En la UAM se escribe la historia: el fin de una época

En marzo de 1993, Felipe González, presidente del Gobierno a la sazón, fue recibido en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) con gritos de "¡chorizo, chorizo, fuera, fuera!". Entonces fueron cachorros de extrema derecha los que a duras penas dejaron al primer ministro decir cuatro palabras ante la impotencia del rector y del decano.

Trece años después, 200 matones de extrema izquierda, capuchas y caretas en ristre, recibieron al expresidente y a su colega de lo que sea Juan Luis Cebrián con gritos de "¡fascista, asesino!", pancartas proetarras incluidas Y otras lindezas en lo que ha sido calificado por Pablo Iglesias como un acto de “salud democrática”. Se repite la vieja historia de 'menches' y 'bolches' que nunca tuvieron buen final por estos lares y en ninguno.

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Álvaro G. Zarzalejos

Aquel escrache del 93 preludiaba el fin del felipismo, cuyo protagonista se había convertido en 'dios' adorable, sobre todo, para la inmensa grey que a su calor había cambiado su nivel de vida y su estatus particular. Normal. Lo que me pregunto ahora es si el escrache del pasado miércoles significa algo más que un acto intolerante y fascistoide contra dos prohombres del 'régimen' que durante casi 40 años han fijado las posiciones claves en la aventura española.

Tampoco habría que darle más importancia a un acontecido protagonizado por unos jóvenes que seguramente lo ignoran casi todo –cuando se desprecia lo que se ignora se tiende a confundir 'valor' y 'precio'– pero tampoco habría que echarlo en saco roto. Desde el luego, el cuarteto que durante casi ocho lustros mandó en la España constitucional –entre los que estaría el rey Juan Carlos y dos de los escrachados en la UAM, el otro nombre me lo reservo– está ya para sopitas y buen vino. Esto va de otra cosa.

Una lección que deberían aprender las gentes de mi generación. Porque el tiempo, en efecto, no pasa en balde y para todos. ¿No decía el reciente premio Nobel de Literatura que los “tiempos están cambiando…"? Esa canción hace 52 años que fue escrita y cantada por Bob Dylan.

¡No nos hemos enterado de casi nada!