Es noticia
¿Por qué no termina de convencer la Reina Letizia?
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

¿Por qué no termina de convencer la Reina Letizia?

Los que descalifican a Doña Letizia coleccionan una serie de presuntos hechos inquietantes. Ya se ponen “peros” al papel de la Reina. La verdad es que Doña Letizia, a mi juicio, representa en sí misma todo el cambio que ha experimentado España

Foto: (REUTERS/Charles Platiau)
(REUTERS/Charles Platiau)

Como sólo he saludado (sin mediar palabra alguna por su parte) en tres ocasiones a la Reina Letizia –ahora vuelven los demonios familiares asturianos en forma de causa penal y por cuestiones económicas–me tengo que quedar con los inputs oficiales y oficiosos que me transmite mi buen colega Jordi Gutiérrez (como antes Javier Ayuso).

No son los únicos, desde luego. Una colega que, al parecer, se ve para cenar todos los meses con la Reina de España –para nada conservadora–me suele informar de cómo suele percibirel ‘alma’ de la esposa de Felipe VI; siempre en tono elogioso y positivo aunque tampoco en plan botafumeiro. Un colega conservador, pese aque pasó muchos años en la redacción de El País, me pone a la asturiana de vuelta y media tabulando hechos o presuntos procederes de la primera dama española. Coleccionan los que descalifican a Doña Letizia toda una serie de hechos o presuntos hechos que, de ser ciertos (si lo fueran o fuesen), llevarían al ánimo de cualquier ciudadano responsable de España la inquietud y aún la zozobra.

La verdad es que, al menos que yo haya perdido toda capacidad para informarme acerca de los aconteceres palaciegos o de análisis acerca de los asuntos de Estado, no veo en los aledaños de Somontes nada especialmente llamativo por lo que se haya de colgar el cartel de “peligrosa” en la experiodista. Lo que observo es que, junto con el jefe del Estado, cumple institucionalmente su rol y tampoco quiero entrar en asuntos de alcoba o de la mesa camilla, que son los únicos a los que tienen total derecho a la privacidad.

Cuando va camino de cumplirse el año de su coronación, los Reyes han cumplido con notable su rol constitucional y, modestamente, han cumplido con creces lo que se espera de un Monarca que no tiene capacidad ejecutiva y cuyo mandato se limita a la representación de España dentro y fuera, que tampoco es algo baladí.

Mientras todo el mundo se deshace en elogios hacia Felipe VI (Pablo Iglesias incluido, el chico cuyo abuelo dicho sea de paso firmó nueve sentencias de muerte durante la Guerra Civil) se ponen “peros” al papel de la Reina. Sabemos que estamos en un país difícil y raro a la hora de enjuiciar a nuestros semejantes, máxime si se trata de plebeyos que han entrado en la más alta línea de los patricios. Hasta ahí se puede entender la cosa. Lo que nunca entenderé es que se den por buenas informaciones compradas en el mercado persa del rumor o en el tenderete del mero direte.

Doña Letizia representa en sí misma todo el cambio que ha experimentado España, la gran nación española, que algunos se empeñan en no reconocer y no termino de entender muy bien por qué. Ella es la nieta de un taxista. Su suegra, la nieta del Kaisser.

¿No les parece suficiente cambio?

Como sólo he saludado (sin mediar palabra alguna por su parte) en tres ocasiones a la Reina Letizia –ahora vuelven los demonios familiares asturianos en forma de causa penal y por cuestiones económicas–me tengo que quedar con los inputs oficiales y oficiosos que me transmite mi buen colega Jordi Gutiérrez (como antes Javier Ayuso).