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Las claves del 20-D (II): Cataluña, en el centro de España
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Las claves del 20-D (II): Cataluña, en el centro de España

El proceso secesionista catalán y las elecciones generales están inexorablemente entrecruzados y se marcan y condicionan mutuamente

Foto: Diputados de Junts pel Sí se hacen un selfie con la presidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell. (EFE)
Diputados de Junts pel Sí se hacen un selfie con la presidenta del Parlament de Catalunya, Carme Forcadell. (EFE)

Ha quedado muy elegante el acuerdo de los líderes nacionales de dejar el conflicto de Cataluña fuera del debate electoral, pero me temo que no va a poder ser. La desgraciada realidad es que el proceso secesionista catalán y las elecciones generales están inexorablemente entrecruzados y se marcan y condicionan mutuamente: los partidos españoles han hecho ya sus estrategias de campaña mirando a Cataluña y los dirigentes independentistas han programado cuidadosamente su calendario de tal forma que la agenda del 20-D beneficie a sus propósitos.

Rajoy pudo haber evitado entregar la manija del calendario a los independentistas adelantando las elecciones generales precisamente al 27-S. Con ello hubiera hecho un favor a España tomando la iniciativa y bloqueando los planes de Mas; y probablemente se hubiera hecho también un favor a sí mismo porque ahora no tendría a Ciudadanos en el 20% de intención de voto, disfrutando del momentum y atrayendo, como flautista de Hamelín, a cientos de miles de votantes del PP. Pero ya fuera por que hizo otro cálculo táctico o por pura indolencia (cosa que nunca hay que descartar tratándose de él), el caso es que se quedó quieto a la mariana manera y ahora estamos como estamos.

Salvo sucesos no previsibles, todos los ingredientes esenciales de la decisión de voto están ya dentro de la olla del 20-D, aunque falta conocer cómo se mezclarán y a qué demonios sabrá el guiso resultante. Pero de esos ingredientes, el que más capacidad actual tiene de modificar la tendencia de voto es el desarrollo del conflicto de Cataluña.

La crisis económica ya ha producido todos sus efectos electorales, que han sido grandes y profundos; y en cuanto a la recuperación, quien se la cree ya se la ha creído y quien no se la cree no va a convertirse a la causa en los próximos 40 días. El peso de la economía en la decisión de voto, sea mucho o poco, ya forma parte de la ecuación y no parece que se vaya a alterar en estas pocas semanas que quedan.

Los nuevos actores políticos ya están sobre el escenario; se los conoce, los hemos visto actuar y sólo falta determinar si su resultado final responde a las expectativas.

De la corrupción, que es otro gran motivador del voto (más bien del no-voto a los partidos que la protagonizan) podemos decir algo parecido: ya ha producido su efecto en el cuerpo social y ahí están las encuestas y los resultados de mayo en lugares como la Comunidad Valenciana para comprobarlo.

Pero el tema de Cataluña está vivo y en plena ebullición, ocupará el centro de la atención todos los días de aquí al 20-D y su impacto final sobre el voto es una incógnita. Lo que sabemos es que Cataluña será determinante en estas elecciones generales y lo será de formas diversas para cada una de las partes.

La declaración de independencia acordada entre Junts pel Sí y la CUP es sólo el primer episodio; los siguientes están en la “hoja de ruta” independentista

En primer lugar, como he dicho, está la gestión del calendario. No es ninguna casualidad que la disolución del Parlamento español haya coincidido exactamente con la apertura del nuevo Parlamento catalán: alguien desde Barcelona lo midió con exactitud y alguien desde Madrid no quiso o no le convino enterarse.

Las fuerzas secesionistas tratarán de explotar al máximo este período de interinidad política en España con una política de hechos consumados. La declaración de independencia acordada entre Junts pel Sí y la CUP es sólo el primer episodio; si quieren conocer los que vendrán después relean la “hoja de ruta” que publicó en su día la candidatura independentista, ahí está todo contado paso a paso.

