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Rajoy, 20-N: el círculo interior de Moncloa
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Graciano Palomo

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Rajoy, 20-N: el círculo interior de Moncloa

Doce meses después de la victoria en las elecciones, es difícil encontrar para el presidente alguien que defienda su gestión, y aún más que dé la

Foto: Rajoy, 20-N: el círculo interior de Moncloa
Rajoy, 20-N: el círculo interior de Moncloa

Doce meses después de la victoria en las elecciones, es difícil encontrar para el presidente alguien que defienda su gestión, y aún más que dé la cara por un hombre que, al menos, ha demostrado saber “morder la bala” y aguantar “lo que me echen”.

Ello se puede ver en las tertulias y debates televisivos con claridad meridiana, incluso entre aquellos que se lo deben todo al marianismo. Tengo para mí que el gallego está esperando como agua en el Sahara que resurjan las yemitas de color verde porque el dolor acumulado entre el pueblo llano se desborda.

Lo más descriptible en una conmemoración aciaga -que el propio Rajoy entiende mejor que nadie porque es persona de facts y no de palabrería- es el núcleo de poder constituido a su alrededor durante este tiempo.

En el gabinete de Presidencia manda Jorge Moragas, of course, pero no se puede echar en baldío al equipo que capitanea la Vicepresidenta con dos brazos largos en distintas áreas. Apunten a María González Pico, mujer castellana en ejercicio full time, y Carmen Martínez Castro, gallega en superejercicio, que en multitud de ocasiones tiene que bailar con los más feos del lugar. Ambas se sorprenden de poco y cuentan con la confianza total de su jefa y jefe.

El presidente Rajoy cuenta también con otros colaboradores “externos”, que no figuran en el Fichero de Altos Cargos ni resultan un gravamen para los menguados presupuestos públicos. Cuya opinión resulta esencial para el primer ministro.

¿Habrá cambios en el Gobierno próximamente?, preguntan aquí y acullá. Lo ignoro, pero sí sé que la primera condición que informa la humanidad de Rajoy es la “previsibilidad”. Y lo previsible, dentro de la imprevisibilidad de la vida pública, es que no remueve a ningún ministro u alto cargo hasta que los facts no aconsejan fervientemente el traslado o la firma de la defunción.

¡Esto es que puede ser que sí o puede ser que no!

Ustedes me entienden. 

Doce meses después de la victoria en las elecciones, es difícil encontrar para el presidente alguien que defienda su gestión, y aún más que dé la cara por un hombre que, al menos, ha demostrado saber “morder la bala” y aguantar “lo que me echen”.