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La giliconsulta madrileña o la montaña que parió un ratón
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La giliconsulta madrileña o la montaña que parió un ratón

La Primera Consulta Ciudadana, organizada por el Ayuntamiento de Madrid, apenas ha tenido un 8% de participación y ha costado un millón de euros a los madrileños

Foto: Imagen de la reforma elegida para la plaza de España.
Imagen de la reforma elegida para la plaza de España.

Renuncio a retomar el debate esencialista acerca de la superioridad teórica y práctica de la democracia representativa sobre todas las formas experimentadas hasta ahora de la autodenominada 'democracia directa' o plebiscitaria. Admito que los que defendemos esa idea vamos perdiendo por goleada. Pero mientras nos batimos en retirada, debemos reclamar a los plebiscitaristas triunfantes que sus plebiscitos al menos parezcan respetables. Que ofrezcan rigor, transparencia, limpieza y credibilidad equivalentes a los de una elección representativa. Que la manipulación inherente a cualquier votación plebiscitaria no alcance niveles de escándalo. Que prueben la eficacia de su método con cifras de participación dignas. En resumen, que se tomen en serio su propio instrumento y eviten hacer el ridículo.

El ridículo es lo que ha hecho el Ayuntamiento de Madrid con su pretenciosa Primera Votación Ciudadana, celebrada entre el 13 y el 19 de febrero, cuyos escuálidos resultados hemos tardado casi 10 días en conocer.

Ridículo es el nombre: Primera Votación Ciudadana, ahí queda eso. O sea, que lo que hemos estado haciendo los madrileños desde 1977 hasta hoy son berzas, pero ha tenido que llegar la jueza Carmena a la alcaldía para poder disfrutar en la capital de la primera votación ciudadana merecedora de tal nombre. Una de las cosas más insufribles de los populistas es ese fatuo adanismo que pretende que la historia comenzó el día que ellos llegaron al mundo. Así como Borges decía que la duda es uno de los nombres de la inteligencia, esa tonta pulsión fundacional es una expresión de ignorancia.

Foto: varias personan votan en las urnas colocadas en el Ayuntamiento de Madrid

Ridículo y estrafalario el planteamiento: un batiburrillo de cuestiones inconexas formuladas con preguntas que pueden calificarse generosamente como discutibles. Entre los muchos vicios de la consulta, los siguientes:

Se mezclan propuestas del equipo de gobierno con iniciativas de colectivos sociales, sin que quede muy claro cuáles son unas y cuáles otras.

Hay preguntas tan infantilmente utópicas como esta: "¿Estás de acuerdo con la propuesta Madrid, 100% sostenible?”. Que es algo así como preguntar si te parece bien que todos vivamos hasta los 100 años. Lo sorprendente es que tan peregrina cuestión solo haya obtenido un 89% de votos favorables.

Hay otras visiblemente manipuladoras. Por ejemplo, todas las que empiezan así: ¿Estás de acuerdo con mejorar…(lo que sea)? De estas hay varias y, naturalmente, los votos favorables nunca han bajado del 90%.

En este capítulo, quizá la más grotesca sea esta: “¿Consideras necesario mejorar las condiciones de las plazas traseras vinculadas a la Gran Vía para que puedan ser utilizadas como espacio de descanso y/o de estancia?”. Observen la semántica: mejorar, plazas traseras, espacio de descanso y de estancia… solo les ha faltado ofrecer masajes gratis. Pues no crean, 8.147 sufridores han votado que no. Como exclamó el torero Guerrita cuando le explicaron que Ortega se dedicaba a la filosofía, “hay gente pa tó”.

Tampoco faltan en el surtido de preguntas unas cuantas simplemente inútiles, porque su realización no es competencia del Ayuntamiento de Madrid.


