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El desastre estratégico de la izquierda española
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El desastre estratégico de la izquierda española

Si Rajoy va a ser el próximo presidente del Gobierno con elecciones o sin ellas se debe exclusivamente a la calamitosa actuación de la izquierda durante los últimos 10 meses

Foto: El ya ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la sede de Ferraz el pasado 26 de septiembre. (EFE)
El ya ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la sede de Ferraz el pasado 26 de septiembre. (EFE)

Hay quienes sostienen que España está como está porque los votantes no castigaron al Partido Popular por su gestión en el Gobierno y por la corrupción que lo anega. Eso es una falsedad injusta. Si hoy Mariano Rajoy es el rey del mambo de la política española, si tiene en su mano los cuatro ases de la baraja, si va a ser el próximo presidente del Gobierno con elecciones o sin ellas, ello se debe exclusivamente a la calamitosa actuación de la izquierda durante los últimos 10 meses.

Rajoy no ha tenido que hacer nada especial, salvo lo que mejor hace: sentarse a contemplar cómo sus adversarios cavan su propia tumba. Y lo han hecho a conciencia.

La realidad es que el año 2015 fue una pesadilla electoral para el PP. Viajemos al 24 de mayo del año pasado: elecciones municipales y autonómicas, primera votación de ámbito nacional con Rajoy en la Moncloa.

Ese día el PP no solo sufrió una sangría de votos. Antes tenía 18 alcaldes en las 25 ciudades más pobladas de España, casi todos con mayoría absoluta. ¡Le han quedado dos! Había 36 alcaldes populares en capitales de provincia (añado Santiago y Mérida, que son capitales autonómicas), y solo conservó la mitad. Y de 12 gobiernos autonómicos pasó a cinco. ¿No es castigo suficiente? El PP quedó laminado en su poder territorial, que es de las cosas que más daño hacen a un partido de ámbito nacional con vocación de gobierno.

Llegó la Navidad y en las generales del 20-D lo abandonó uno de cada tres de sus votantes, y perdió la friolera de 63 puestos en el Congreso. Un vapuleo equiparable al que sufrió el PSOE en 2011.

Mantuvo la primera posición con un magro 28% porque el voto de la izquierda se dividió. Pero en conjunto, la izquierda (PSOE+Podemos+IU) superó a la derecha (PP+Ciudadanos) en un millón de votos.

El PP quedó laminado en su poder territorial, que es de las cosas que más daño hacen a un partido de ámbito nacional con vocación de gobierno

El PP finalizó el año 2015 en una situación dramática: un partido represaliado en las urnas, perseguido por la Justicia, despojado de casi todo su poder territorial, con su histórico monopolio del centroderecha amenazado por un competidor emergente y limpio, con un liderazgo desacreditado y una fuerza parlamentaria manifiestamente insuficiente para formar gobierno. Una organización desmoralizada en todos los sentidos de la palabra.

Al otro lado aparecía una izquierda ya no dominada por el PSOE sino dividida por mitades, pero en expansión como espacio político. Tras hacerse con las alcaldías de todas las grandes ciudades y con un puñado de comunidades autónomas, en las generales recuperó su fuerza electoral previa a la crisis (46%, casi como en 2008); y frente al liderazgo ajado y amortizado de Rajoy, presentaba tres líderes jóvenes y supuestamente renovadores, con niveles de conocimiento superiores al 90%: Sánchez, Iglesias y Garzón.

Pues bien, este gráfico muestra lo que ha ocurrido desde entonces:

Hemos pasado de cuatro puntos de ventaja para la izquierda en diciembre a siete puntos a favor de la derecha en este momento, según la encuesta de DYM que hoy publica El Confidencial.

En la primera votación, hubo 33 escaños de diferencia entre el PP y el segundo; en la segunda, la ventaja se amplió a 52; y a la tercera podrían ser 76, tomando como referencia esta estimación de DYM (que coincide con otras publicadas recientemente).

¿Se ha producido un vuelco ideológico en la sociedad en estos meses? No, esos cambios no suceden así. Pero está claro que permitir las segundas elecciones fue un mal negocio para la izquierda, y que ir a las terceras sería enfilar el camino hacia la bancarrota.

