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Viaje de ida y vuelta de Pedro Sánchez a los infiernos
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Viaje de ida y vuelta de Pedro Sánchez a los infiernos

En la naturaleza de Podemos está hacer lo que sea para destruir al PSOE y hacerse con la hegemonía de la izquierda. ¿Ha entendido esto Sánchez?

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

La noche del 20 de diciembre de 2015 Pedro Sánchez se vio a sí mismo subiendo las escalinatas del palacio de La Moncloa tras haber sido investido presidente del Gobierno por una mayoría, simple, eso sí, de las Cortes. No se equivocaba en una parte de su análisis, es decir, la de que Mariano Rajoy no sería presidente del Gobierno -yo mismo lo escribí esa misma noche-, y creyó que él tenia la oportunidad de intentarlo e, incluso, de conseguirlo. El problema es que para eso había que conseguir un equilibrio de fuerzas tan extraordinariamente complejo, y conjugar una montaña de intereses antagónicos en muchos casos, que se hacía casi imposible.

Pero aun así, Sánchez lo intentó sobre la base del único argumento en el que todos coincidían: echar al PP. Ese, que en otros tiempos había sido un elemento de unidad de la izquierda y el nacionalismo, sin embargo se antojó insuficiente y eso dio al traste con el intento de Sánchez, un Sánchez que en estos cuatro meses ha sido capaz de subir al cielo cuando hizo creer a todo el mundo que tenía en su mano la investidura, y de bajar a los infiernos empujado por el fracaso y por el marcaje estrecho al que le han sometido Pablo Iglesias y los suyos. De hecho, la convocatoria de elecciones pilló al secretario general del PSOE abrasándose en el fuego de la irrelevancia.

Sánchez se había convertido, de la noche a la mañana, en un lastre para un PSOE que, sin embargo, ya no tenía margen de maniobra para corregir el error, entre otras cosas porque tal y como estaban las cosas la única con opciones no estaba dispuesta a correr el riesgo: Susana Díaz. A estas alturas es más que evidente que la estrategia de Pablo Iglesias pasa por comerse, casi literalmente, al PSOE. Y la falta de iniciativa de Pedro Sánchez le ha puesto en bandeja al jefe de Podemos el liderazgo de la izquierda. Era evidente que se iba a producir el acuerdo con IU, y que ese acuerdo tiene un único objetivo: el 'sorpasso'. De que finalmente se produzca van a depender muchas cosas en el futuro inmediato, pero ese es otro cantar.

Sánchez ha sido capaz de subir al cielo cuando hizo creer a todo el mundo que tenía en su mano la investidura y de bajar a los infiernos por el fracaso

La cuestión es que el tiempo ha demostrado la incapacidad de Sánchez para tomar la iniciativa y la habilidad de Iglesias para hacerse con ella. Como muestra, un botón. Toda la estrategia de campaña del PSOE pasa -o pasaba- por echarle la culpa a Iglesias de que Rajoy siguiera en el poder. Pues bien, ha bastado un ofrecimiento de Iglesias a Sánchez, que el propio Iglesias sabía que Sánchez nunca iba a aceptar -como sabía que el PSOE no le dejaría pactar sobre la base de un reparto de poder como el que propuso tras la primera ronda de consultas con el Rey-, para ir juntos al Senado evitando así la mayoría absoluta que ahora tiene el PP y que podría repetirse el 26-J, para que ese argumento se le vuelva en contra al PSOE.

Pero lo cierto es que Sánchez no podía hacer otra cosa. Ahora mismo ir de la mano de Podemos a cualquier sitio tendría para el PSOE las mismas consecuencias que tuvo para la rana subir a lomos al escorpión para atravesar el río: en la naturaleza de Podemos está hacer lo que sea para destruir al PSOE y hacerse con la hegemonía de la izquierda. ¿Ha entendido esto Sánchez? Aparentemente sí… El giro dado estos días incorporando a gente como Margarita Robles o Borrell, que provienen de la llamada ‘vieja guardia’ socialista, hace pensar que Sánchez busca ahora un discurso moderado, aunque siga siendo implacable con el PP. Pero yo no soy capaz de adivinar si eso es suficiente a estas alturas. Es más, tampoco estoy seguro de que sea un movimiento creíble.

Es decir, si el 26-J le vuelve a dar a Sánchez la oportunidad de intentar de nuevo un amplio pacto para echar al PP, aunque eso signifique sumar intereses tan dispares, ¿va a renunciar a ella para facilitar la investidura de Rajoy, aunque sea con su abstención? Es posible, pero me cuesta creerlo, y eso será como subir a lomos al escorpión. Porque, siendo malas cualesquiera de las dos opciones para el PSOE, es verdad que la segunda -abstención para que gobierne el PP-C’s- le permite un periodo de recuperación y de ejercicio de oposición que no le permite la primera. Y el PP no es un peligro desde el punto de vista electoral para el PSOE, pero Podemos sí.

La noche del 20 de diciembre de 2015 Pedro Sánchez se vio a sí mismo subiendo las escalinatas del palacio de La Moncloa tras haber sido investido presidente del Gobierno por una mayoría, simple, eso sí, de las Cortes. No se equivocaba en una parte de su análisis, es decir, la de que Mariano Rajoy no sería presidente del Gobierno -yo mismo lo escribí esa misma noche-, y creyó que él tenia la oportunidad de intentarlo e, incluso, de conseguirlo. El problema es que para eso había que conseguir un equilibrio de fuerzas tan extraordinariamente complejo, y conjugar una montaña de intereses antagónicos en muchos casos, que se hacía casi imposible.

Pedro Sánchez