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Este país ha pasado, sin solución de continuidad, de encerrar a un terrorista, a pasearlo a lomos de la extrema izquierda por toda Europa

Foto: Arnaldo Otegi en el Parlament. (Efe)
Arnaldo Otegi en el Parlament. (Efe)

El día 1 de marzo, el señor Arnaldo Otegi habría de encarar su salida de prisión. A diferencia de los secuestrados por la banda terrorista ETA, él sí sabía cuál sería la fecha exacta en la que terminaría su confinamiento. A diferencia de ellos, él pudo tener derecho a una defensa y a un juicio justo, tuvo derecho a sus llamadas de teléfono, su rato de 'tele', su rayo de luz en el patio, sus libros... A diferencia de sus víctimas, él sabía que saldría vivo de aquel centro penitenciario y su familia sabía que le volvería a abrazar. Pero sobre todo, a diferencia de quienes sufrieron el terrorismo, él sí pudo elegir.

Y eligió, eligió disfrutar de un día de playa cuando el resto de España lloraba a Miguel Ángel Blanco, eligió a sus víctimas, una a una y eligió y elige no condenar la actividad de la banda terrorista ETA.

Entonces el CIS reconocía el terrorismo como una de las mayores preocupaciones de los españoles, cuando las plazas se llenaban si, para gritar “basta ya” y el mundo se dividía entre los que querían matar, y los que querían vivir. Hoy, el terrorismo ha sido desalojado de las inquietudes de los españoles, sobradamente superado por el paro la economía o la corrupción, y pareciera que el borrado estadístico hubiese hecho desaparecer de un plumazo, a verdugos y víctimas a la par que la solidaridad y el rechazo que generaron.

El terrorismo ha sido desalojado de las inquietudes de los españoles, sobradamente superado por el paro la economía o la corrupción

Este país ha pasado, sin solución de continuidad, de encerrar a un terrorista, a pasearlo a lomos de la extrema izquierda por toda Europa, incluyendo el Parlamento Europeo, Irlanda, Inglaterra y Bélgica. Así, sin anestesia, de la puerta de la inclusa al portón del Parlament, insólito. Absolutamente nadie hubiese podido presagiar en España que la vida política daría las suficientes vueltas para convertir a los verdugos en héroes, para que acabasen siendo ellos los que recibiesen los honores y la puerta noble de nuestras instituciones, pero me temo que el extremismo ha encontrado una fisura en nuestra sociedad por la que se está empezando a colar de todo.

Otegi en gira, la petición de indulto a un agresor de embarazadas y adversarios políticos desde la misma alcaldía de Madrid, la cara de ricino recién ingerido de la Sra. Colau cuando detecta militares en una feria. Me temo que, como recientemente escribía Mari Mar Blanco, todo esto no es más que un burdo intento de reescribir la historia de España, algo que debería resolverse rápidamente con un poco de memoria, y agradeciendo que se quiten la careta a tiempo. Dime a quién admiras, y te diré quién eres.

El día 1 de marzo, el señor Arnaldo Otegi habría de encarar su salida de prisión. A diferencia de los secuestrados por la banda terrorista ETA, él sí sabía cuál sería la fecha exacta en la que terminaría su confinamiento. A diferencia de ellos, él pudo tener derecho a una defensa y a un juicio justo, tuvo derecho a sus llamadas de teléfono, su rato de 'tele', su rayo de luz en el patio, sus libros... A diferencia de sus víctimas, él sabía que saldría vivo de aquel centro penitenciario y su familia sabía que le volvería a abrazar. Pero sobre todo, a diferencia de quienes sufrieron el terrorismo, él sí pudo elegir.

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