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Pedro J.: Dios te libre del día de las alabanzas
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Graciano Palomo

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Pedro J.: Dios te libre del día de las alabanzas

Los que me siguen en este modesto rincón de un gran periódico digital no podrán negarme que recientemente y en ocasiones varias me he referido al

Foto: Pedro J. Ramírez. (Reuters)
Pedro J. Ramírez. (Reuters)

Los que me siguen en este modesto rincón de un gran periódico digital no podrán negarme que recientemente y en ocasiones varias me he referido al fin de un camino que se cerraba en torno al más famoso, controvertido y mucho menos influyente periodista de lo que él mismo se creía. De hecho, electoralmente casi siempre se subió a la grupa de caballo perdedor.

Conocí a Pedro J. en los muy lejanos años de la Universidad de Navarra y, ya entonces, aunque se dedicaba a tareas artísticas (teatro de la mano de Ignacio Amestoy) su ambición y su talento eran reconocidos. Lo que ignorábamos es que, además, era una persona tan maquiavélica en el sentido de que el fin justifica los medios. Otros llaman a eso falta de escrúpulos. Su valor está acreditado ante episodios nada edificantes.

Ramírez antes que nada es periodista. Muchos entienden que antes que periodista hay que ser persona. Cuestión de matices para interpretar su larga andadura mediática.

El hecho descriptible es que su obra está ahí, y eso es al fin y a la postre lo que cuenta para la posteridad. Un diario como ‘El Mundo’ fue imprescindible y lo sigue siendo en la convulsa y nada bien ataviada España de hoy. Estoy seguro que con Casimiro no quedará ni una sola verdad (aunque Pedro J. también publicó unas cuantas mentiras) que merezca ser impresa que se agoste en el tintero.

El ego inmarcesible e inabarcable del riojano, que además se ha hecho rico con esto, querrá ver conspiraciones en la Gironda. Hombre, tras el verano que le dio al primer ministro no pensaría que Mariano Rajoy le invitaría a té tarde sí y mañana también –como hacía Rodríguez Zapatero-, pero habíamos concluido que el gallego es un líder volteado por todos los vientos…

Por encima de todo, lo que Ramírez ha dejado escrito y bien escrito es la voladura de un viejo axioma que ha saltado por los aires: un periodista jamás es noticia.

Lo fue antes, durante y después.

Cuando te empiezan a levantar piras laudatorias es que, en efecto, estás muerto.

Los que me siguen en este modesto rincón de un gran periódico digital no podrán negarme que recientemente y en ocasiones varias me he referido al fin de un camino que se cerraba en torno al más famoso, controvertido y mucho menos influyente periodista de lo que él mismo se creía. De hecho, electoralmente casi siempre se subió a la grupa de caballo perdedor.

Pedro J. Ramírez Mariano Rajoy