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El día que Pablo Iglesias dijo lo que de verdad piensa sin cortarse un pelo
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Esteban Hernández

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El día que Pablo Iglesias dijo lo que de verdad piensa sin cortarse un pelo

El líder de Podemos se ha expresado con más sinceridad de la habitual sobre el camino que quiere que siga su formación. Sus afirmaciones han sido bastante reveladoras

Foto: Pablo Iglesias en la presentación del libro de Jorge Alemán. (Efe / Javier López)
Pablo Iglesias en la presentación del libro de Jorge Alemán. (Efe / Javier López)

Desde hace tiempo, escribir un artículo sobre Podemos es veneno para la taquilla. Ignoro los motivos, pero es así: genera poco interés entre los lectores. Hubo un tiempo en que era al contrario, y cualquier texto con Podemos en el titular era masivamente visitado. Cuando eso cambió, y hace ya tiempo, comencé a pensar que no eran candidatos reales a convertirse en una opción de gobierno y que los sondeos los sobrevaloraban, pero como esa era una deducción poco científica (no había encuestas ni gráficos que la ratificasen) y su trayectoria me interesaba mucho, he insistido en el tema con cierta regularidad. Y las cosas no están cambiando.

Esta vez, sin embargo, hay una buena excusa, porque este debería ser el momento de Podemos. Una vez que el PSOE ha decidido tirarse por la ventana, los de Iglesias son teóricamente los mejor situados para recoger los réditos de la debacle, y a ello están aplicándose. Sus recientes decisiones sobre el apoyo a los socialistas en las CCAA apuntan en esa dirección.

En el peor momento

Pero seamos sinceros, la buena noticia para Podemos llega en el peor momento. Suelen argumentar que tienen cinco millones de votos, pero subrayan menos que se trata de una formación que ha ido hacia abajo. Si Pedro Sánchez quería unas terceras elecciones era solo para debilitar a Podemos, porque sabía que era el momento de golpearles duro. Y si hay una guerra interna entre Errejón, Iglesias y demás es precisamente porque las cosas no van bien. Si hubieran triunfado en los procesos electorales este debate no estaría teniendo lugar, ni se hablaría de girar a la izquierda o de ser más simpáticos con la gente. Los partidos no abren grandes discusiones internas cuando están arriba.

Ahora toca populismo, pero si gobernamos buscaremos el compromiso y los consensos y diremos que se acabó el populismo

Por eso ha sido tremendamente interesante la intervención de Pablo Iglesias, sincera y directa, en la presentación en La Morada del libro 'Horizontes neoliberales en la subjetividad' de Jorge Alemán, psicoanalista muy ligado a Podemos. Fue llamativo por el tono, porque Iglesias tiene un punto desatado que refleja bastante bien su momento: está respondiendo a las presiones y críticas internas y externas regresando a la combatividad de sus orígenes. Pero lo es también por los mensajes que transmitió, que abordan cuestiones importantes para la vida del partido y varias claves del camino que seguirán a partir de ahora.

La estrategia. Y punto

El centro de Podemos no ha sido la ideología, sino la estrategia. No en vano, cuando se dirigían a la izquierda existente no les decían solo que estuvieran obsoletos sino que ellos sí sabían cómo convertir una opción minoritaria en una ganadora. Y aunque esta obsesión por la estrategia está cegando la misma efectividad de su propuesta, parece que lo que hará el nuevo Podemos es intensificar las lógicas que han utilizado hasta ahora. Iglesias dice en su intervención que el debate interno tiene dos opciones, “dentro o fuera, la apuesta por cavar trincheras o por lo consensual”. Y después de dejar claro que ahora toca el populismo (en versión Laclau, por supuesto) y la trinchera, hace una puntualización peculiar: “Esto no es un debate de absolutos…. Si gobernásemos buscaríamos el compromiso y los consensos, y diríamos que se acabó el populismo, que nos fue útil para librar la batalla del discurso”. Esta inusual sinceridad, que también forma parte de la 'fórmula Pablo Iglesias', no hace más constatar que ese movimiento constante de posiciones es su esencia.

Pablo Iglesias es el más que probable ganador en la lucha interna: le basta con activar el miedo a Íñigo Errejón y los suyos entre los militantes

Pensemos en lo que está ocurriendo ahora mismo en el partido. La debilidad interna de Iglesias no es un asunto menor, porque hay pocos pablistas en la estructura (y muchos 'errejoners'), aunque siga conservando su tirón entre los simpatizantes. La gran baza de Iglesias para subsistir no ha sido ni es es proponer un modelo determinado, que puede cambiar en función de las circunstancias, sino saber establecer alianzas, como con Anticapitalistas y con IU, construidas a partir de la animadversión que Errejón suscita entre mucha gente que viene de la izquierda. Pero esto es lo que Iglesias ha hecho continuamente, acercarse a unos grupos o a otros según le conviniera. Eso le hace un más que probable ganador en la lucha interna con solo activar el miedo a Errejón, lo que ya ha empezado a suceder. Pero no deja de ser una posición frágil, porque obliga a demasiados equilibrios.

