, Israel Kirzner.