Zarzuela tiene un plan para la reina

Madrid. Casa del Lector. Jueves 7 de mayo. 13,20 horas.

-Está a punto de cumplirse un año, Señor…”, planteo al jefe del Estado.

-Sí, sí, qué rápido ha pasado…”, contesta el rey Felipe.

-Y, ¿bien?

-Sí, muy bien. Trabajando mucho, todo muy rápido y muy intenso, pero de eso se trata… ¿no? ¡Ja, ja, ja!

El Rey demuestra a tres periodistas (entre los que me encuentro) que ve la televisión, que sigue los programas de debate político y que tiene su propio criterio sobre formatos y también, of course, sobre opinadores.

Al lado, la reina Letizia escucha con atención -o eso parece- las palabras de su esposo. Ella se cuida mucho de opinar -y podría hacerlo- aunque pudiera también colegirse que ha sido bien aleccionada cada vez que pulula entre colegas. Todo lo que pudiera decir podría ser utilizado en su contra.

No muy lejos, el bueno de Jordi Gutiérrez, reencontrado a sí mismo, relata el plan sin especificar. Ello viene a cuento cuando le planteo abiertamente la gran cuestión, si el rey Felipe ha conseguido darle la vuelta a la peligrosa deriva de desgaste de la institución. No es menos cierto que la reina periodista o la periodista reina no termina de cuajar en el amor de los compatriotas, que no súbditos. Tendrá su propia agenda para que los contribuyentes amen algo más, y lo demuestren, a su reina, que llegó desde la plebeyez al Olimpo y es la persona en la que podrán mirarse como mínimo dos generaciones de españolas.

Lo sustancial para los Reyes -ellos lo saben- es que sean capaces de mimetizarse con el sentir del pueblo que, además, es español. El fervor del rey hacia la nación que representa está acreditado, pero esa nación tiene 46 millones de caras.

Aspirar, supongo que aspiran, a algo muy serio: unir a los compatriotas, cada uno hijo de su madre y de su padre.

Todavía no aprueban (CIS dixit) pero han dado la vuelta a una situación que hubiera conducido a la institución a una septicemia irreversible. Y, sinceramente, no estamos para eso. Precisamente.