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El ‘manolismo’ de Rajoy
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Javier Caraballo

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El ‘manolismo’ de Rajoy

El ‘antilíder’ no es una invención de Mariano Rajoy. Antes que él, en el PSOE se acuñó una expresión que venía a representar lo mismo: el ‘manolismo político’

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en la calle Laurel de Logroño. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en la calle Laurel de Logroño. (EFE)

En la vida, hay de todo. Hay incluso quien llega a líder por aburrimiento. Es lo que puede ocurrir con Mariano Rajoy si en las próximas elecciones logra cuadrar los números del Congreso de los Diputados y sale investido de nuevo presidente del Gobierno. Habrá tapado todas las bocas, sin abrir la suya; habrá vencido a sus rivales, sin enfrentarse a ellos; habrá convencido a sus electores sin necesidad de entusiasmarlos. Por aburrimiento. Y con la persistencia que acompaña siempre a los líderes aburridos, acaso su mayor virtud porque nunca desisten en el empeño. A falta de fieles, ellos mismos se bastan para generarse autoconfianza, convencimiento ciego en sus métodos, alabanzas continuas en esa estrategia tan gris, tan desesperante, que consiste en dejar pudrirse los problemas que tienen difícil solución.

El ‘antilíder’, de todas formas, no es una invención de Mariano Rajoy. Antes que él, en el PSOE se acuñó una expresión que venía a representar lo mismo: el ‘manolismo político’. Fue en un congreso del PSOE del año 2000 cuando se acuñó la expresión para denominar la influencia y el poder que comenzó a desplegar Manuel Chaves en el PSOE. El mismo político que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía a su pesar, como él mismo ha reconocido, porque quería seguir siendo ministro antes de ‘bajar’ a una comunidad autónoma, se fue asentando en el poder mientras que en la política nacional iban cayendo, uno tras otro, todos los que fueron sus compañeros. Y en el nuevo siglo, sin que nadie lo esperase, Chaves se vio de repente en el centro de la plaza, convertido de pronto en la estrella más brillante del firmamento socialista.

Para calcular el futuro inmediato de la política española, solo hay que atender a dos variables: la agrupación de la izquierda y el ‘manolismo’ de Rajoy

La caída de Felipe González, el apuñalamiento de Borrell, el fiasco de Almunia y la sosería inicial de Zapatero convirtieron a Chaves en la referencia más notable. El PSOE se despeñaba en las Cortes y Chaves, sin embargo, lograba sacudirse de los hombros la lluvia fina que Aznar convirtió en mayoría absoluta aquel año. Por eso, cuando se acabó el congreso socialista, algunos periódicos bautizaron aquel instante con el término. Así decía, por ejemplo, 'El País': “El ‘manolismo’ es como su fundador, prudente y meticuloso. Ha ido echando raíces poquito a poco, con sigilo, como quien no quiere la cosa, hasta que un buen día los socialistas andaluces se encontraron con la sorpresa: no solo tenían un líder, sino que, además, era indiscutible”. A partir del carácter indiscutible, se añadían el resto de atributos. “El hechizo, la fascinación y, por supuesto, la glorificación de los compañeros y compañeras al nuevo movimiento, el manolismo”.

Ante las elecciones de junio, tenemos que valorar varias novedades políticas para intentar imaginar el resultado. Y para calcular el futuro inmediato de la política española, solo hay que atender a dos variables: la agrupación de la izquierda y el ‘manolismo’ de Rajoy. En la primera variable, todo está por comprobar por dos razones. Se cita de forma equivocada, a mi juicio, la coalición electoral de Joaquín Almunia y Francisco Frutos en el año 2000, porque ese acuerdo electoral nada tiene que ver con el actual pacto de Podemos e Izquierda Unida para concurrir juntos en las elecciones. Ahora lo que se busca, exclusivamente. es el aprovechamiento de los restos con que la Ley D’Hondt maltrata a los minoritarios. Es verdad que en política, la matemática indica que uno y uno no suelen ser dos, pero no es la cuestión. La suma esta vez puede concederle a la izquierda del PSOE la hegemonía con la que siempre soñó Julio Anguita.

Rajoy volverá a exhibir su máxima de que, “a veces, la mejor decisión es no tomar ninguna”. Un pensamiento que podría pertenecer a un filósofo fatalista

La segunda variable es el ‘manolismo’ de Rajoy, que también puede ser determinante. Ahora, como la legislatura fallida le ha devuelto las fuerzas, hasta quienes le criticaban de forma acerada están modificando sus opiniones. “Rajoy es proverbial”, se ha podido leer estos días a uno de los analistas que, hasta anteayer, censuraban su inacción. Todo eso se ha vuelto ahora como una virtud: “Rajoy ha demostrado que, sin moverse, ha dejado en ridículo a todos aquellos que se movían sin sentido para no llegar a nada”. Ayer mismo, aquí en El Confidencial, Ignacio Varela sostenía que el vídeo soso con el que Rajoy ha inaugurado la campaña electoral era “una pieza sofisticada de comunicación política que cumple su objetivo y responde a una estrategia elaborada”. Hace el candidato y presidente en funciones un vídeo que parece hecho en el juzgado de guardia, de frente y de perfil, y un experto como Varela lo considera una “pieza sofisticada de comunicación política”. Lo dicho, el triunfo del ‘manolismo’. Factor determinante de estas nuevas elecciones.

Ante todo, ante todos, en especial ante los suyos, Mariano Rajoy volverá a exhibir su máxima de que, “a veces, la mejor decisión es no tomar ninguna decisión”. Un pensamiento que, antes que pertenecer a un líder político, del que se espera lo contrario, la acción, la resolución de los problemas, podría pertenecer a un filósofo fatalista, que solo creyese en la inevitabilidad de las cosas. Muchos siglos antes, ya decía lo mismo Cicerón: “Tu destino es, o bien uno, o bien otro; por tanto, no conviene llamar al médico”. Pues eso. Rajoy y la inexplicable teoría política del ‘manolismo’ como triunfo electoral.

En la vida, hay de todo. Hay incluso quien llega a líder por aburrimiento. Es lo que puede ocurrir con Mariano Rajoy si en las próximas elecciones logra cuadrar los números del Congreso de los Diputados y sale investido de nuevo presidente del Gobierno. Habrá tapado todas las bocas, sin abrir la suya; habrá vencido a sus rivales, sin enfrentarse a ellos; habrá convencido a sus electores sin necesidad de entusiasmarlos. Por aburrimiento. Y con la persistencia que acompaña siempre a los líderes aburridos, acaso su mayor virtud porque nunca desisten en el empeño. A falta de fieles, ellos mismos se bastan para generarse autoconfianza, convencimiento ciego en sus métodos, alabanzas continuas en esa estrategia tan gris, tan desesperante, que consiste en dejar pudrirse los problemas que tienen difícil solución.

Mariano Rajoy Manuel Chaves