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Robots y empleo: ¿se cumplirá la profecía de Keynes?
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Robots y empleo: ¿se cumplirá la profecía de Keynes?

La incorporación de los procesos tecnológicos a la dinámica productiva es un hecho y su impacto en unos debilitados mercados de trabajo, una preocupante realidad

Foto: Foto: Reuters.
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El 10 de junio de 1930, J.M. Keynes dictó en la Residencia de Estudiantes de Madrid la conferencia: “Posible situación económica de nuestros nietos”: Predijo que, como consecuencia del incremento de la productividad, nuestra jornada laboral no se extendería más allá de las 15 horas semanales a partir de 2030: se abría así, presuntamente, un período de felicidad para los seres humanos. Dicha profecía ni remotamente tuvo en cuenta el impacto de la robotización ni tampoco los efectos de un mundo sin trabajo.

La aceleración de la incorporación de los procesos tecnológicos a la dinámica productiva es un hecho y su impacto en unos debilitados mercados de trabajo marcados por la precariedad laboral y los altos índices de desempleo, una preocupante realidad. Muestra de ello es el interés existente en esta materia y que se pone de manifiesto en el Economic report of the President USA de 2016 en el que se dedica un largo y profundo apartado a esta cuestión. El impacto de la robotización en el empleo se proyecta en múltiples aspectos que van desde el sistema educativo, pasan por su impacto en los salarios y en la productividad y alcanzan a los potenciales efectos sobre el desempleo tecnológico.

La anterior dinámica ha generado dos líneas de pensamiento. En un primer grupo se encontrarían los escépticos sobre el impacto de la robotización. Para ellos, el resultado neto entre destrucción de empleo y creación de nuevos empleos de las tres revoluciones industriales pasadas es que al tiempo que creció la productividad creció el empleo. Lo más probable es que esto siga sucediendo, es decir que la economía dinámicamente genere nuevos empleos y nuevas necesidades a medida que hay exceso de trabajadores en algunos segmentos. En suma, lo que ha hecho el progreso técnico no ha sido reducir el empleo, sino cambiar su composición, pero la gran cuestión es si estos nuevos puestos de trabajo se crean con la suficiente rapidez para reemplazar los puestos de trabajo perdidos.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

Pero un segundo grupo lo integrarían los tecno-pesimistas, para quienes si bien históricamente la incorporación de la máquina ha sustituido más que destruido el empleo, el cambio al que nos enfrentamos esta vez sí va en serio y puede producir una destrucción masiva de puestos de trabajo. A medida que la economía lentamente se reactiva, este componente de desempleo tecnológico puede pesar más de la cuenta: muchos puestos de trabajo que se destruyeron ya no volverán jamás; serán sustituidos por máquinas más eficientes.

La incorporación de nuevos procesos tecnológicos lleva no solo a una pérdida de empleo sino también produce un segundo efecto: la «polarización de la ocupación». Esto es, la pérdida progresiva de puestos de trabajo manuales y rutinarios. Pero la polarización podría llegar más lejos e incluir a sectores altamente cualificados. Buen ejemplo es el robot Watson. Este sistema de tecnología cognitiva que ha construido IBM permite que el robot pueda entender y responder preguntas complejas, planteadas en lenguaje natural, con suficiente precisión y velocidad para competir contra algunos de los humanos con más conocimientos del mundo. Además, se adapta al individuo que lo usa, con capacidad de relación y razonamiento y también de aprender de la experiencia. Watson pudiera convertirse en un sustituto a largo plazo de los abogados y a medio y corto plazo en una eficaz herramienta de control del razonamiento jurídico.

Seamos tecno-pesimistas o tecno-optimistas el ser humano deberá diferenciarse de un robot en las tareas tanto personales como intelectuales que desarrolla. La cualificación profesional resulta, en este escenario, un factor fundamental que puede actuar como barrera o desincentivo al desempleo. Pero también las habilidades personales que separan al individuo de la máquina. De enorme interés son los resultados del “Informe ADECCO sobre el futuro del trabajo en España” (2016). De acuerdo con el mismo, los criterios de selección del personal más relevantes serán en un futuro próximo, las habilidades personales y las actitudes, les seguirán las competencias transversales resultando cada vez menos relevante la formación académica y la experiencia previa.

Seamos tecno-pesimistas o tecno-optimistas el ser humano deberá diferenciarse de un robot en las tareas tanto personales como intelectuales

La Estrategia 2020 de la UE para la robótica define la evolución actual del modo siguiente: “La tecnología robótica llegará a ser dominante durante la próxima década. Influirá sobre todos los aspectos del trabajo y del hogar. La robótica tiene el potencial necesario para transformar las vidas y las prácticas laborales, para elevar los niveles de eficiencia y de seguridad, para ofrecer mejores servicios y para crear empleo. Su impacto será cada vez mayor, a medida que se multipliquen las interacciones entre los robots y las personas”.

Se hace necesario, por lo tanto comenzar a construir y a reflexionar sobre posibles soluciones para el caso de que la profecía de Keynes cobrara definitivamente vida. Algunos pueden ver aquí el triunfo de quienes han predicado los males del trabajo y han alentado a su definitiva y total abolición. Pero si los robots terminan por eliminar la necesidad de trabajo humano en grandes masas de población ello llevaría consigo un nuevo “darwinismo” que nos obligaría, esta vez, a atender a las necesidades de subsistencia para ese creciente y progresivo volumen de población que se verá excluida de los mucho más selectivos mercados de trabajo. Por ello, es necesario afrontar algunos desafíos, entre ellos, uno de los más importantes es el de pensar en cuáles deben ser las políticas públicas más adecuadas para que este mayor bienestar llegue a todas las personas y evite una mayor desigualdad.

* Jesús R. Mercader Uguina, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Carlos III de Madrid, con anterioridad, de la Universidad de Cantabria. Doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y Premio Extraordinario de Doctorado. Ex Letrado del Tribunal Constitucional. Miembro del Consejo Académico de FIDE.

El 10 de junio de 1930, J.M. Keynes dictó en la Residencia de Estudiantes de Madrid la conferencia: “Posible situación económica de nuestros nietos”: Predijo que, como consecuencia del incremento de la productividad, nuestra jornada laboral no se extendería más allá de las 15 horas semanales a partir de 2030: se abría así, presuntamente, un período de felicidad para los seres humanos. Dicha profecía ni remotamente tuvo en cuenta el impacto de la robotización ni tampoco los efectos de un mundo sin trabajo.

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