¿Qué pasará el 20-D en las urnas de Cataluña? Depende en gran medida de si Junts pel Sí repite como fórmula unitaria o si CDC y ERC compiten por separado.

En el primer caso, arrasarían en el reparto de escaños. Una traslación mecánica del resultado de las autonómicas les daría 26 de los 47 escaños de Cataluña y dejaría a partidos como el PSC y el PP reducidos a una minúscula presencia testimonial. Eso es lo que quiere Mas, porque además así no se vería obligado a medir la declinante fuerza de su Convergència.

Pero sospecho que los deseos de ERC son otros. Es muy probable que concurriendo por separado, Esquerra resulte ser el partido más votado (tengan en cuenta que la CUP no se presentará el 20-D y el destino natural de sus votos sería ERC). Si eso ocurre y para entonces la investidura del Presidente de la Generalitat sigue bloqueada, Oriol Junqueras aparecería como un claro candidato de “consenso soberanista” con la fuerza de las urnas tras él y el apoyo imprescindible de la CUP: una solución providencial para evitar la repetición de las elecciones.

Igual que en España hace meses era recomendable comprar Riveras (ahora ya se han puesto por las nubes), yo en Cataluña compraría Junqueras por si acaso.

El conflicto catalán es también una pieza decisiva en la campaña del PP. Igual que a los independentistas les interesa correr todo lo que puedan durante estas semanas, Rajoy necesita que la cuerda se tense al máximo. Creando un clima de emergencia nacional puede conseguir tres cosas: a) Inhibir la crítica de los demás partidos nacionales a su política catalana y obligarlos a ponerse tras él; b) Reducir el protagonismo de Ciudadanos en la lucha contra el independentismo; y c) Generar un cierre de filas de la opinión pública tras el que está al mando de la nave, que es una reacción típica en las situaciones de emergencia.

Así pues, las estrategias de los independentistas y la del PP convergen objetivamente a corto plazo: a ambos les viene bien la escalada de la tensión de aquí al 20-D. No esperen de ninguna de esas dos partes nada que ayude a relajar la tensión.

El resultado de Cataluña es cuestión de vida o muerte para las aspiraciones electorales del PSOE. En las cuatro elecciones generales del siglo XXI hay un dato que siempre se ha repetido: ganando o perdiendo, casi 4 de cada 10 diputados socialistas son elegidos en Andalucía y en Cataluña, que son desde tiempo inmemorial los dos motores que mueven el voto socialista.

Si esta pauta se mantiene, para que Pedro Sánchez obtenga el número mínimo de diputados que le permita empezar a pensar en encabezar un gobierno (él mismo ha mencionado la cifra de 130), necesitaría al menos un aporte de 47 escaños andaluces y catalanes y un resultado superior al 30% en toda España. En las presentes circunstancias, eso no es alcanzable ni por aproximación.

Si se gripa el motor catalán y el PSC cae como se augura (14 escaños en 2011, imposible llegar a 10 en 2015), game over para el PSOE y para Sánchez: tendrá problemas para sumar 100 escaños.

Así pues, me parece bien que pacten treguas electorales para la galería, pero saben muy bien que no se cumplirán. Si no querían una campaña nacional contaminada por el tema de Cataluña, haberlo pensado antes. Y si la querían, ya la tienen.

Ha quedado muy elegante el acuerdo de los líderes nacionales de dejar el conflicto de Cataluña fuera del debate electoral, pero me temo que no va a poder ser. La desgraciada realidad es que el proceso secesionista catalán y las elecciones generales están inexorablemente entrecruzados y se marcan y condicionan mutuamente: los partidos españoles han hecho ya sus estrategias de campaña mirando a Cataluña y los dirigentes independentistas han programado cuidadosamente su calendario de tal forma que la agenda del 20-D beneficie a sus propósitos.

Oriol Junqueras Nacionalismo Cataluña