La Visa y el segundo de Juan Rosell

Para el próximo martes, 18 de junio, está convocada la Asamblea General 2013 de CEOE, durante la cual su presidente, Juan Rosell, presentará un manifiesto/alegato acerca de las razones de los empresarios para entender lo que está ocurriendo en la canicular coyuntura hispana. El catalán lleva dos años y medio al frente de la gran patronal y en este tiempo ha tenido que templar muchas gaitas y desatascar muchas de las obsoletas y aún podridas cañerías que heredó de la etapa de Gerardo Díaz Ferrán. Internas y externas.

Son las internas las que le han provocado graves magulladuras. Se encontró un cuartel general en Diego de León repleto de mamandurrias; al dinamitarlas provocó la ira de los afectados, incluso entre aquellos que recibieron indemnizaciones que alcanzan para sentarse todas las mañana en la Rotonda del Palace y dedicarse a leer a Antonio Muñoz Molina, el autor de moda por estos lares que tras subirse al carro de Zapatero (Instituto Cervantes) abjura del leonés y de paso de la Monarquía.

Creo haber escrito en alguna otra ocasión que Rosell es de los pocos ciudadanos de este país que en su día mandó a paseo la cartera del Ministerio de Industria que le ofreció Aznar, por indicación de Manuel Pizarro. Madrid, no el acogedor pueblachón mesetario, siempre le ha producido un cierto vértigo, que ya se sabe que el Mediterráneo natal conlleva una humedad menos agresiva.

Cuando decidió dar el salto desde Foment a CEOE, se ató los machos y se curó en salud porque sabía que sus reformas dentro del enorme ministerio vertical que había heredado le provocaría enemigas personales. Pero había que soltar lastre. Y lo soltó.

Desechó el sueldo de presidente, aparcó la Visa y sólo se subió al coche oficial por razones de operatividad móvil.

En estos dos años y medio ha sido un personaje clave en muchos aspectos, incluidos los recientes acuerdos entre Gobierno y PSOE. No voy a relatar aquí sus aventuras equinocciales entre Artur Mas y Mariano Rajoy para evitar el camino de no retorno.

Desaparecido Alberto Nadal en su entourage, Juan Rosell depositó su confianza en su vicepresidente Jesús Terciado, que en paralelo también está llevando a cabo un sustancial aggiornamento en CEPYME.

La prudencia y la ausencia de protagonismo mediático no significa ni puede significar en modo alguno que un ciudadano no puede resultar decisivo en momentos claves como los actuales.