Hoy, aquel PP desfallecido del 20-D campa por sus respetos. El viento electoral sopla a su favor. Reabsorbe poco a poco a los votantes que se le fueron a Ciudadanos, que en cualquier caso es ya su socio natural para la investidura. Mariano Rajoy tiene asegurada la presidencia, sea con investidura inmediata o con elecciones (si es así, con más fortaleza). Ayer suplicaba que le dejaran gobernar; hoy resiste la tentación de provocar las terceras y aplastar a sus rivales. Todo eso se lo debe a la inaudita torpeza estratégica de los dirigentes de la izquierda.

¿Se ha producido un vuelco ideológico en la sociedad en estos meses? No. Está claro que permitir las segundas elecciones fue mal negocio para la izquierda

En la izquierda tenemos a dos partidos mortalmente enfrentados entre sí y a la vez fracturados internamente. Un líder (Sánchez) ha quedado destruido y el otro (Iglesias) está seriamente averiado dentro y fuera de su partido. Dos partidos en plena desorientación ideológica: uno en busca de la socialdemocracia perdida y el otro mareado tras haber viajado ideológicamente por Venezuela, Argentina, Grecia, Dinamarca y las 17 naciones que, según ellos, forman provisionalmente España.

Pudieron cargarse a Rajoy exigiendo su cabeza cuando estaba más débil, y en lugar de eso, lo han hecho invulnerable.

Pudieron tener a un Gobierno del PP ultraminoritario completamente condicionado por la oposición, y lo que probablemente vendrá si hay terceras elecciones es un Gobierno de la derecha con mayoría absoluta.

Pudieron hacerse con el poder votando la investidura de Sánchez en el mes de marzo y Pablo Iglesias lo saboteó con un NO sectario acompañado de una patada en el hígado.

Hoy los socialistas se ven en el trance de digerir una rendición ante Rajoy, tras haber galleado durante 10 meses con el estéril no es no. Toda la izquierda se enfrenta a una elección tenebrosa con una segura abstención masiva de sus votantes anteriores (si usted sabe de antemano que lo único que se discute en un partido de fútbol es el tamaño de la goleada que le propinarán a su equipo, ¿qué hace ese domingo, acude al estadio o se va al cine?). Y la consecuencia será una enorme frustración y una quiebra política del espacio progresista que tardará años en superarse. Todo ello, ganado a pulso.

Por si algo faltara, ahora aparecen las amenazas de dinamitar lo más precioso que tienen: los Gobiernos municipales y autonómicos que conquistaron juntos en la primavera de 2015.

Lo que narrará la historia es que la sociedad española castigó durísimamente al PP en el año 2015, y que en 2016 los dirigentes de la izquierda lo resucitaron

Este naufragio no es solo la culpa de dos personas. Es cierto que la ciega ambición de poder personal de Sánchez y la obsesión monomaníaca por el 'sorpasso' de Iglesias han hecho mucho daño. Pero también lo es que nadie tuvo el valor de hacerles frente con una estrategia alternativa y un discurso consistente. La responsabilidad es colectiva.

Y encima, algunos de estos alfeñiques políticos se permiten el lujo de despreciar y ¡mandar callar! al tipo que reinventó un partido desaparecido en combate durante decenios, lo levantó de la nada, lo orientó hacia la mayoría social y proporcionó 15 años de hegemonía a la izquierda española. Realmente, no hay nada tan osado como la mediocridad con mando.

En fin, lo que narrará la historia es que la sociedad española castigó durísimamente al PP en el año 2015, y que en 2016 los dirigentes de la izquierda lo resucitaron. Eso no es vieja ni nueva política: es mala política a secas.

Hay quienes sostienen que España está como está porque los votantes no castigaron al Partido Popular por su gestión en el Gobierno y por la corrupción que lo anega. Eso es una falsedad injusta. Si hoy Mariano Rajoy es el rey del mambo de la política española, si tiene en su mano los cuatro ases de la baraja, si va a ser el próximo presidente del Gobierno con elecciones o sin ellas, ello se debe exclusivamente a la calamitosa actuación de la izquierda durante los últimos 10 meses.

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