La prueba de esta debilidad está en el mismo partido, que ha ido sosteniéndose electoralmente a partir de alianzas con otros actores, con Anticapitalistas en su inicio, las confluencias después, e IU más tarde, con los que ha ido sumando presencia pero no peso propio. Si descontamos los votos de Compromís, En Marea, Izquierda Unida y demás, su número de votantes es similar al de Ciudadanos, lo cual no es un gran logro. O, dicho de otra manera, manejas un partido con poco apoyo propio que debe negociar con frecuencia con aliados que ocupan en su territorio una posición superior a la tuya. A corto plazo es una solución, a medio un gran riesgo. El problema, en última instancia, no es hacer esto, sino no haber sabido ganar una fuerza sólida propia cuando todas las condiciones estaban dadas para ello. Y si eso no ha ocurrido en el pasado, también se puede pensar que quizá tampoco suceda ahora, cuando los socialistas han decidido rendirse al PP.

El Podemos que viene

El segundo aspecto que apareció en su intervención fue el de aclarar qué posición política va a ocupar Podemos a partir de ahora. La propuesta de Iglesias, la del populismo, consiste en esencia en lo siguiente: Podemos, siguiendo las tesis de Laclau, tiene que invocar a actores que se sientan excluidos a través de significantes vacíos que recojan cadenas de demandas heterogéneas. Esto puede querer decir muchas cosas, pero su aplicación práctica es la siguiente: Podemos ha interpelado, y lo seguirá haciendo y ahora con más fuerza, a colectivos que no han visto reconocidas sus demandas y que por eso estaban fuera de la política: entre otros, inmigrantes, ecologistas, feministas, LGTB, jóvenes investigadores que tienen que marcharse al extranjero, jóvenes que no tienen trabajo o que solo encuentran empleos precarios, o incluso los ninis. Su tarea debe ser la construcción de un sujeto político a través de la recogida en un paraguas común de todas esas demandas dispares. Ese es el camino en el que Iglesias quiere profundizar en este nuevo Podemos.

El verdadero problema llega cuando crees que tu fórmula es imbatible, cierras los ojos a la realidad y terminas por no ver más que tus deseos

El problema no consiste solo en que esto sea un movimiento electoralmente frágil, que lo es, sino en su particular ceguera respecto de quienes le han dado su respaldo: entre sus votantes figura gran parte de jóvenes de clase media, funcionarios, antiguos votantes de izquierda que habían pasado a la abstención, personas de todas las edades preocupadas por sus condiciones de vida y, como decía Borrell, los hijos de los socialistas. No han sido los de fuera los que han dado su apoyo a Podemos, sino los de dentro. Los de fuera, por utilizar sus términos, han sido los que han ido a parar a la estructura (“los que montaban las manifestaciones son ahora concejales y diputados y los que iban, asesores”), pero su peso en la sociedad es entre escaso y nulo. Los de dentro, esos que se acuestan asustados todas las noches porque no saben qué será de su vida y los que perciben las contradicciones de un sistema que les promete estabilidad a la vez que les estrecha sus opciones vitales, entre quienes esperaban que la formación y el esfuerzo tuvieran recompensa a la hora de ganarse la vida, o los que esperaban tener una vejez materialmente más tranquila, son la fuerza electoral que, a izquierda y derecha, está transformando Europa. Son ellos, como decía Alberto Garzón, los que sí se han movilizado electoralmente. Si se les escucha y se les ofrece una solución, en lugar de significantes vacíos y tal, lo mismo empiezan a acercarse. Pero el problema es que cuando crees que tu fórmula es imbatible, cierras los ojos a la realidad y terminas por no ver más que tus deseos.

Demasiada confianza en sí mismo

En este sentido cabe interpretar también las afirmaciones de Iglesias de que “Podemos ha podemizado a la sociedad”, y especialmente “a los intelectuales viejos”. Sin duda, hubo un instante en que los de Iglesias marcaron los debates políticos, y en que su ascenso hizo pensar a los partidos que situar a personas jóvenes y con actitud más informal en los lugares más visibles podría servirles para combatir el eje nuevo/viejo en que se estaba situando la política, y de paso ganar algo de voto. Pero eso fue hace mucho tiempo. La tesis se acerca más a la realidad si le damos la vuelta. Ha sido el PP el que ha podemizado la sociedad: ha dibujado un enemigo radical que podría traernos peligros innumerables, lo ha vestido con todos los ribetes de la amenaza totalitarista, lo ha empaquetado y lo ha vendido a los medios y la opinión pública con gran resultado. Los de Iglesias eran un enemigo estupendo, porque podían asustar a parte de sus votantes y por tanto movilizarlos, y porque estaban lejos de tener un peso social fuerte que hiciera que tanta insistencia se les volviera en contra (como ocurrió en Madrid capital con Carmena). Eso les ha llevado a ganar las elecciones y más que probablemente a conservar la Moncloa después de sufrir un gran desgaste por la crisis y la corrupción.

