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Rajoy-Sánchez-Rivera… y la pelota voló de tejado en tejado
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Federico Quevedo

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Rajoy-Sánchez-Rivera… y la pelota voló de tejado en tejado

Se han ido pasando la pelota uno a otro sin que al final se haya conseguido otra cosa que la sensación, bastante asfixiante, de haber vivido ya algo parecido hace unos meses

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Resulta cuanto menos curiosa la contraposición de lo que estos días está ocurriendo en Reino Unido, la forma en que los líderes políticos asumen sus responsabilidades y la diligencia con la que se ha resuelto la renuncia de David Cameron, con el ejercicio de cinismo al que nos tiene acostumbrados la clase política patria y que estos días se manifiesta en todo su esplendor. Ha pasado ya más de medio mes desde las elecciones del 26-J, y seguimos instalados en la misma indefinición que el primer día.

Las entrevistas de Mariano Rajoy con los dos únicos líderes políticos que pueden ayudarle a conseguir la investidura, es decir, Sánchez y Rivera, solo han servido para constatar, uno, que en principio nadie quiere ir a unas terceras elecciones y, dos, que si eso ocurre ninguno quiere hacerse responsable, y por eso se han ido pasando la pelota uno a otro sin que al final se haya conseguido otra cosa que la sensación, bastante asfixiante, de haber vivido ya algo parecido hace unos meses.

Es verdad que ha cambiado el tono, que hay más cordialidad, que también parece haber unanimidad en que solo existe una opción de Gobierno y es la encabezada por el PP -aunque a Sánchez le siguen tentando desde Podemos-, pero en el fondo seguimos instalados en el más de lo mismo, hasta el punto de que en estos momentos ni siquiera está garantizado que haya una sesión de investidura antes de que termine el mes de julio, como quería Rajoy.

Seguimos instalados en el más de lo mismo, hasta el punto de que ni siquiera está garantizado que haya una sesión de investidura antes de que termine julio

De los tres, el que más cerca ha estado de un cierto sentido de Estado ha sido Albert Rivera, que ha aparcado su “nunca apoyaremos ni por activa ni por pasiva un Gobierno presidido por Mariano Rajoy”, para aceptar la fórmula pasiva de la abstención con el fin de garantizar que pueda haber Gobierno, y que Ciudadanos ejerza un papel de oposición responsable. Pero, de esa forma, Rivera lanzaba la pelota al tejado de Rajoy y, sobre todo, de Sánchez, al que venía a decirle algo así como “yo me abstengo, haz tú lo mismo y compartamos la decisión”.

Y mientras Rivera anunciaba la decisión de votar en contra en primera ronda y abstenerse en segunda, Sánchez y Rajoy se reunían en el Congreso, y el líder socialista, lejos de coger el guante, lo que hizo fue enviar la pelota lo más lejos posible, aguantando su firme decisión de votar no salvo, y aquí el matiz, que Rajoy consiga sumar más de 137 síes a su investidura y se acerque a los 176 escaños. Es decir, que descargó toda la responsabilidad de que el PSOE pudiera cambiar de opinión y abstenerse en la capacidad de Rajoy para convencer a otros -o sea, a Rivera- de que voten a favor de su investidura. Lo que Sánchez le vino a decir al líder de C’s fue: “Yo me abstengo si tú votas a favor”.

Había gente en C’s y en el PP dispuesta a sentarse a hablar la semana del 26J, pero nadie quiso dar el visto bueno a los encuentros. Cuando digo nadie, digo Rajoy

Y después de ese intercambio de golpes entre ellos dos, salió Rajoy al campo para lanzar de nuevo la pelota al tejado de los demás: “Si no tengo los votos, no me presento”, vino a decir. Y si no se presenta, habrá terceras elecciones, luego la responsabilidad estará en quienes no le han favorecido con su voto o abstención. ¿Qué significa esto? Lo primero, que es más que probable que la sesión de investidura se retrase unas cuantas semanas, sobre todo si el PP consigue hacerse con la presidencia del Congreso, ya que le permitiría manejar los tiempos y el calendario. Lo segundo, que ninguno está dispuesto a ceder más allá de lo imprescindible.

En estos 17 días, se ha perdido el tiempo miserablemente. Dadas las circunstancias y la fragilidad para conseguir cualquier acuerdo, hubiese sido deseable que los principales partidos implicados se sentasen a negociar desde el minuto siguiente a las elecciones. Pero, como ya escribí en un 'post' anterior, el PP perdió una semana entera dedicándose a la autosatisfacción, y su líder se instaló de nuevo en el esperar y ver, convencido de que la presión externa le haría torcer el gesto a Pedro Sánchez en el comité federal de hace unos días, mientras él ocultaba su desidia detrás de una aparente fachada de diálogo con partidos de los que nunca va a obtener un voto positivo.

¿Realmente era más importante reunirse con Rufián y Tardà que con Rivera? No parece, ¿verdad? Más bien da la sensación de pérdida consciente de tiempo… A mí me consta que había gente en C’s y en el PP dispuesta a sentarse a hablar esa misma semana del 26-J, pero nadie quiso dar el visto bueno a esos encuentros. Cuando digo nadie, digo Rajoy, al que tomar la decisión de no acudir de nuevo a una sesión de investidura puede suponerle un desgaste muy considerable. Tanto como que puede volver a traer a escena un debate sucesorio. Ahí lo dejo.

Resulta cuanto menos curiosa la contraposición de lo que estos días está ocurriendo en Reino Unido, la forma en que los líderes políticos asumen sus responsabilidades y la diligencia con la que se ha resuelto la renuncia de David Cameron, con el ejercicio de cinismo al que nos tiene acostumbrados la clase política patria y que estos días se manifiesta en todo su esplendor. Ha pasado ya más de medio mes desde las elecciones del 26-J, y seguimos instalados en la misma indefinición que el primer día.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez