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Nacho Cardero

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Un país de pirómanos

España es un país cainita, autodestructivo. Un Estado desolado que ha perdido la fe en los viejos partidos y que duda abiertamente de los nuevos

Foto: Ilustración: Pablo López Learte.
Ilustración: Pablo López Learte.

Se quejan los empresarios del Ibex de que jamás han apoyado tanto a un partido y a un Gobierno como el de Mariano Rajoy y “jamás, en toda la democracia, ha habido un partido y un gobierno que nos haya tratado peor”. Lo sueltan así, con tono de esposa despechada, y es quizá por eso, por ese complejo de apaleada y cornuda que exudan los gerifaltes del parné que, cuando los interrogan por Podemos, por el cambio que se ha producido en la alcaldías de Madrid y Barcelona, tienden a relativizar la situación como el que se fuma un pitillo en la cama. “¿Al ‘Coletas’? ¿Que si tememos al ‘Coletas’? No sé qué decirte. No creo que nos vaya a tratar peor que Montoro con sus impuestos, Guindos con sus decretos o Soria con sus leyes”.

El Ibex acusa al Gobierno de haberse emboscado en la Moncloa, en su burbuja de poder, sin atajar de raíz los males que aquejan a la calle; de que los Nadales & Cía. y los abogados del Estado que conforman la espina dorsal de la Administración han conducido a Rajoy a un punto de no retorno; los primeros, por esos dejes marxista-leninistas típicos de los émulos de Kicillof que mostraron en la primera parte de la legislatura; los segundos, por ese perfume gris y profundamente funcionarial que desprenden y esa obsesión extrema por la legalidad, criterios que son del gusto de los señores de Bruselas, pero que no sirven para esas familias con un 20% menos de sueldo que se reúnen los sábados noche para ver laSexta.

“Este país lo aguanta todo. Bildu ha estado cuatro años gobernando en San Sebastián hasta que los votantes los han echado. Y San Sebastián sigue ahí. Hecho unos zorros, verdad, pero sigue apareciendo en el mapa. Está por ver lo que ocurrirá en Madrid y Barcelona”. Los empresarios relativizan el mensaje del miedo que les hacen llegar las palomas gubernamentales y advierten al Ejecutivo un tanto dolidos de que ahora no les vengan con árnicas, de que los puentes con el mundo del dinero se rompieron hace tiempo, que en Moncloa ya no los reciben, que es más fácil desayunar con Merkel, comer con Hollande y cenar con Cameron que robarle los minutos de la basura a Mariano Rajoy.

“Tienen que pasar a la ofensiva, empezar a rodar cabezas, ser contundentes contra la corrupción”, les exhortan desde el Ibex. “Tienen que poner a alguien fuerte de política que sepa comunicar y que nos anuncie bajada de impuesto tras bajada de impuesto. No queda tiempo para más. A estas alturas, algunos ministros del Gobierno todavía no se han dado cuenta de que, por mucho que crezca la economía, la capacidad adquisitiva de los españoles está por los suelos. El problema no es la macro, sino la micro”.

La España de hoy no pasa de ser una mala copia del Duelo a garrotazos de Goya, con el PP y el PSOE hundidos en la tierra hasta las rodillas y dándose de frente y del revés hasta matarse. Sin reglas ni juego limpio. A muerte. Las pinturas negras del artista de Fuendetodos como reflejo de un país desolado que ha perdido la fe en los viejos partidos.

Porque la debacle del PP también lo es del PSOE. El uno se está suicidando con la jeringa del otro. A diferencia de la Monarquía, que ha logrado atajar con éxito ese bisbiseo antiversallesco que empezó a germinar tras el 15-M, los dos grandes partidos continúan cegados por esas anteojeras que les impiden ver más allá de sus narices. “El PP se puede recuperar (o no) porque su papel no es cuestionado como referente del centro derecha, pero es que en el caso del PSOE no solamente está siendo cuestionado sino que va a ser triturado. Pedro Sánchez se va a encontrar con que no tiene escapatoria tras las generales”, lamenta el Ibex. “Se ha echado en brazos de Podemos en las autonómicas y no va a poder dar un paso atrás. Los barones no se lo van a permitir”.

España es así. Lo es hoy y lo ha sido siempre. Un país cainita, autodestructivo, el único del mundo que dedica un año entero a crear obras de arte –véase las Fallas valencianas– para luego quemarlas. Lo llevan dentro. Lo españoles disfrutan más viendo los ninots en llamas que confeccionándolos. Y en este rudo arte de prender fuego a todos los logros obtenidos hasta ahora, los nuevos concejales de Madrid y Barcelona se muestran muy duchos en la materia, a tenor de todos los tuits que han circulado estos días por las redes, que serían increíbles si no fuera porque son ciertos.

Si Carmena no embrida a sus concejales, corre el riesgo de que el Consistorio se convierta en un polvorín. No han pasado veinticuatro horas de la investidura y Esperanza Aguirre y Antonio Miguel Carmona, del PP y PSOE madrileño, ya están reclamando la dimisión de algunos de sus hombres. En el PSM saben a cierta a cierta que a Carmona no le gusta Carmena y que ha tenido que hacer de tripas corazón para poner sus actas a disposición de la actual alcaldesa. Durante las negociaciones para la investidura, cuando el socialista le preguntó por ese arcano que era la lista de Ahora Madrid, la exjueza se encogió de hombros como si no supiera o no le hubiera dado tiempo a conocer el perfil de quienes le acompañaban en la aventura.

Por todo ello, el ambiente que se respiró el pasado sábado en Cibeles durante la investidura de Carmena fue de todo menos tranquilizador. “Los de Podemos nos han gritado a la salida. Había gestos claramente de violencia. Los hay que esto de la democracia les viene grande y, sin embargo, sacan provecho de ella. Había dicho no a la escolta, pero he cambiado de opinión”, confesaban desde la oposición. “Me plantearía seriamente buscar un nuevo destino para mi familia y para mí, más pacífico y demócrata, menos histérico y más sincero”. En manos de Carmena está tomar medidas contundentes para impedir este tipo de actuaciones y así acallar a los voceros del miedo.

Se quejan los empresarios del Ibex de que jamás han apoyado tanto a un partido y a un Gobierno como el de Mariano Rajoy y “jamás, en toda la democracia, ha habido un partido y un gobierno que nos haya tratado peor”. Lo sueltan así, con tono de esposa despechada, y es quizá por eso, por ese complejo de apaleada y cornuda que exudan los gerifaltes del parné que, cuando los interrogan por Podemos, por el cambio que se ha producido en la alcaldías de Madrid y Barcelona, tienden a relativizar la situación como el que se fuma un pitillo en la cama. “¿Al ‘Coletas’? ¿Que si tememos al ‘Coletas’? No sé qué decirte. No creo que nos vaya a tratar peor que Montoro con sus impuestos, Guindos con sus decretos o Soria con sus leyes”.

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