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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Sueños y pesadillas en la vida real

Hay tres hechos no relacionados pero que componen un retrato del estado actual del mundo: la aprobación del matrimonio gay en EEUU, la situación en Grecia y los atentados yihadistas

Foto: El presidente de EEUU, Barack Obama. (EFE)
El presidente de EEUU, Barack Obama. (EFE)

Hoy me tocaba escribir otra vez sobre Cataluña, esa herida doliente y dolorosa cada vez más infectada. Pero por el camino suceden en el mundo otras cosas que nos conmueven, y en este fin de semana se han juntado varias de ellas. Y como la próxima semana ni lo de Cataluña habrá mejorado ni el señor Mas habrá recuperado la cordura, prefiero hablar –y advierto que lo haré con un enfoque muy subjetivo–de tres hechos no relacionados entre sí salvo por el tiempo, pero que a mis ojos componen un retrato del estado actual del mundo.

Empecemos por la buena noticia. En dos sentencias consecutivas el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha convalidado la reforma sanitaria del Presidente Obama y la legalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Han sido los jueces del Supremo quienes han dado estos dos pasos históricos, pero estas sentencias habríansido inviables con otra presidencia que no fuera la de Obama. De ahí la furibunda reacción de los ultras cavernarios que se han adueñado del honorable partido de Abraham Lincoln.

Obamacare. Literalmente, “el cuidado de Obama”. Qué gran honor pasar a la historia por un logro que merece ese nombre. Ya nos gustaría poder llamar a algo Rajoycare o Merkelcare. Esta reforma sanitaria en Estados Unidos es una pequeñez si la comparamos con los sistemas europeos de sanidad universal y gratuita, pero si un país que se llama a sí mismo líder del mundo libre tiene a más de cincuenta millones de personas desvalidas ante la enfermedad, cualquier avance para darles un poco de protección es una conquista gigantesca.

La libertad de casarse con quien cada uno quiera ya estaba reconocida en otros 21 países (entre ellos España gracias a un tal Zapatero, que tomó una decisión valiente cuando ese derecho sólo existía en Holanda y Bélgica); pero el hecho de que ahora se consagre en la metrópolis imperial ha resonado en todo el mundo y a partir de ahora esa lista corta de 22 países crecerá a toda velocidad.

El legado de Obama se agiganta a medida que se aproxima el final de su presidencia. El presidente norteamericano primero encontró y mantuvo la mejor política económica para sacar a su país de la crisis mientras Europa se hundía en el pantano del austericidio: en la forma de afrontar la crisis siempre tuvo razón Obama y no Merkel. En la segunda mitad de su segundo mandato, con el boicot de la mayoría republicana en el Congreso, podría haberse dejado ir. Pero en menos de un año ha sacado adelante la reforma sanitaria y la de la inmigración, ha emprendido una reforma fiscal equilibradora, se ha puesto al frente de la lucha contra la violencia racista, ha logrado que se convalide la libertad matrimonial, ha encontrado el camino para empezar a arreglar el peligrosísimo conflicto nuclear con Irán y ha cerrado cincuenta años de bloqueo a Cuba. ¡Menudo “pato cojo” nos ha salido!

Obama no sólo ha sido un grandísimo presidente para su país; es hasta ahora el líder progresista más importante del siglo XXI. Y sin embargo… sin embargo, no se ha atrevido con lo más sangrante, que sigue siendo la barbarie de la pena de muerte. Con él como presidente casi 200 personashan sido ejecutadas (es decir, asesinadas por el Estado) y unos cuantos centenares más esperan en el siniestro “Corredor de la Muerte”. Esta es una frontera moral infranqueable que me separa sin remedio de ese país admirable por tantas otras cosas.

Mientras tanto, Europa como proyecto político de unidad sigue caminando hacia su disolución, arrastrada por el egoísmo germánico y por el resurgir de los nacionalismos y de los populismos. Y Grecia, cuna de Europa, corre hacia el precipicio de la mano de su muy irresponsable y muy incompetente gobierno de coalición entre la izquierda populista y la extrema derecha.

