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Sangría en los mercados emergentes: preparen la caña
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Alberto Artero

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Sangría en los mercados emergentes: preparen la caña

El mes de mayo ha resultado absolutamente sanguinolento para los mercados emergentes. Tanto las divisas como sus bolsas y/o bonos han sufrido ventas masivas que han

El mes de mayo ha resultado absolutamente sanguinolento para los mercados emergentes. Tanto las divisas como sus bolsas y/o bonos han sufrido ventas masivas que han conducido a una importante devaluación de las primeras y a caídas superiores al doble dígito en el caso de varias de las segundas.

Están detrás de este colapso colectivo, entre otros factores de carácter general, sus malos datos macroeconómicos; el miedo a un drenaje de la liquidez mundial por parte de determinados bancos centrales, como la FED, que limite el atractivo por la renta fija y variable de estas naciones; la tensión geopolítica sufrida por algunas de ellas, caso de Turquía (cuyo mercado de acciones se desplomó por encima del 10% sólo ayer) o Sudáfrica; el repunte en las rentabilidades de la deuda desarrollada; la ruptura de importantes niveles técnicos y/o el temor de los inversores a quedar atrapados en activos poco profundos en términos de negociación. Una tormenta perfecta de consecuencias dramáticas para algunas carteras.

Así, solo en la gatera del mes de mayo, el rand sudafricano se ha dejado un 11’3% de sus plumas contra el dólar, para situarse en mínimos de cuatro años (The Telegraph, "South African rand leads emerging markets rout", 31-05-2013). Y no ha sido la única divisa que ha sufrido. Salvo el yuan chino, que sigue ampliando su banda de fluctuación respecto al dólar en un tímido intento de liberalizar su mercado de capitales, el resto ha vivido realidades similares. No en balde, el 30% de revalorización agregada acumulada por el conjunto de estas monedas desde 2009 se ha visto reducida a la mitad en apenas 30 días.

La lira turca está próxima a sus mínimos históricos de finales de 2011 tras dos bajadas consecutivas de sus tipos de interés en los últimos meses, mientras que el real brasileño transita por su menor nivel en cuatro años frente al billete verde (ver chart). Eso por no hablar de la rupia india, el bath tailandés o el peso mexicano como nos alertaba el gran Kike Vázquez ayer. Para casas como Société Générale o UBS estamos sólo al principio de la estampida que está por venir (Bloomberg, "Emerging Markets dominoes to fall as SocGen sees rout", 03-06-2012).

¿Trato o truco?

Si durante meses estos países han luchado contra una revalorización cambiaria que perjudicaba sus exportaciones, ahora sus dirigentes se encuentran con la coyuntura opuesta: salida masiva de capital foráneo, debilidad económica que les obliga a bajar tipos de interés (más leña a la hoguera de la fuga de dinero) y devaluación de la divisa, que afecta al coste de sus importaciones y trae peligrosas consecuencias inflacionistas. Sumen a ello el derrumbe del precio de las materias primas a nivel global, y el cóctel para una debacle comercial difícil de financiar en un entorno de retirada internacional de inversores está servido. El tema se puede complicar aún más si las emisiones realizadas en dólares por los estados y emisores privados locales carecen de la necesaria cobertura.

Aunque el momento capitulación aún no ha llegado, las posibilidades de que lo veamos en las próximas semanas y/o meses crecen por momentos. Y puede convertirse en una oportunidad única de entrar en los mismos. ¿Condición necesaria? Que la deuda soberana USA se estabilice. ¿Condición suficiente? Que el mundo crezca. Fácil, lo que se dice fácil, como que no es.

Porque, siendo cierto que los emergentes no han sido inmunes a la burbuja de activos generada por la mayor expansión monetaria sincronizada de la historia de la humanidad, buena parte de su apreciación ha sido consecuencia de su escasa representación en las carteras de los inversores (pese a suponer el conjunto el 38% del PIB y el 37% del comercio mundial, su peso en términos bursátiles apenas llega al 6'5%) mientras que las razones que han provocado el interés siguen estando vigentes, a saber: crecimiento muy por encima del del mundo desarrollado; prosperidad, que les hace depender menos de la exportación debido al crecimiento de la demanda interna; disciplina fiscal y flexibilidad monetaria superiores a los de sus hermanos ‘mayores’; mejora en los niveles de transparencia y el buen gobierno. Si lo que anticipan algunos bonos soberanos europeos o americanos en términos de mejora de actividad e inflación se cumple, volverán a tirar. Y, si no, mantendrán el sorprendente carácter defensivo que les ha caracterizado durante esta crisis.

Dicho esto, en el universo emergente, más que en ningún otro, resulta imprescindible no confundir churras con merinas. No todos los mercados son iguales ni todas las compañías tampoco. Hay más de 5.000 firmas con capitalizaciones superiores a los 250 millones de dólares, representativas de todos los sectores y perfiles empresariales (si bien el 75% de las mayores, según la gestora especializada Brandes, se concentran en banca y utilities). Los criterios value de conocimiento del negocio y su equipo gestor, de análisis de las barreras de entrada o de atractivo por valoración se han de complementar necesariamente con un estudio top-down de las peculiaridades del país donde tienen su sede, especialmente por lo que a la estabilidad política y a la corrupción institucional se refiere. Pero el caso a favor de este asset class está ahí.

Hora de ponerlo en el punto de mira.

El mes de mayo ha resultado absolutamente sanguinolento para los mercados emergentes. Tanto las divisas como sus bolsas y/o bonos han sufrido ventas masivas que han conducido a una importante devaluación de las primeras y a caídas superiores al doble dígito en el caso de varias de las segundas.