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Podemos y la sonrisa de la Gioconda
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José Antonio Zarzalejos

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Podemos y la sonrisa de la Gioconda

La propuesta electoral de Podemos regresa a la emotividad: el lema de su campaña es “La sonrisa de un país”, cinco palabras de naturaleza blanda para diluir el “discurso del miedo”

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, sonríe durante la presentación de su campaña para el 26-J. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, sonríe durante la presentación de su campaña para el 26-J. (Reuters)

La Gioconda de Leonardo da Vinci, colgada en uno de los muros más universales del museo del Louvre, es el retrato renacentista más inquietante de los grandes maestros de la pintura. Y lo es porque la Mona Lisa parece que sonríe y que lo hace de manera sardónica. No es la suya una sonrisa plácida sino afectada por una alegría malsana. Seguramente si la mueca de la Gioconda no se prestase a tantas interpretaciones -y sensaciones- su retrato, de dimensiones reducidas, no hubiese seducido como lo hace. La sonrisa tiene tantos registros como intencionalidades la motivan. De ahí que ante la sonrisa haya que ponerse en guardia y practicar una indagación perspicaz sobre las causas que la provocan.

Muchos líderes de Podemos -véase el documental “Política, manual de instrucciones” dirigido por Fernando León de Aranoa, estrenado ayer- abordan el discurso político desde perspectivas muy poco convencionales y, de entre ellas, la más relevante es la que prima los factores emocionales. Pedro Sánchez no podrá olvidar cómo le advirtió Iglesias -también sonriendo- de que la posibilidad de que fuera presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos era como “una sonrisa del destino”. Lo que vino después ha marcado, efectivamente, el destino político del secretario general del PSOE, pero no precisamente con una sonrisa.

La propuesta electoral de Podemos regresa a la emotividad: el lema de su campaña es “La sonrisa de un país”, cinco palabras de naturaleza blanda y manejable para diluir el llamado “discurso del miedo” que propalan sus adversarios para combatirlo en las urnas el 26-J. De nuevo la sonrisa pero esta vez acompañada de un logo en el que la letra “o” de Unidos se sustituye por un corazón multicolor que, de nuevo, apela a los sentimientos mucho más que a los raciocinios y enlaza con los discursos naif de personalidades de referencia para los morados, como los de Manuela Carmela que hace de la elementalidad dialéctica una potentísima arma de persuasión. Con ese lema la transversalidad alcanza la nada ideológica porque tampoco nada dice de lo que es y quiere Podemos, al contrario de sus socios de IU que siguen exhibiendo banderas comunistas y republicanas como advertencia de lo que son y de lo que pretenden.

Con ese lema la transversalidad alcanza la nada ideológica porque tampoco nada dice de lo que es y quiere Podemos, al contrario de sus socios de IU

Se ha escrito que la sonrisa es un idioma general, universal, que toda gente y en todo lugar se entiende. También que para arrugar la frente hay que poner en movimiento 40 músculos pero sólo 15 para sonreír, y William Shakespeare escribió que “es más fácil conseguir lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada”. Cómo será la sonrisa de benéfica que tiene un día mundial asignado: el primer viernes del mes de octubre de cada año. Si se combina la sonrisa con la representación simbológica del amor -un corazón- el efecto emocional del mensaje progresa geométricamente hasta provocar el bienestar sentimental de sus receptores. Y eso es lo que ha urdido Podemos para presentarse en esta campaña electoral.

¿A qué conclusiones conducen estas reflexiones? A varias. La primera es que los responsables de Podemos saben manejar determinados mecanismos de emoción colectiva que movilizan y que buscan la empatía. La segunda es que Podemos ha detectado que frente a los discursos que le connotan como una amenaza para la democracia, como expresión de un nuevo totalitarismo, como una organización destructiva, era más eficiente responder con expresiones mullidas y gratas que con exabruptos. La tercera es que el partido morado ha medido bien que en España hay un déficit de afectos colectivos por la política y de respeto por el ejercicio del poder, que se presenta huraño y cejijunto, y combate ese distanciamiento con una simulada adolescencia dialéctica que les diferencia de los otros partidos.

La sonrisa que Podemos propone al país va mucho más allá del 'marketing', se infiltra en el engaño y es como la de la Gioconda: inquietante y sardónica

Pero la cuarta y más importante de las conclusiones de la formulación de esta campaña buenista consiste en que los dirigentes de Podemos anteponen -lo ha escrito acertadamente en 'El País' Francesco Manetto el pasado jueves- la estrategia de “asaltar” el poder a cualquier otro principio ideológico o de diferente naturaleza. La estrategia es siempre instrumental y, por lo tanto, contingente. Ni “la sonrisa de un país” (como en su momento “la sonrisa del destino”), ni la transformación de un logo en un corazón multicolor, incorporan mensajes ideológicos, ni trasladan conocimientos o información, solo sensaciones, emociones, percepciones fugacísimas. De tal modo que esa estrategia se convierte así en nuestro contexto político en una estratagema, es decir, en una “acción hábil y engañosa para conseguir algo”.

El lema de campaña de Podemos y su logo son, pues, muy emotivos, muy sentimentales y muy empáticos. Pero suponen lisa y llanamente una argucia porque ambos son como sacos terreros tras los que se camuflan artefactos ideológicos que, de traducirse en políticas concretas, nada tendrían que ver ni con sonrisas ni con corazones de colores. Por eso, la sonrisa que Podemos propone al país va mucho más allá del 'marketing', se infiltra en el engaño y es como la de la Gioconda de Leonardo da Vinci: inquietante y sardónica.

La Gioconda de Leonardo da Vinci, colgada en uno de los muros más universales del museo del Louvre, es el retrato renacentista más inquietante de los grandes maestros de la pintura. Y lo es porque la Mona Lisa parece que sonríe y que lo hace de manera sardónica. No es la suya una sonrisa plácida sino afectada por una alegría malsana. Seguramente si la mueca de la Gioconda no se prestase a tantas interpretaciones -y sensaciones- su retrato, de dimensiones reducidas, no hubiese seducido como lo hace. La sonrisa tiene tantos registros como intencionalidades la motivan. De ahí que ante la sonrisa haya que ponerse en guardia y practicar una indagación perspicaz sobre las causas que la provocan.

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