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El nuevo Pizarro transnacional (Baker&McKenzie)
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Graciano Palomo

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El nuevo Pizarro transnacional (Baker&McKenzie)

Lo primero es antes que nada. Debo confesar, y escribo, que Manuel Pizarro es una de las personas más inteligentes que me he topado en mi

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El nuevo Pizarro transnacional (Baker&McKenzie)
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Lo primero es antes que nada. Debo confesar, y escribo, que Manuel Pizarro es una de las personas más inteligentes que me he topado en mi abigarrada existencia. Siempre admiré de él su sentido de la independencia (la verdad es que bien mirado, debe muy poco a nadie o a nadie muy poco), su cabal percepción intuitiva de persona que viene del surco (turolense, por más señas), su sentido de la lealtad y, oiga, por decirlo todo, sus redaños para despreciar situaciones cómodas.

Pizarro (lo escribo para los legos) fue en los decisivos años aznaristas una de las personas más influyentes en el César. De hecho, buena parte de los prebostes que ahora inundan el desvencijado suelo patrio se lo deben a él.

Tras su paso por la política como protagonista habría mucho que decir. Un paisano de mi pueblo lo diría por corto y por derecho: le dejaron al pairo. Pero cumplió, incluso viendo desde la grada cómo se las gastaba el zapaterismo estulto, ignorante y engreído. Siempre me pregunté a quién demonios podía molestar Manolo Pizarro en aquel PP en la oposición.

Ahora, tras una desdichada tragedia familiar, el hombre que lo ha sido casi todo (ministro no quiso, y de ahí que viniera en 1996 Josep Piqué a ocupar el puesto que le ofrecieron, y él a su vez a Joan Rosell, íntimo amigo) preside en España el despacho de abogados más importante del mundo (Baker&McKenzie) pero no pierde la vista a su tierra aragonesa (siempre tira a su favor) ni el devenir de la gran patria española. El anunció lo que sucedería.

¡No le hicieron caso!

Sigue tan lúcido y libre como siempre. ¡O más!

Como contribuyente, me gustaría que trabajara para mí defendiendo mis intereses en el servicio público. ¿Qué maldición bíblica le ha caído a este país?

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Lo primero es antes que nada. Debo confesar, y escribo, que Manuel Pizarro es una de las personas más inteligentes que me he topado en mi abigarrada existencia. Siempre admiré de él su sentido de la independencia (la verdad es que bien mirado, debe muy poco a nadie o a nadie muy poco), su cabal percepción intuitiva de persona que viene del surco (turolense, por más señas), su sentido de la lealtad y, oiga, por decirlo todo, sus redaños para despreciar situaciones cómodas.