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Rajoy: el peligro de Aznar sigue acechando
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Graciano Palomo

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Rajoy: el peligro de Aznar sigue acechando

El desdén con el que el presidente del Gobierno recibe los consejos (cabría decir desplantes chulescos) de su anterior jefe jalea a los talibanes del aznarismo,

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Rajoy: el peligro de Aznar sigue acechando

El desdén con el que el presidente del Gobierno recibe los consejos (cabría decir desplantes chulescos) de su anterior jefe jalea a los talibanes del aznarismo, quienes piden insistentemente a su icono político que se deje de zarandajas y requiebros y plante cara fácticamente al inquilino de la Moncloa, que a su vez es el comandante en jefe del Partido Popular.

En efecto. Tras el aznarazo, que tuvo una repercusión mediática importante -y hasta lógica, porque no es habitual que un ex arremeta sin piedad, y tan sólo con alguna razón, contra la persona que su dedazo designó- Moncloa y Génova 13 hicieron un brindis al encorajinado señor del bigote recortado y mandaron a la vicetodo y a Carlos Floriano a bailarle el agua en el club Siglo XXI. ¡Tampoco son estos buenos tiempos para la lírica! Pero no se engañen ni unos ni otros. Mariano Rajoy está firmemente decidido a seguir por su propia senda, más allá de alguna concesión protocolaria y de buena educación, y no reconoce en modo alguno la autoridad del maestrillo resabiado que pretende ponerle deberes.

Es verdad que se anuncia desde el poder una rebaja de impuestos -¡largo me lo fiáis, amigo Sancho!-, pero si algo ha demostrado el muchacho de Pontevedra es su inabarcable capacidad de aguante y su afiliación directa al santojobismo. Es cierto que si las cosas se ponen más feas pueden aplicar la cláusula de “¿quién detenta el poder en el partido?” (y, por lo tanto, en FAES), pero no parece que el presidente Rajoy esté ahora mismo por la labor.

A José María Aznar -¡qué nervioso está el asesor de Murdoch!- le quedan pocas balas en la recámara y para salvar la Patria, oiga, tampoco hace falta ponerse así. No comparto la tesis del profesor Bernardos de que el expresidente sea el jefe in péctore de la extrema derecha, pero sus actitudes en ocasiones llaman a la confusión. Sus contradicciones son de tal calibre que se entiende que apenas un puñadito de seguidores le sigan jaleando, seguidores que, por otra parte, suman tantos votos que podría entrar en un plumier.

Llegan mensajes de los nostálgicos del búnker aznarista respecto a que su jefe podría dar el paso “definitivo” en el próximo otoño “si las cosas no cambian”. ¿A qué se refieren? ¿A doblar el espinazo al presidente del Ejecutivo? Creo, modestamente, que pueden abandonar toda esperanza como Dante a la entrada del Quinto Infierno. A lo más que pueden aspirar (el partido lo tiene bien atado la dama manchega) es a conspirar un rato utilizando (si se deja) a Alberto Ruiz-Gallardón, a quién sus fiscales tampoco hacen demasiado caso, con excepción del caso Blesa.

Lo que sus antiguos votantes no perdonarán es que por intereses ad hominem (más claros que una mañana en el Caribe) birlen a un primer ministro en apuros el soporte que ahora mismo concede Pérez Rubalcaba. Ya escribió De la Bruyère que es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien…. ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca. 

El desdén con el que el presidente del Gobierno recibe los consejos (cabría decir desplantes chulescos) de su anterior jefe jalea a los talibanes del aznarismo, quienes piden insistentemente a su icono político que se deje de zarandajas y requiebros y plante cara fácticamente al inquilino de la Moncloa, que a su vez es el comandante en jefe del Partido Popular.

Mariano Rajoy José María Aznar Botella