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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Alguna vez te ha picado una abeja muerta?

Pablo Iglesias ha dicho no al 'matrimonio' con Alberto Garzón, lo que puede acarrearle al líder de Podemos y a su formación política no pocos problemas de cara a las elecciones generales

Foto: Imagen del encuentro entre Alberto Garzón y Pablo Iglesias. (EFE)
Imagen del encuentro entre Alberto Garzón y Pablo Iglesias. (EFE)

"¿Alguna vez te ha picado una abeja muerta?Hay que tener cuidado con las abejas muertas si caminas descalzo, porque si las pisas te pueden picar tan fuerte como si estuvieran vivas. Sobre todo si estaban furiosas cuando las mataron". Este es el sabio consejo que el marinero borrachín encarnado por Walter Brennan le da a Lauren Bacall en Tener y no tener. La picadura de una abeja que parece muerta puede ser muy dolorosa, como puede ser mortal la cornada de un toro agonizante.

No le hubiera venido mal a Pablo Iglesias recordar el consejo del viejo marinero antes de humillar y maltratar públicamente a Alberto Garzón, a Izquierda Unida y a toda la izquierda clásica que durante décadas ha subsistido habitando en el espacio a la izquierda del PSOE –o, en ocasiones, a caballo entre IU y el PSOE–y desde ahí ha luchado, ha sufrido y siempre se ha mirado en el espejo con orgullo.

“Son unos cenizos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada. No quiero que se acerquen a nosotros, que se queden con su bandera roja y su 5% y nos dejen en paz”.

Por mal que les vaya últimamente, a esa gente no le divierte que losinsulten a ellos nia la bandera roja por la que algunos –o los padres de muchos–han combatido toda su vida y quizás han conocido la cárcel o algo peor. Y más cuando quien lo hace no es ningún facha de la extrema derecha, sino alguien criado políticamente a sus pechos.

Y sí, la abeja parecía muerta y probablemente lo esté, pero de momento ha reaccionado ante el pisotón como decía Walter Brennan: con una picadura rabiosa y dolorosa que, además, corre el riesgo de infectarse a menos que se lave la herida y se aplique un antiséptico antes de que sea tarde.

Lo cierto es que hoy Pablo Iglesias tiene un problema que hace un mes no tenía. Su rechazo displicente ha provocado una respuesta mezcla de rebeldía ante el atropello y legítima defensa: con los restos de IU, con Equo (un partido en el que nadie se fija pero que en las generales de 2011 tuvo más de 200.000 votos sin apenas aparecer), con nacionalistas de la izquierda de toda la vida y con gente de Podemos que comienza a estar mosqueada por la prepotencia del Gran Timonel, que se ha montado una plataforma alternativa dentro de su mismo espacio electoral, la cual, si llegara a consolidarse, podría perjudicar seriamente sus ambiciosas expectativas.

No es posible medir de antemano el tamaño del destrozo que Ahora en Común puede hacerle a Podemos, pero sí anticipar que, si no repara la afrenta rápidamente, esta no le va a salir gratis. Veamos:

En sus peores momentos Izquierda Unida ha mantenido un suelo electoral próximo a un millón de votos (3,8% en las generales de 2008). En 2011 tuvo 1,7 millones de votos y las encuestas actuales muestran una tasa de fidelidad muy baja, en torno al 30%.

Medio millón de votos más o menos puede marcar para Podemos la frontera entre obtener o no escaño en unas cuantas provincias pequeñas y medianas

Supongamos que finalmente no hay acuerdo, que Ahora en Común se presenta por su cuenta y alcanza tan sólo la mitad de lo que tuvo IU en su peor resultado histórico. ¿Podrían llegar a tener medio millón de votos?Podrían. Sería sólo un 2%, muy por debajo del 5% que les atribuye Iglesias.

Pero resulta que medio millón de votos más o menos puede marcar para Podemos la frontera entre obtener o no escaño en unas cuantas provincias pequeñas y medianas en las que se necesitan porcentajes muy elevados para entrar al reparto.

A causa de los cocientes del señor D’Hondt, en ese aparentemente insignificante 2% puede estar en juego un número de escaños nada insignificante. Y la gran mayoría de esos escaños no irían a Ahora en Común, sino a los “partidos de la casta”, PP y PSOE. Así que la picadura de la abeja podría resultar verdaderamente dañina.