Con todo, para mí lo más grave es introducir el mecanismo plebiscitario en un terreno tan delicado como el urbanismo. Suiza y California son dos de los lugares en los que se celebran referendos con más frecuencia sobre temas diversos. Pero en ellos nunca se incluyen decisiones relacionadas con la planificación urbanística de las ciudades. Lo que está lleno de lógica:

El urbanismo es el corazón y el espacio más complejo en el gobierno de una gran urbe. En él se entremezclan aspectos económicos, ambientales, circulatorios, demográficos, de seguridad, de dotación de instalaciones y servicios… En el Ayuntamiento de Madrid existe un Área de Desarrollo Urbano en la que trabajan centenares de profesionales de primer nivel, y cuenta con una multimillonaria dotación presupuestaria. Supongo que será para algo más que para responder con un sí o un no a una pregunta de dos líneas acompañada de un par de bocetos.

En cualquier decisión urbanística se juegan miles de millones de euros. Mover una raya roja un par de centímetros en un plano de la ciudad puede suponer la fortuna o la ruina para ciertos intereses privados. Precisamente por eso, el grueso de la corrupción que padecemos en España está ligado al urbanismo.

Además, las decisiones urbanísticas son para toda la vida. Uno de los mayores crímenes del franquismo fue el destrozo al que sometió a zonas enteras del litoral español y a muchas ciudades, Madrid entre ellas. La dictadura desapareció hace 40 años, pero aquella catástrofe perdura y ya no tiene remedio. Lo que finalmente se haga hoy con la plaza de España de Madrid lo tendrán que soportar varias generaciones.

Me pregunto qué sucedería si el alcalde de Londres lanzara a bombo y platillo una Primera Votación Ciudadana y obtuviera un 8% de participación

Dejo para el final el enojoso asunto de los números, el resultado en votos de esta grandiosa Primera Consulta Ciudadana. Con una participación minúscula (apenas el 8%), no se ha acercado a las urnas ni uno de cada 10 ciudadanos con derecho de voto. Hasta los votantes de Podemos y sus socios han pasado del guateque.

Algunas preguntas afectaban solo a ciertos distritos. No les canso con cifras: baste registrar que en distritos con cerca de 200.000 habitantes (más que la mayoría de las capitales de provincia de España) apenas han participado 2.500 personas. Eso sí, la portavoz del Gobierno municipal justificó el tercermundista retraso del recuento alegando que estaban “sobrepasados por los datos”. Les juro que lo decía en serio, esta gente siempre ha carecido de sentido del humor.

Obviamente, con una cantidad tan exigua de votantes, cualquier grupo privado puede inclinar el resultado a favor de sus intereses con toda facilidad. Se ofrece un pequeño incentivo a 500 vecinos y el pucherazo está servido.

Me pregunto qué sucedería si el alcalde de Londres lanzara a bombo y platillo una Primera Votación Ciudadana —por ejemplo, una en la que se planteara cambiar el nombre a Hyde Park o rediseñar por completo Trafalgar Square— y obtuviera un 8% de participación (lo mismo para París, Berlín, Roma o cualquier otra gran capital europea). Y qué pasaría si tras necesitar más de una semana para contar los votos, los responsables de la chapuza salieran presumiendo del gran éxito de la operación.

En fin, dicen que esta broma nos ha salido a los madrileños por algo más de un millón de euros. El caso es que no decaiga la fiesta populista.

Renuncio a retomar el debate esencialista acerca de la superioridad teórica y práctica de la democracia representativa sobre todas las formas experimentadas hasta ahora de la autodenominada 'democracia directa' o plebiscitaria. Admito que los que defendemos esa idea vamos perdiendo por goleada. Pero mientras nos batimos en retirada, debemos reclamar a los plebiscitaristas triunfantes que sus plebiscitos al menos parezcan respetables. Que ofrezcan rigor, transparencia, limpieza y credibilidad equivalentes a los de una elección representativa. Que la manipulación inherente a cualquier votación plebiscitaria no alcance niveles de escándalo. Que prueben la eficacia de su método con cifras de participación dignas. En resumen, que se tomen en serio su propio instrumento y eviten hacer el ridículo.

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