El ocaso del neocón hispano por excelencia

Cuando Aznar murió políticamente, su lugar en el amplio universo hispano fue ocupado por el chileno Sebastián Piñera, el acaudalado hombre de negocios que llegó a la Cordillera tras pasar por Harvard.

El empresario Piñera sucedió a la inconsistente Bachelet en la presidencia del país andino (el más respetado a nivel mundial del elenco hispanoamericano) en medio de una gran expectación y, sobre todo, esperanza, pese a que descendía políticamente del pinochetismo sin exageraciones y sin alardes innecesarios.

El presidente (justo ahora en medio de su mandato de cuatro años) prometió mucho, tanto que se lo demandan en una población que sufre a diario el “liberalismo” desbordado en sectores claves como la educación, la sanidad, las pensiones, etc…

¿Ha subido el paro con Piñera? No.

¿Ha aumentado la pobreza en Chile? No.

¿Hay casos de corrupción sangrantes en la Administración? No.

¿Ha dejado a Chile con su actuación en ridículo ante el mundo? No.

Entonces, pregunto, ¿por qué ha decepcionado Piñera en la nación más solvente, previsible y ordenada de Iberoamérica?

-Pues porque promete mucho y siempre se queda corto.