El señor Tsipras no sólo ha fracasado en su trabajo de alcanzar un acuerdo con la Unión Europea que salve a su país de la ruina definitiva: ahora pretende endosar la responsabilidad de ese fracaso a sus ciudadanos con un referéndum demencial destinado únicamente a que él salve la cara.

¿Por qué los populistas jamás se hacen cargo de nada ni admiten un error ni una culpa sobre nada de lo que ellos mismos provocan? Parece mentira que en la tierra de Aristóteles haya que recordar la diferencia entre democracia y demagogia.

No, señor Tsipras: a usted lo votaron los griegos para gobernar. Si ahora Grecia tiene que verse fuera del euro y condenada a la miseria para varias generaciones, usted no tiene derecho a pedirles que voten ese suicidio.

Sí, la Unión Europea se ha equivocado mucho con Grecia y la ha tratado con crueldad. Fueron esos errores y la justa indignación que provocaron en el pueblo griego los que lo llevaron a usted al poder. Ahora, asuma su responsabilidad de gobernante. Es imposible que cualquier persona que no esté dentro de la negociación pueda conocer y valorar la complejísima ingeniería financiera que contiene. Romper la baraja y reducirlo todo a un SI o un NO que hay que dar en el plazo de una semana es una simplificación burda y una inaceptable trampa autoexculpatoria.

Supongamos que los griegos le hacen caso y respaldan su NO. Supongamos que no le hacen caso y votan SI, desautorizando a su propio Gobierno en una negociación crucial. Supongamos un empate entre el SÍy el NO. O que responden con un abstención masiva, que es lo que realmente se merece esa convocatoria alocada. Y supongamos que esto del referéndum es en realidad un farol negociador y que usted se lo tiene que comer antes del domingo, como ya le pasó a su antecesor Papandreu. En todos esos casos, ¿Qué hará usted el lunes? ¿De verdad cree que cualquiera de esas situaciones le habrá fortalecido ante sus interlocutores? No, lo dice pero no lo cree. O usted está desesperado o es un golfo demagogo o las dos cosas.

Y en el mismo fin de semana nos hemos visto de nuevo ante el horror del terrorismo yihadista, que en su última versión no sólo es asesino, es sádico.

No hay que tener miedo a decirlo: el mundo civilizado (no confundir con el mundo occidental) está en guerra con el terrorismo islamista (no confundir con los musulmanes). Y de momento, esa guerra la vamos perdiendo.

El fanatismo religioso y el fervor patriótico han dejado la historia de la humanidad sembrada de cadáveres. Ahora es el fanatismo islamista, pero antes han sido otros: no hay tanta diferencia entre el “¡Santiago y cierra España!” con que se alanceaban moros en la Edad Media, el “¡Arriba España, viva la muerte!” de Millán Astray en la guerra civil y el “¡Alá es grande!” con el que un asesino enloquecido le cortó la cabeza a un pacifico ciudadano francés y después se hizo un selfie con lo que quedaba de su víctima.

Sí, la religión y el patriotismo son materiales altamente inflamables que hay que manejar con extrema precaución. Todos los terroristas actúan en nombre de algún dios o de alguna patria, todas las guerras se justifican por dios o por la patria. Personalmente, me siento más tranquilo allí donde se ven pocas banderas y uniformes, se escuchan pocos himnos y las iglesias están llenas de turistas.

Hoy me tocaba escribir otra vez sobre Cataluña, esa herida doliente y dolorosa cada vez más infectada. Pero por el camino suceden en el mundo otras cosas que nos conmueven, y en este fin de semana se han juntado varias de ellas. Y como la próxima semana ni lo de Cataluña habrá mejorado ni el señor Mas habrá recuperado la cordura, prefiero hablar –y advierto que lo haré con un enfoque muy subjetivo–de tres hechos no relacionados entre sí salvo por el tiempo, pero que a mis ojos componen un retrato del estado actual del mundo.

Barack Obama Grecia