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Revolución en el universo de los fondos de inversión
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Alberto Artero

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Revolución en el universo de los fondos de inversión

Han aparecido en las últimas semanas numerosos artículos en la prensa internacional que versan sobre el incierto futuro de la industria de los fondos de inversión.

Han aparecido en las últimas semanas numerosos artículos en la prensa internacional que versan sobre el incierto futuro de la industria de los fondos de inversión. Son reflexiones que no se limitan a un análisis del potencial declive de los productos tradicionales. Van más allá y cuestionan desde lo más básico, sistemas de comparación y clasificación, hasta la idoneidad y rentabilidad de otros vehículos más sofisticados, como los hedge funds. En día de resaca del enésimo partido del siglo, una propuesta tan intelectualmente atractiva como ésta no se podía dejar escapar. Frente al panem et circenses, el cogito ergo sum. Dejo todas las cuestiones abiertas, a la espera de sus comentarios.

La pieza más genérica se publicó el martes en Fortune, The end of mutual funds is coming. Al calor del lanzamiento por parte de PIMCO de un Exchange Traded Fund o ETF -fondo cotizado con liquidez inmediata y comisiones más bajas que, por lo general, es pasivo, esto es: replica a un subyacente- sobre su fondo estrella, el Total Return -que además es el de mayor patrimonio bajo gestión del mundo con 300.000 millones de dólares en activos-, el autor Joshua Morgan Brown recrea cómo se verá el movimiento dentro de una década, solo para concluir que las ventajas asociadas al replicante que acabamos de citar supondrá que desaparezca por completo el interés sobre el fondo original, más caro y menos flexible. Si los competidores siguen la misma estela que la Pacific Investment Management, Co., la estructura de fees de la industria se tambaleará y con ella, su viabilidad tal y como la conocemos hoy. Interesante, ¿no creen?

Más todavía cuando la alternativa, el propio ETF, tiene su lado oscuro, como se encargaba de recordarnos hace ya año y pico nuestro añorado José Ignacio Bescós.

Vamos a dar un paso más allá en el juicio crítico al que hemos decidido someter al sector hoy. Para ello acudimos a A Swiss army knife no longer so Sharpe, críptico titular para una interesante tesis defendida por John Keefe en el suplemento de fondos de Financial Times de hace un par de lunes. En su opinión, la Ratio Sharpe, medida estándar de la rentabilidad ajustada por su riesgo de un activo o cartera, ha quedado invalidada por el devenir del mercado en los últimos años.

En su formulación original, el numerador está compuesto por la resta entre el retorno del producto en cuestión (A) y la tasa libre de riesgo (B) mientras que en el denominador figura la desviación típica de su rendimiento, baremo de volatilidad (C). Bien, el único elemento inmutable es el (A.) La (B), en su acepción más ortodoxa –letras a tres meses de Estados Unidos o Alemania-, tiende a cero y es a día de hoy incluso negativa ¿Sigue siendo válida? La pregunta surge en el contexto de otra de más calado todavía: ¿realmente hay activos risk free? Europa está demostrando que no. Acabamos con la (C). En un universo inversor plagado de cisnes negros, donde lo improbable es más que posible y las colas de las distribución de probabilidad son visitadas cada día con más frecuencia, ¿siguen siendo válidos los intervalos de confianza asociados a la normalidad? No está tan claro.

Sin la referencia de la Ratio Sharpe, todo el modelo de clasificaciones relativas de fondos, de ratings, estrellas y similares se viene abajo. Vaya.

Concluyo con el libro al que simultáneamente hicieron referencia Jonathan Davis, en la separata de FT antes mencionada, Do Hedge Funds offer value for their fees? No, y Buttonwood en el The Economist de la segunda semana de enero, Rich managers, poor clients. Hablamos de The Hedge Fund Mirage, The Ilusion of Big Money and Why It´s too Good to be True de Simon Lack. Un texto provocador que coincide con el cierre de uno de los peores ejercicios en tiempo de los mal llamados fondos alternativos, pérdidas generalizadas en la mayoría de sus categorías. Adding insult to injury, en él el autor pone en relación las comisiones de “éxito” cobradas por estos “masters del universo” con el comportamiento de sus activos. Pese a que este ha sido magro en términos de rentabilidad, apenas un 2,1% para el cliente entre 1998 y 2010, los gestores se han embolsado el 84% de la misma frente al 16% de los inversores, porcentaje que se vería reducido a cero si se toma en consideración el survival bias, esto es: solo salen en la foto los que no han petado.

Antes de que Daniel Lacalle me exorcice, si no generan alfa, a través de las ineficiencias técnicas o de valoración del mercado, y el poco que son capaces de obtener, se lo quedan, pues que hagan como Juan Palomo y no nos vendan la burra, ¿no? Andá, pero si es precisamente lo que llevan años poniendo en soterrada práctica… Otra cuestión para su reflexión.

Industria que muere, difícil de medir y sin opciones de diversificación claras. El shake out que está por venir va a ser de órdago a la grande. A ver que opina el sector. Se abre el turno de réplica.

Han aparecido en las últimas semanas numerosos artículos en la prensa internacional que versan sobre el incierto futuro de la industria de los fondos de inversión. Son reflexiones que no se limitan a un análisis del potencial declive de los productos tradicionales. Van más allá y cuestionan desde lo más básico, sistemas de comparación y clasificación, hasta la idoneidad y rentabilidad de otros vehículos más sofisticados, como los hedge funds. En día de resaca del enésimo partido del siglo, una propuesta tan intelectualmente atractiva como ésta no se podía dejar escapar. Frente al panem et circenses, el cogito ergo sum. Dejo todas las cuestiones abiertas, a la espera de sus comentarios.