El secreto de Aznar: añora a Zapatero

El muy veterano Luis María Anson, persona que conoce la historia y nada sospechoso de “marianismo” precisamente, lo ha visto con nitidez ansoniana: si cae el PP vendrá un frente popular que dará al traste con todo el esfuerzo de los dos últimos años y España volverá a estar en almoneda en todos los campos y todos los sentidos.

La gran ventaja que ha tenido España en estos 24 meses de convulsión, malestar y encabronamiento, todo ello comprensible y comprendido, ha sido precisamente la solidez política gubernamental asentada sobre una mayoría absoluta inconmovible y disciplinada.

El desdén del que fuera su dedo prestidigitador hacia el primer ministro no tiene parangón en la cultura política occidental. En Moncloa, mucho más en Génova 13, están convencidos de que el expresidente es la mano que mece todas las cunas del descontento y les saca de quicio que ataque por donde más duele: la posición antiterrorista.

Manuel Fraga fundó el PP pero José María Aznar lo convirtió en una formación extraordinaria, con más de 800.000 militantes, la más importante de toda Europa, con presencia en 176 países de todo el mundo. De ahí que no se entienda bien que eche continuamente arena en el engranaje de centro/derecha a propósito de cualquier cosa, máxime en una persona que ha sido presidente durante ocho años. Conocen todas sus andanzas y todos los braserillos que mueven. Verbigracia, ni María San Gil, ni Ortega Lara levantan un folio sin permiso del malhumorado señor del bigote.

Le saca de quicio que su sucesor, contra el que tiene durísimas palabras en privado, le responda con desdén y no entre al trapo.

-Este hombre acaudalado parece perseguir que vuelva otro Zapatero, dicen con sorna en los aledaños del tándem Rajoy/Cospedal.

Es la secretaria general la pieza que llevan años persiguiendo. La manchega es rocosa. Luego, vendría el hombre de Pontevedra y, finalmente, con un gobierno de izquierda/izquierda aparecería el salvador. Un Charles de Gaulle en miniatura. Histórica se entiende.

Sucede que Mariano también es pétreo e impasible. Pequeño error de cálculo para los conspiradores. Y, además, tiene el poder.

Sólo desde esa tesitura se pueden entender algunos procederes. Siempre hay que pararse a intentar diferenciar las voces de los ecos.