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Arístegui, la distancia es el olvido
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Graciano Palomo

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Arístegui, la distancia es el olvido

Francisco Camps en el momento de su venganza. La embajada ante la Santa Sede –por aquello de  “curita” (Bigotes dixit) es una posibilidad porque ahora el

Francisco Camps en el momento de su venganza. La embajada ante la Santa Sede –por aquello de  “curita” (Bigotes dixit) es una posibilidad porque ahora el Presidente no puede negarle casi nada. El que tiene posibilidad de reivindicarse es el buen vasco –aventura equinoccial de Lope de Aguirre-, Gustavo de Arístegui, que pagó caro ir subido en la susuki, pero ahora ha desempolvado su credencial de diplomático de carrera para optar a Washington o Naciones Unidas, que tampoco es moco de diplomacia.

Los asesores –vascos e interesados- de Arístegui le jugaron una mala pasada en los turbulentos días del 2008 cuando se creyó que era de verdad. Aquel fallo fue aprovechado hábilmente por otros diplomáticos más cerca de Rajoy para mandarle al averno en el momento de la tierra prometida. Pero quedó escrito que el presidente no es hombre rencoroso y en el fondo estima como victorias aquellos casos en los que los mismos que le apuñalaron luego van en busca de su perdón… y favor.

Javier Rupérez, embajador ante la Casa Blanca cuando lo de Irak, debe estar en edad de jubilación, pero también aspira a volver a viajar por cuenta del contribuyente.

Otro es el viejo zorro vallisoletano –sólo para tener escaño por esa provincia- Miguel Angel Cortés. El taimado vividor de la política (¡qué cuadros tiene, qué obras de arte dispone!) viaja con frecuencia a NY y desprecia los vuelos gallináceos del acontecer hispano. ¡Cómo será que estos tipos del clan de Valladolid, sin tener media bofetada de talento y sin disponer de un solo voto propio, siempre han estado montados en el machito y el dólar.