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Pedro J., siempre piedra de escándalo
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Graciano Palomo

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Pedro J., siempre piedra de escándalo

No me creo que Pedro J. Ramírez -o sí- tenga las fotos de José Blanco de las que todo el mundo habla, medio dice haber visto

Foto: Pedro J., siempre piedra de escándalo
Pedro J., siempre piedra de escándalo

No me creo que Pedro J. Ramírez -o sí- tenga las fotos de José Blanco de las que todo el mundo habla, medio dice haber visto y nadie enseña. Si algo ha demostrado el riojano es que no se para en barras cuando tiene alguna almendrita que llevarse a la boca.

Esto es como aquel dicho de los Países Bajos: “Niño, duérmete, que llamo al Duque de Alba”. Pues, político, oiga, pórtese bien que llamo a Pedro J. Es algo parecido a lo que está ocurriendo a propósito de su presunto cese al frente de la división editorial de Unedisa, grupo al que todo el mundo casa con Vocento cuando ni siquiera se ha producido la pedida de mano.

Se ha dicho y runruneado ya tantas veces que incluso el día que oficialmente se produzca, si se produce, habrá que confirmarlo el doble de veces que San Pedro negó a Cristo.

Lo mismo sucede a propósito de las lanzadas (¿a moro muerto?) que el diario que dirige viene propinando ora a la familia biológica de Jordi Pujol, ora a sus herederos políticos Mas & company. O la reciente encuesta (bastante burda y sosa, la verdad) a propósito de la caída del Rey y los espurios intereses que tendría el director a tal respecto.

Me parece que todo ello es desconocer al personaje, por el que también pasa el tiempo. Lo único cierto es que sigue en la calle de San Luis al timón y que, a lo largo de tantos años de ejercicio feroz del periodismo -gracias al cual nos enteramos de algunas cosas que pasaron por este Reino-, ha cosechado gran cantidad de enemigos que nunca le perdonarán que les citara.

No me creo que Pedro J. Ramírez -o sí- tenga las fotos de José Blanco de las que todo el mundo habla, medio dice haber visto y nadie enseña. Si algo ha demostrado el riojano es que no se para en barras cuando tiene alguna almendrita que llevarse a la boca.

Pedro J. Ramírez