El juez que metió en la cárcel a Mario Conde se enfrenta ahora al crimen organizado

Nunca conocí a un juez tan insobornable como duro. Nació en Valladolid y dice llamarse Manuel García Castellón. Era titular de un juzgado en la Audiencia Nacional cuando cayó por allí un chico sin despeinarse que decía llamarse Mario Conde.

Al comienzo de la instrucción, el abogado del Estado, chulo y repeinado él, creyó que al magistrado se le iban a aflojar las piernas. Luego se dio cuenta de que el castellano, escaso de pelo y mirada heladora, iba en serio y hasta creo que le ofreció una isla. Metafóricamente hablando se entiende. O tal vez no.

Luego le tomó declaración y por sorpresa le preguntó entre aquellas paredes destartaladas:

-Señor Conde, ¿a qué prisión quiere ir? Le ofrezco dos: Alcalá-Meco y Soto del Real.

-¿Eh?, Cómo dice señor juez…

-¡Que le mando a la cárcel y sin fianza, coño!

Tras aquel ‘affaire’ que le marcaría la vida, García Castellón ha pasado casi veinte años en París como juez de enlace con la justicia francesa en la lucha agónica contra el terrorismo, es decir, contra ETA. Semiliquidada la banda, está instalado ahora en Milán donde combate al crimen organizado y, como primera providencia, un homenaje al juez Falcone en sus veinte años criando malvas.

Nunca vi tan cerca un servidor probo del Estado. Eficaz y calladamente.