Dice Iglesias que han logrado podemizar a la sociedad; más bien ha sido el PP el que lo ha hecho dibujando un enemigo radical y vendiéndolo a la opinión pública

Hay que entender una cosa con Iglesias y Errejón. Son estrellas del rock en el terreno político. Tengamos en cuenta que en Europa, salvo Syriza, y ya vemos cómo ha terminado la cosa, no hay otra experiencia nueva de izquierdas que haya tenido tanta relevancia. En América, Errejón e Iglesias siguen siendo figuras y constituyen una muestra de que la izquierda todavía puede tener peso electoral. Eso les hace ser muy solicitados por los medios, para dar conferencias y participar en actos. Y en Europa, algunos intelectuales de izquierda, como Owen Jones, los ven como referencia. El problema es que este tipo de cosas ciega, y es fácil empezar a pensar que si el partido ha tenido éxito ha sido por sus fórmulas, porque ellos supieron leer la realidad mejor que nadie y porque conocen cómo tienen que hacerse las cosas. Quizá tuvieron razón hasta hace año y medio, pero desde entonces están a la baja y no han sabido cambiar el paso.

Lo de “hemos podemizado a la sociedad” suena a ese tipo de fantasías que terminan tomándose por realidades. Actúan como si se entrase en un bar cualquiera y los parroquianos estuvieran discutiendo del vídeo de los del Eibar, de Messi y Cristiano, y de si Laclau debe pronunciarse como suena o es más correcto decir Lacló.

A por Errejón

Las pullas a Errejón, o al menos a las posiciones que defiende, estuvieron continuamente presentes a lo largo de su intervención. Su negativa a que Podemos sea más simpático, más sistémico y más institucional quedó clara. Pero hay una crítica llamativa, cuando señala su relación con el PSOE y dice que Ferraz nunca quiso gobernar con ellos, que solo quería subordinarlos y verlos dóciles en el Parlamento: que querían repetir elección tras elección para ver si Podemos bajaba en voto.

Que un intelectual ponga su rodilla en tierra frente a un dirigente político dice bien lo que tiene que ser un intelectual

Esto, en clave interna, se entiende si vemos las caras de funeral de la noche de las segundas elecciones generales, cuando constataron que el 'sorpasso' que daban como seguro no tendría lugar. Lo que viene a decir Iglesias con esto es que, empujado por Errejón, había adoptado en esa campaña una posición más moderada y menos combativa para no asustar a los que faltaban. Que le habían convencido de que tenían que entenderse con la socialdemocracia española y europea para tener alguna opción de gobernar y que la realidad le negó las dos premisas: ni ganaron votos ni amigos. Y que no le vuelven a engañar con eso. Una y no más.

Los intelectuales

El cuarto elemento llamativo fueron las bofetadas verbales a José Luis Villacañas, catedrático de filosofía de la Universidad Complutense y viejo conocedor de Iglesias y Errejón, al que atiza dialécticamente de un modo muy peculiar, refiriéndose a un artículo reciente en la que el filósofo alababa a Errejón. La primera parte del artículo le gustó a Iglesias, según confesó, porque “imitaba a Antonio Machado cuando dijo a Líster: 'Si mi pluma valiera tanto como tu pistola de capitán con gusto moriría'. Eso está bien: que un intelectual lleve su rodilla en tierra frente a un dirigente político dice lo que tiene que ser un intelectual”. La segunda parte del artículo le gustó menos, porque “entra en el barro”. Según Iglesias, “el intelectual no tiene que ser y no debe ser independiente, pero lo que no debe hacer es perder el rigor y la dignidad y Villacañas lo ha perdido… En Podemos somos rigurosos y debatimos en serio. No habríamos llegado donde estamos si no hubiéramos sido rigurosos”. Es llamativa esta crítica feroz a un hombre relativamente cercano, pero también lo es la perspectiva que tiene sobre los intelectuales.

Sin izquierda

En definitiva, un partido que ignora a quienes le pueden votar porque no están “fuera”, que apuesta más que nunca por la estrategia y en el que sus debates son sobre conceptos y sobre la interpretación correcta de los autores canónicos en lugar de intentar conocer la realidad cotidiana de la mayoría de la gente, no tiene mucha pinta de estar en disposición de aprovechar el harakiri del PSOE. Más bien, apunta a que la izquierda, por este camino, tendrá una posición subordinada en la política durante bastante tiempo.

Desde hace tiempo, escribir un artículo sobre Podemos es veneno para la taquilla. Ignoro los motivos, pero es así: genera poco interés entre los lectores. Hubo un tiempo en que era al contrario, y cualquier texto con Podemos en el titular era masivamente visitado. Cuando eso cambió, y hace ya tiempo, comencé a pensar que no eran candidatos reales a convertirse en una opción de gobierno y que los sondeos los sobrevaloraban, pero como esa era una deducción poco científica (no había encuestas ni gráficos que la ratificasen) y su trayectoria me interesaba mucho, he insistido en el tema con cierta regularidad. Y las cosas no están cambiando.

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