La memoria de Adolfo Suárez

Estoy como loco por tener las galeradas que ha escrito el todoterreno Fernando Ónega sobre Adolfo Suárez. Porque estoy seguro de que contendrá mucha verdad acerca de la verdadera historia del primer presidente de gobierno de la restauración democrática.

Ónega -“puedo prometer y prometo”- gozó siempre de la confianza del abulense y debo entender y entiendo que también del albacea del mismo, es decir Adolfo Suárez Illana, que se indignó -como toda razón- con algunos otros manuscritos sobre el personaje clave de la Transición. El periodista gallego fue su primer jefe de prensa en Moncloa y autor de algunas de las piezas oratorias más transcendentales de los primeros años del lustro que estuvo en la jefatura del gobierno.

Suárez nunca quiso, pese a las sabrosas cantidades que le pusieron sobre la mesa editoriales de postín, escribir sus memorias al considerar que su principal aportación a España (la reconciliación nacional) podría irse al traste porque su verdad encabronaría a muchos. La memoria se puede dictar de muchas formas y maneras. Creo que la escogida por sus “hereus” es la mejor de todas ellas teniendo en cuenta la altura histórica del personaje. Para los hijos de la Transición -entre los que me hallo- Suárez será siempre un icono y a la vez un arcano.

Recientemente, su exministro Otero Novas (amigo también de Ónega) me comentaba que durante la elaboración de la Constitución, Adolfo le preguntaba constantemente si el texto garantizaba la “unidad nacional”, una obsesión para el entonces presidente.

“Que sí, presidente, que sí, léete lo que te mando!”. La lectura no era precisamente uno de los puntos fuertes del fundador de UCD. En paralelo, la Televisión Española de la veterana y bien acreditada pluma de José Hervás ultima un amplio documental sobre la vida, obra y hasta milagros de Suárez. Quizá en esta hora es cuando más se echa de menos a un chusquero de la política que supo hacer milagros. El milagro mismo de la Transición.