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La vicepresidenta acumula poder mientras otros se abrasan
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Alberto Pérez Giménez

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La vicepresidenta acumula poder mientras otros se abrasan

El verano de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, está siendo especialmente apacible y tranquilo, casi provechoso para quien, apenas hace un año, se

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El verano de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, está siendo especialmente apacible y tranquilo, casi provechoso para quien, apenas hace un año, se abrasaba intentando hacer de cortafuegos a los mil y un incendios que le estallaban al Gobierno de Mariano Rajoy. Hace poco más de un año, el CIS mostraba al Gobierno más quemado de la democracia, en el que ningún ministro aprobaba y en el que la vicepresidenta era superada por el titular de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón.

Entonces, era el mes de junio, este diario advertía que “precisamente la vicepresidenta ha sido una de las principales 'víctimas' de este proceso de abrasamiento ante la opinión pública. Ella fue la encargada de anunciar, el 30 de diciembre, los primeros recortes, e intentó hacer de 'parapeto' del presidente acaparando las comparecencias en los primeros Consejos de Ministros, junto a Montoro y Guindos, y siendo la imagen de los recortes. Fue la primera en abrasarse y decidieron dar un paso atrás hasta el punto que los recortes en Educación y Sanidad se anunciaron en el tercer párrafo de una nota de prensa...”

Desde entonces –y fruto de una estrategia de recapacitación- la vicepresidenta, se supone que con la aquiescencia de Mariano Rajoy, decidió dejar de abrasarse. Como advertía ya a principios del año pasado José Antonio Zarzalejos en una de sus columnas en El Confidencial, “Protección 50 para una Soraya que no debe ser María Teresa”, la vicepresidenta no podía seguir exponiéndose a la quema de los recortes. Sobre todo, porque era la piedra de toque sobre la que reposaba la estructura del Gobierno al acumular en su persona el mayor poder de un vicepresidente en toda la democracia.

La vicepresidenta se ha dedicado a la rueda de prensa del Consejo de Ministros de los viernes, dando la imagen de ser la que trabaja en el Gobierno mientras otros en el partido deben afrontar el caso Bárcenas

En esa columna, Zarzalejos recordaba que “la brillante abogado del Estado, la eficaz portavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso en la legislatura anterior, está al frente de enormes responsabilidades: le corresponde la relación con las Cortes, la relación con los medios de comunicación, la relación con los delegados del Gobierno en las Comunidades Autónomas, la presidencia de todas las Comisiones Delegadas del Consejo de Ministros menos la de Asuntos Económicos, la presidencia de la Comisión de Subsecretarios con reuniones previas a la celebración de los Consejos de Ministros, la coordinación general de la acción del Gobierno…De sus decisiones últimas dependen el Boletín Oficial del Estado, el Centro de Investigaciones Sociológicas, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Patrimonio Nacional y, por si fuera poco, también ahora el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), desagregado de Defensa para pasar a depender funcional y orgánicamente de Presidencia. Añádanse a todo ello las funciones de representación del Gobierno, que no son pocas ni infrecuentes”. Era un suicidio político de consecuencias irreparables para el Gobirerno de Rajoy seguir exponiendo así a la vicepresidenta.

Y en doce meses todo ha cambiado. Wert y Montoro se han llevado la peor parte de las ruedas de prensa, Mato ya ha tenido lo suyo con el caso Gürtel además de asumir la parte alicuota de sus reformas sanitarias, Gallardón se ha despeñado enfrentado a casi todos los sectores de la Justicia… ¿Y la vicepresidenta? Se ha dedicado a la rueda de prensa del Consejo de Ministros de los viernes, dando la imagen de ser la que trabaja en el Gobierno mientras otros en el partido deben afrontar el caso Bárcenas –precisamente Dolores de Cospedal, su tradicional ‘enemiga’ por mucho que ellas lo nieguen.

Pero, además, Sáenz de Santamaría se ha dedicado a acumular aún más poder: ha asumido también la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, la única que le faltaba, se encarga de llevar personalmente las relaciones con Angela Merkel, con tres cara a cara en los que al parecer cautivó a la canciller que la definió como “la joven muy capaz”, y, en el último movimiento, este mismo mes, ha asumido el Departamento de Seguridad Nacional y en situaciones de crisis será ella, a través de sus hombres, la máxima autoridad por encima de otros ministerios como Defensa, Interior o Exteriores. 

En un año, la posición de Soraya Sáenz de Santamaría –con los Nadal, Senillosa, etc como fontaneros- se ha fortalecido tanto como se han debilitado sus posibles rivales de cara a una hipotética sucesión de Mariano Rajoy. Sólo falta empezar a tener algo del poder que aglutina en el Ejecutivo y en el Grupo Popular y traspasarlo a Génova. Y eso es algo que puede ocurrir a partir del próximo octubre. 

El verano de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, está siendo especialmente apacible y tranquilo, casi provechoso para quien, apenas hace un año, se abrasaba intentando hacer de cortafuegos a los mil y un incendios que le estallaban al Gobierno de Mariano Rajoy. Hace poco más de un año, el CIS mostraba al Gobierno más quemado de la democracia, en el que ningún ministro aprobaba y en el que la vicepresidenta era superada por el titular de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón.

Mariano Rajoy