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El golpe de timón no es un golpe de Estado
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Graciano Palomo

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El golpe de timón no es un golpe de Estado

Aquellos inquietantes acontecimientos de inicio de  los año 80 los viví yo como periodista full time con estos ojos y estos oídos que se comerán la

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Aquellos inquietantes acontecimientos de inicio de los año 80 los viví yo como periodista full time con estos ojos y estos oídos que se comerán la tierra. Muy joven, sí, pero como testigo excepcional los contemplé e incluso los describí a diario mediante los muchos despachos que escribía primero para la agencia Europa Press y luego para la agencia EFE, entre otros medios.

Vamos a ver, mis queridos amigos. Desde la victoria electoral de Adolfo Suárez de 1979 el cerco al presidente fue total, absoluto, por tierra, mar e imprenta. No hace falta más que desempolvar las portadas y los artículos que firmaba Pedro J. Ramírez en el fenecido Diario16. Querían poner en su sillón a Joaquín Garrigues Walker, eso sí, mientras el citado periódico recibía dinero a espuertas de la UCD, el partido de Adolfo. Cosa ésta que se olvida.

El Rey recibió durante el año 1980 miles de presiones para que fumigara al presidente del Gobierno olvidando que ya existía una Constitución que no le permitía esos juegos de salón o “borbónicos”. Crisis brutal (30% de inflación), paro (25%), terrorismo y ambiciones no sólo dentro de UCD (Fernández Ordóñez ya coqueteaba abiertamente con el PSOE y el democristiano Óscar Alzaga andaba moviendo el rabo) si no también en el PSOE, donde Julián Santamaría –asesor áulico demoscópico de Felipe/Guerra- les decía a sus recomendados que Suárez ya les había ganado dos veces y continuaría haciéndolo por su particular carisma.

El Rey “recomendó” a Adolfo que viajara a Ceuta y Melilla para que los legionarios desfilaran ante él y confraternizara con los militares a los efectos de rebajar la tensión que existía -¡vaya si existía, básicamente por el terrorismo y las autonomías!- y luego se fue al País Vasco.

Todo el mundo sabe ya o intuye por qué dimitió el Presidente. ¡Es algo tan obvio!

A Josep Tarradellas lo reinstauró Suárez a través del general Andrés Casinello (87 años, retirado en Almería). Este exjefe de los Servicios Secretos de Suárez y director del Servicio de Información de la Guardia Civil durante el 23-F, sí que podría escribir un libro con fuste. Habló de “golpe de timón”, de reconducir la democracia y ordenar la desbarajustada casa común. Y a ello se apuntaron casi todos: derecha, izquierda, comunistas y marginales. Pero también conocí al histórico presidente catalán y, desde luego, no preconizaba un golpe de Estado militar, después de padecer tantos años el exilio franquista.

Ahora, ¡Si de lo que se trata es de buscar tres pies… al Rey!

Aquellos inquietantes acontecimientos de inicio de los año 80 los viví yo como periodista full time con estos ojos y estos oídos que se comerán la tierra. Muy joven, sí, pero como testigo excepcional los contemplé e incluso los describí a diario mediante los muchos despachos que escribía primero para la agencia Europa Press y luego para la agencia EFE, entre otros medios.

Adolfo Suárez Rey Don Juan Carlos