Eso sin contar el daño estructural que a la imagen de Podemos le hace el tufo sectario que últimamente desprenden sus dirigentes. La reaparición de unos cuantos iconos del santoral cultural progresista respaldando a Ahora en Común es sólo un síntoma, pero debería hacer sonar alguna alarma.

Y el caso es que, visto desde fuera, parece que en realidad Garzón fue a entregarse. Sólo pretendía unas condiciones dignas que parecieran fruto de una negociación y no de una capitulación. La respuesta de Iglesias fue arrojarle a la cara el uniforme de Podemos: camiseta morada, pantalón morado y medias moradas. Si queréis jugar en este equipo, esto es lo que hay.

Iglesias ha dejado claro que su objetivo último es ocupar todo el espacio histórico del PSOE y que su estrategia pasa por desbordar y dejar inoperante en la decisión de voto el eje izquierda-derecha, en el que se considera perdedor.

Pero esa es una estrategia de largo plazo y queda muy poco tiempo para las elecciones. Hay cosas difíciles de cambiar en tres meses:

Podemos es visto por la sociedad como un partido claramente de izquierdas –de izquierda radical, para ser precisos–y sus propios votantes no dudan en situarse en la izquierda. Así que, de momento, al partido morado no le queda otra que incorporar el rojo a su vestuario aunque no lo quiera.

No sé si Podemos llegará algún día a cumplir su designio de suplantar al PSOE, pero por ahora a lo más que puede aspirar es a empatar con él, repartirse el voto progresista por mitades y obtener los escaños que le den una posición decisoria en cualquier gobierno alternativo al del PP.

Pero les guste o no, eso hoy sólo se puede conseguir sumando todo lo que se mueve en la izquierda por fuera del voto socialista fiel. En la experiencia más reciente, la del 24 de mayo, la fórmula ganadora no ha sido la de la “pureza de sangre” podemita, sino la de las candidaturas abiertas y plurales: así han conseguido las alcaldías de cuatro de las cinco mayores ciudades de España y así están en condiciones de triunfar en Cataluña siendo la primera fuerza no independentista en las elecciones del 27-S.

En la experiencia más reciente, la del 24-M, la fórmula ganadora no ha sido la de 'pureza de sangre' podemita sino la de las candidaturas abiertas y plurales

Más allá de los cálculos electorales, lo que late en el fondo es una contradicción difícil de resolver:

Pablo Iglesias es un hegemonista. Todo lo que dice y hace en política está regido por el principio gramsciano de la conquista de la hegemonía: hegemonía dentro de su partido, dentro de la izquierda tal como él la entiende y finalmente hegemonía en la sociedad.

Pero dirige un partido nacido de un movimiento asambleario lleno de atávicas resonancias ácratas. La historia de Podemos desde su irrupción en 2014 es la del intento de encajar un movimiento vocacionalmente asambleario en los rígidos esquemas de una organización hegemonista de disciplina vertical regida por el sistema del “centralismo democrático”.

Esa contradicción está obligando al excamarada Iglesias a hacer cosas muy raras, como convocar aparentes consultas democráticas a las bases que en realidad son votaciones trucadas destinadas únicamente a refrendar las decisiones de la dirección.

Ya van dos de esas: antes las primarias plebiscitarias que le habilitan a disponer de las listas electorales a su antojo. Y después este referéndum trucho sobre la estrategia con una pregunta tan enrevesada y manipuladora como la de Tsipras en Grecia (¿qué les pasa a los populistas con las preguntas cuando montan un referéndum?).

Una vez que consigues traducirla ves que lo que demanda es simplemente un salvoconducto universal para pactar con quien le dé la gana excepto con Izquierda Unida: un conflicto edípico de libro. Pero mientras lo resuelve –y más le vale darse prisa, porque las elecciones están encima–debería evitar ir por la vida pisando abejas aunque parezcan muertas.

"¿Alguna vez te ha picado una abeja muerta?Hay que tener cuidado con las abejas muertas si caminas descalzo, porque si las pisas te pueden picar tan fuerte como si estuvieran vivas. Sobre todo si estaban furiosas cuando las mataron". Este es el sabio consejo que el marinero borrachín encarnado por Walter Brennan le da a Lauren Bacall en Tener y no tener. La picadura de una abeja que parece muerta puede ser muy dolorosa, como puede ser mortal la cornada de un toro agonizante.

Izquierda Unida Alberto Garzón
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