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Sobre cómo Draghi dio la puntilla a España esta semana
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Alberto Artero

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Sobre cómo Draghi dio la puntilla a España esta semana

Ha sido la noticia de la semana y, sin embargo, ha disfrutado de escaso recorrido mediático. El pasado lunes el WSJ desvelaba cómo en el último

Ha sido la noticia de la semana y, sin embargo, ha disfrutado de escaso recorrido mediático. El pasado lunes el WSJ desvelaba cómo en el último Eurogrupo del nueve de julio, el Gobernador del BCE Mario Draghi defendió que los tenedores ‘senior’ de deuda emitida por las cajas españolas intervenidas sufrieran pérdidas en caso de liquidación de las mismas, en lo que supone un cambio radical de postura respecto al rescate irlandés de 2010.

No se trata, ni mucho menos, de una novedad. Forma parte de las recomendaciones lanzadas por el Comisario Europeo de Mercado Interior, Michel Barnier, para ser implantadas a partir de uno de enero de 2018. Tampoco estamos hablando de una tragedia griega (ups, perdón). El importe afectado es residual frente al volumen agregado de las emisiones bancarias con garantía real. Pero no por ello deja de tener una importancia sustantiva, especialmente para España. Nuestra banca podría recibir, de implantarse la propuesta, su puntilla casi definitiva para unos cuantos años.

Por varios motivos:

  1. Supone asumir que las pérdidas originadas por la liquidación de las entidades se comen todos sus recursos propios y su deuda junior, hasta alcanzar a los bonos de mejor calidad –excluidos los valores que disfrutan de algún tipo de garantía-. El BCE estaría anticipando la materialización concreta del peor escenario.
  2. La prelación histórica de los bonos 'senior' en caso de default es equiparable a la del dinero depositado por el sector privado en bancos y cajas, en la parte no cubierta por el Fondo de Garantía claro está. Desde ese punto de vista, la implantación de esta nueva norma podría conducir a una fuga de dinero minorista del sistema ante la posibilidad cierta de no poder recuperar el exceso de lo aportado.
  3. Visto el nivel de sospecha existente sobre el sistema financiero español, se rompería el último asidero con el que cuentan nuestros bancos y cajas para acudir al mercado a pecho descubierto y cerraría definitivamente la puerta a nuevas colocaciones. Eso es al menos lo que ocurrió en 2011 cuando Dinamarca impuso quitas a acreedores ‘senior’ de dos entidades quebradas: la huida colectiva de dinero de la deuda bancaria danesa no se hizo esperar.
  4. No quedarían alternativas de financiación salvo, apurando mucho, para títulos como las ‘cédulas hipotecarias’ con subyacentes de la mejor calidad. Pero ya ni siquiera hay colateral de este tipo en este punto de la crisis. No sería de extrañar un trasvase de fondos entre deuda 'senior' y cédulas,  flujo ya anticipado por Ignacio Añino en Cotizalia en noviembre de 2010
  5. En la medida en que agravara el problema del sistema financiero, la percepción de España por parte de los mercados seguiría siendo de enorme precariedad al tratarse su solución de uno de los pilares sobre los que se ha de construir la recuperación económica del país. Un nuevo argumento en contra de la relajación de la prima de riesgo.
  6. La quiebra de su estatus privilegiado afectaría de manera inmediata a la capacidad de muchos inversores para mantener esa deuda ‘ex senior’ en cartera y generaría una espiral vendedora que podría ocasionar no pocos agujeros en aquellos obligados a ajustar a valor de mercado sus posiciones.
  7. Sorprende que el defensor de la iniciativa sea el BCE que, como es bien sabido, se ha convertido en el principal acreedor de una parte de nuestras instituciones a través de los distintos programas de LTRO. Si estos no se renuevan a vencimiento y, a resultas de iniciativas como ésta, el mercado mayorista sigue cerrado para la banca española, Houston el problema para prestamista y prestatario es de aurora boreal. Aumentaría, de no resolverse, la dependencia de la financiación excepcional del organismo supranacional.
  8. Por último, cuando el Draghiminas se ha convertido en la gran esperanza monetaria para sacar a la periferia europea del pozo en el que se encuentra, bien mediante compras masivas de deuda, bien generando inflación, bien bailando una sardana, da igual, que el mensaje del Gobernador sea que ‘cada palo aguante su vela’ no es un jarro de agua fría para muchos, sino de hielo en cubitos. Su garantía implícita se ha esfumado súbitamente.

De acuerdo con lo que se comenta desde los centros de poder europeos, esta idea persigue tres objetivos: uno, que la ayuda europea a los bancos en dificultades se acompañe de un reparto equitativo del riesgo entre los distintos titulares del pasivo de las entidades; dos, que el desembolso de los estados para sanear las instituciones se reduzca por la vía de la contracción del balance; tres, que el palme de aquellos particulares que compraron productos que no entienden o se han encontrado con conversiones de unos activos en otros no previstos, realizadas de forma cuasi dolosa, tenga su reflejo en el resto de los acreedores de la firma en cuestión.

Desde ese punto de vista, la propuesta tendría justificación financiera y hasta moral. Si el pequeño inversor sufre, el Estado paga, y Europa se tambalea que los profesionales también purguen su mal ojo con la correspondiente merma de dinero. Pero en la balanza de pros y contras, y en el momento actual, fórmulas como el bail-in, conversión de deuda en capital, tienen mucho más sentido. Permiten circunscribir el problema, no estigmatizan al sector ni contaminan a los depositantes, no tienen por qué cerrar los mercados, equiparan como accionistas inyecciones viejas y nuevas de fondos, mantienen la liquidez de la deuda si no la aumentan, reducen la factura pública e igualan a todos los acreedores. No hay color, ¿no creen?

Buen fin de semana a todos. 

Ha sido la noticia de la semana y, sin embargo, ha disfrutado de escaso recorrido mediático. El pasado lunes el WSJ desvelaba cómo en el último Eurogrupo del nueve de julio, el Gobernador del BCE Mario Draghi defendió que los tenedores ‘senior’ de deuda emitida por las cajas españolas intervenidas sufrieran pérdidas en caso de liquidación de las mismas, en lo que supone un cambio radical de postura respecto al rescate irlandés de 2010.

Mario Draghi Banco de España