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A Francia le queda grande 'la grandeur'
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A Francia le queda grande 'la grandeur'

"Confront, confront, always confront." Joseph Conrad Como parte del ejercicio incriminatorio del experimento europeo, tan afín en mercados, es frecuente enfocarse, y con

"Confront, confront, always confront." Joseph Conrad

Como parte del ejercicio incriminatorio del experimento europeo, tan afín en mercados, es frecuente enfocarse, y con ganas, en el papel crítico y depauperado de nuestros queridos vecinos, Francia. No es extraño. Aparte del chauvinismo francés al uso, esa suficiencia con la que se vapulean dentro de la tradición occidental puede resultar enervante. Ya saben, la repudia velada y sutil no tanto del liberalismo sobre el que su tradición también descansa, sino sobre el estado actual de la globalización y los mercados del que su némesis cultural, los anglosajones,  son los más justos artífices. ¿Y tendrían algo que ofrecer?

No hay disciplina para Francia. En términos económicos la coyuntura francesa es pésima: caída en barrena de los indicadores de actividad, paro al alza, cuenta corriente deficitaria, y posición competitiva en decadencia secular. Estructuralmente, Francia representa una nota disonante con el modelo alemán enfocado a la competitividad exterior, por el peso del Estado en la economía a todos los niveles, una concepción cuasi autárquica de la economía hacia la autosuficiencia (agricultura, energía, defensa), y en general una cultura del entitlement  poco afín al signo aperturista de la globalización, de lo cual dábamos cuenta especifica aquí. En definitiva, años luz de los esfuerzos en reformas y consolidación presupuestaria, y el compromiso europeo demostrado por la periferia.

Y sin embargo, el mercado de bonos no parece interesado en meter a Francia en las mismas dinámicas de disciplina en las que se ha visto envuelta la periferia. No sólo está del lado core en un mercado fragmentado sino que además la dispersión en spreads frente a Alemania oscila escasamente entre 50 y 70 puntos básicos. ¡Ahora pagan 1.8% en el 10 años!  

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Puede resultar injusto en términos comparativos con las dinámicas en la periferia, pero la clave es que Francia, la segunda economía de Europa, con un peso del 21% en la Eurozona, un PIB/cápita de 31.000 euros, es dentro de la Eurozona más "constituyente" que nadie. Con un déficit publico del 3%, una deuda pública del 85% en línea con Europa y un coste medio cerca del 2.5%, escapa la "zona gravitatoria" donde las dinámicas de coste, impacto presupuestario y deuda pueden hacerse de no retorno. O visto de otro modo, pasar a Francia a niveles de spread periféricos, supondrían enormes salidas de capital de un mercado soberano, que capitaliza casi 1.8 trillones de euros ¿A poner los yields a 10 años en Alemania, ahora en el 1.2%, bien en negativo? Altamente improbable.

Esta falta de granularidad en los riesgos soberanos, esta fragmentación de mercados financieros es perversa para toda la eurozona como ya reconoce expresamente Draghi esta semana.  Deja la economía en coma y sobre todo, pasa la pelota  del esfuerzo adicional necesario para la reordenación institucional europea, plena y llanamente en la voluntad política. ¡Horror! Y es que el euro siempre ha sido un problema interno. La Eurozona frente al resto del mundo es autosuficiente en cuenta corriente y en necesidades de financiación. La pelea, de verdad, es de puertas a dentro.

La cenicienta en el salón

El papel de Francia en la discusión política de qué es y dónde va Europa es el elemento catalítico del estado actual del proceso. De un lado los alemanes rechazan un liderazgo expreso y determinante, evitando ser asociados con épocas pretéritas donde pretendían imponer su voluntad. Mal que nos pese, Alemania está liderando esta crisis con el ejemplo -el credo de la competitividad, la austeridad y el rigor- y por amenazas de omisión: no dejar caer a la periferia con las refinanciaciones de turno (vehículos EFSF y ESM).

Se trata de cerrar el círculo de la discusión política en Europa que no es otra que buscar el punto óptimo deseable entre competitividad y Estado de bienestar que informa toda la política económica y social y los procesos de convergencia. Maximizar la primera sujeto a un mínimo de la segunda. Por definir.

La Eurozona frente al resto del mundo es autosuficiente en cuenta corriente y en necesidades de financiación. La pelea, de verdad, es de puertas a dentro

La dimensión del papel de Francia en esta problemática -contraponer el punto deseable a la propuesta de competitividad alemana, buscar una síntesis de la eficiencia de mercado y la justicia social viable en un mundo cada vez más globalizado-, es descomunal. Máxime si se asumen en rigor las limitaciones derivadas de un continente envejeciendo a marchas forzadas en el que la dependencia de no trabajadores se va a doblar en tres décadas.

A eso está esperando Alemania para poder entrar en procesos de negociación institucional realmente integradores: a que Francia acceda abrir el melón de su soberanía. A que señalen la convergencia en  parámetros fiscales que puedan afectar al estado de bienestar y que conformarán la unión fiscal. Esa falta de dialogo tiene en suspenso actualmente a Europa.

Cierto es que por las secuencias electorales  es posible que a partir de octubre de 2013 con una Merkel reelegida y en una nueva alianza con los socialdemócratas del SPD -e incluso los verdes-, la mesa de negociación presente más claridad y posibilidades de viabilidad.

Desde nuestro lado -y también desde el italiano- , el esfuerzo político debiera ir no sólo a solicitar atenuar el ritmo (que no la dirección de las pautas de consolidación fiscal) sino, especialmente, a pedir iniciativa y voluntad a Francia en la definición de ese mínimo. Tan utópico suena como imprescindible si Europa pretende funcionar.

Tal como pintan las pautas de fragmentación de mercados financieros (unos al 1% y otros al 5%) y los procesos auténticamente corrosivos en el tejido social abiertos por las dinámicas de ajuste, devaluación interna (coste y salarios a la baja), desapalancamiento y depresión de la actividad, la urgencia para centrar tal presión es imperante. En esto de la competitividad, que aquí ya tenemos encauzado, hay que ponerse del lado de Berlín y empujar a que Francia defina su propuesta. Es la ruta hacia la integración, hacia la ruptura del determinismo de las dinámicas de acreedores y deudores que tanto daño están haciendo al espíritu del proyecto.

El reto para los franceses es enorme. La oportunidad de saldar muchísimas cuentas pendientes consigo mismos también lo es. Desde esa reticencia y desdén con las dinámicas liberales de la globalización (en un punto ya auténticamente pueril), a su posición alienada en todo el proceso. Quizá descubran que recuperando la entidad que merecen en Europa, están en posición privilegiada de activar también esa Europa diletante, de otorgarle mayor entidad política en el mundo global que se viene.

De momento se dan mus con resultados tan perniciosos para la periferia que más que menos ha estado cumpliendo. Pero a Francia siempre le han puesto los grandes proyectos- se supone . A diferencia de aquel ministro japonés, que espetó públicamente que la vía más directa para la sostenibilidad del estado de bienestar era cargarse viajecitos..., puede que en algún momento vean en la exportación de un marco de derechos sociales mínimos al mundo como una línea estratégica para la defensa de la propia competitividad, y un elemento de estabilidad global (ese "race to the bottom"...). Y además, con toda la enjundia de la ascendencia moral que parece siempre han pretendido preservar. El precio de liderar la activación de esa incipiente soberanía Europea es alto: la suya propia. Pero cualquier otra opción es morir de vanidad e irrelevancia.

*Fernando Primo de Rivera García Lomas, gestor de fondos.

"Confront, confront, always confront." Joseph Conrad