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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El peor momento para enloquecer

Un año sin gobierno, al borde de unas elecciones contrademocráticas, una crisis institucional de caballo, la recuperación económica en el alambre y el país desconectado

Foto: Una mujer ondea una bandera española frente a la sede socialista en la calle Ferraz de Madrid. (EFE)
Una mujer ondea una bandera española frente a la sede socialista en la calle Ferraz de Madrid. (EFE)

Hace un par de semanas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (que no es lo mismo que el PSOE y Podemos) tuvieron cerrado al 90% un acuerdo para la investidura del socialista. El portavoz de Compromís, Joan Baldoví, trabajaba para lograr el necesario apoyo de los independentistas catalanes: los exconvergentes ya habían dado su consentimiento, supeditado a que también se sumara ERC. Y lo del PNV estaba aparcado, a la espera del 25-S.

Probablemente, Sánchez tenía dos conejos en la chistera para este comité federal: por una parte, anunciar la posibilidad inminente de un acuerdo que lo llevaría a la Moncloa, poniendo así contra las cuerdas a los partidarios de la abstención; por otra, un calendario-trampa para hacerse reelegir a uña de caballo como secretario general, lo que le blindaba a la vez la candidatura electoral y el poder orgánico para cuatro años. Algo parecido a un autogolpe plebiscitario.

El plan quedó varado en puerto por la concatenación de tres hechos:

a) La paliza del 25-S, que dejó al PSOE grogui y tumbado en la lona, seguida por la aparición provocadora de un Sánchez que, desafiante, dobló la apuesta;

b) El contragolpe de los barones, tardío y desordenado en la decisión y chapucero en la ejecución, pero comprensible como reacción preventiva en defensa propia;

c) El nuevo paso hacia el vacío de Puigdemont anunciando un referéndum unilateral de independencia (¡como si todo lo que ha hecho hasta ahora no fuera unilateral!). Que después de eso Sánchez siga pensando en CDC y ERC como socios admisibles para un gobierno demuestra hasta qué punto el líder socialista va ya lanzado y sin frenos.

Aparentemente, este último aquelarre ha reducido drásticamente para Iglesias el incentivo de asociarse a un partido en derribo. Sin embargo, el jefe de Podemos se apresuró a suspender su viaje a Colombia. Como supongo que Iglesias no se ha quedado en Madrid solo por el morbo de contemplar el espectáculo de cerca, quizá le corresponda algún papel en los próximos días en esta crisis del PSOE. Y la pregunta pertinente es: ¿lo tiene? Y en ese caso, ¿en qué consiste y quién se lo ha dado?

A poco que quede un gramo de sensatez, la prioridad absoluta de quien dirija el PSOE a partir de ahora tiene que ser evitar a toda costa las terceras elecciones

Prescindamos del indescifrable forcejeo estatutario y de la parte más escatológica del culebrón. Tal como está el patio, ya sería positivo que el comité federal no terminara a trompadas o con la mitad de sus miembros en la sala y la otra mitad en la calle.

Al escribir esto ignoramos el resultado de la reunión, pero pueden anticiparse algunas consecuencias políticas de esta quiebra catastrófica del PSOE:

1. Pase lo que pase este sábado, el Partido Socialista no está en condiciones de afrontar unas elecciones a corto plazo con una mínima garantía de no ser barrido del mapa. Tras esta carnicería, es difícil imaginar a cinco millones de personas depositando en la urna la papeleta del PSOE el 18 de diciembre.

En estas circunstancias, 85 diputados son un tesoro precioso que debe ser preservado. En este parlamento, con 85 diputados socialistas y con un poco de sesera política pueden hacerse cosas importantes desde la oposición. Algo inalcanzable para el PSOE —o lo que quede de él— si se echa otra vez a rodar la ruleta electoral.

A poco que quede un gramo de sensatez, la prioridad absoluta de quien dirija ese partido a partir de ahora tiene que ser evitar a toda costa las terceras elecciones. Por sentido patriótico y amor a la democracia, desde luego; pero también por puro instinto de supervivencia. En esto, el interés del PSOE coincide con el de España. Lo sabio en esta tesitura sería apoyar a quien esté en mejores condiciones de frenar la convocatoria electoral.

Con el sectarismo de su 'no es no' y su cerril bloqueo de la gobernación, el líder socialista se ha ganado la animadversión de buena parte del país

2. Pase lo que pase hoy, la carrera política de Pedro Sánchez como líder nacional puede darse por liquidada. En el mejor de los casos, y con coste creciente para él y su partido, podría bunkerizarse unos meses más en Ferraz, pero el final está escrito. Lo que le queda es ceder el timón para salvar el barco o seguir remando contra la corriente para morir en la orilla.

Sánchez ya no será jamás presidente del Gobierno, y un partido como el PSOE necesita un líder que pueda serlo. Seis estrepitosos fracasos en las urnas más un cisma que hace verosímil la palabra escisión marcan a un político para siempre. Con el sectarismo de su 'no es no' y su cerril bloqueo de la gobernación, Sánchez se ha ganado la animadversión de la mitad del país. Y ahora ha levantado además un muro de odio en el interior de su partido. No hay liderazgo que sobreviva a eso. Cuanto más tarde en aceptar esa realidad, peor para él y para todos.

3. En todo caso, el daño a la marca es profundo y será duradero. El lunes, el PSOE estará para meterlo en la UVI política y sostenerlo con respiración asistida. Luego, suponiendo que salga vivo de esta, necesitará una larga y esforzada rehabilitación. Según lo que suceda en el comité federal y en las semanas sucesivas sabremos si el vehículo tiene reparación o su destino es la chatarrería.

Es posible que el actual Partido Socialista pueda algún día volver a ser competitivo y recupere su condición de instrumento de gobierno. O puede que haya que refundar la socialdemocracia en España (suponiendo que la propia socialdemocracia tal como la conocemos tenga algún futuro). Hoy es pronto para encargar el funeral del PSOE; pero es evidente que, en su estado actual, ese vehículo no está para salir a la pista de carreras dentro de dos meses. Los dirigentes de ambos bandos deben ser conscientes de ello.

En circunstancias normales, que un partido tan trascendente como el PSOE entre en una espiral autodestructiva siempre sería grave. En la situación actual de España, es una tragedia nacional. Un año sin gobierno, al borde de unas elecciones contrademocráticas, una crisis institucional de caballo, la recuperación económica en el alambre, el país desconectado del mundo y un desafío secesionista en marcha. Realmente, no cabe imaginar un momento peor para perder la cordura.

Por eso, creo que por primera vez el PP es sincero cuando dice estar preocupado por los problemas del PSOE. Desde la otra orilla ideológica, yo también lo estaría si la derecha democrática de mi país colapsara en un momento como este.

Hace un par de semanas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (que no es lo mismo que el PSOE y Podemos) tuvieron cerrado al 90% un acuerdo para la investidura del socialista. El portavoz de Compromís, Joan Baldoví, trabajaba para lograr el necesario apoyo de los independentistas catalanes: los exconvergentes ya habían dado su consentimiento, supeditado a que también se sumara ERC. Y lo del PNV estaba aparcado, a la espera del 25-S.

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