Es noticia
Accidente de carretera: la velocidad no es el problema
  1. Motor
  2. Automaníacos
Carlos Cancela

Automaníacos

Por
Carlos Cancela

Accidente de carretera: la velocidad no es el problema

El anuncio de estas cifras de siniestralidad ha servido para poder comprobar que la DGT y el Gobierno mantienen posturas muy diferentes en torno a este problema de la siniestralidad

Foto:

El balance de la siniestralidad en las carreteras vuelve a crear polémica, y todo porque en los meses de julio y agosto han aumentado en cinco personas los fallecidos por accidente con respecto a los datos de 2014. Sin embargo en el cómputo global del año hay un descenso acumulado hasta agosto.

El anuncio de estas cifras ha servido para poder comprobar que la DGT y el Gobierno mantienen posturas muy diferentes en torno a este problema de la siniestralidad. El organismo que dirige María Seguí tiene preparado desde hace meses el texto del nuevo Reglamento que conlleva nuevos límites de velocidad más estrictos, pero el Gobierno no lo aprueba. Quizá porque no es el momento adecuado en un momento previo a las elecciones.

La directora general de Tráfico protesta porque el Gobierno no aprueba esta ley con la que se va a prohibir, entre otras muchas cosas, rodar a 100 km/h en carreteras de doble sentido aunque tengan arcenes grandes, algo permitido hasta ahora. Seguí advierte que si se aprobara la bajada a 90 km/h en este tipo de carreteras la siniestralidad se reduciría indudablemente.

Yo no estoy en absoluto de acuerdo con esta apreciación. No es más seguro ir a 90 km/h mandando un SMS, o leyendo el correo en el móvil o simplemente ir despistado que ir a 100 km/h pendiente del tráfico. De lo que se trata es de concienciar a los conductores del peligro de la conducción y de la necesidad de ir pendiente del tráfico y de todo lo que le acompaña. Y sobre todo de cumplir las normas vigentes. Vamos, conducir bien.

Yo no sé si algún día María Seguí ha circulado por la zona norte de la M40, en la que está prohibido superar los 100 km/h y ha visto cómo hasta los camiones van a 110 km/h y muchos coches ruedan tranquilos a sus 140 km/h. Y cómo al llegar a los túneles del Pardo, con una limitación de 80 km/h, los conductores siguen a los mismos 110 km/h y con las luces apagadas. Solo se reduce la velocidad al pasar por el radar, en una zona con un límite de 100 km/h.

Lo que falla en España no es que los límites de velocidad sean muy altos sino que absolutamente nadie, ni los guardias civiles, cumplen las normas. Y eso es lo que hay que solucionar. Con poner el límite en 90 km/h lo que haremos será gastar muchos millones de euros en cambiar todas las nuevas señales, para luego recuperar ese dinero invertido con las multas que se van a poner, que crecerán en número y en cuantía.

Hay otra cosa que me parece lamentable con respecto a los argumentos de la DGT sobre la polémica del 90 km/h y es que María Seguí destaca que solo en otros tres países, además de en España, se permite circular a 100 km/h en una carretera con doble sentido de circulación. Por contra, pero eso no se dice desde la DGT, en 17 de los 28 países que integran la Unión Europea se puede circular a 130 km/h o a más velocidad en las autopistas y autovías, mientras que en España nos quedamos con el 120 km/h.

Yo no creo que haga falta un nuevo cambio de límites de velocidad, algo que ocurre en España en casi todas las legislaturas, lo que hay que hacer es enseñar a los conductores, y a los que no son conductores, a respetar todas las normas básicas de educación y convivencia, incluidas las de circulación. Si hay una señal de 50 o de 90 o de 120 km/h hay que cumplirla y punto. Pero también las limitaciones y las normas tienen que ser creíbles. Estamos obligados a vivir en sociedad y si no tenemos esa educación para cumplir con todas las normas, nuestro futuro es muy negro.

Cualquier nueva limitación que se impone conlleva unos daños colaterales. Las nuevas limitaciones que trae consigo el nuevo reglamento son inasumibles porque, en el caso hipotético de cumplirse, nuestra vida se ralentizaría. Y con ello perderemos competitividad frente a nuestro entorno.

Lo que hay que hacer es estudiar muy bien los problemas, analizarlos desde diferentes puntos de vista, tratarlos con expertos de otras materias y solo entonces elaborar un plan que suponga una solución definitiva y con los menores daños colaterales posibles. Y no hacer una solución provisional, vamos una chapuza, que aguante “cuatro años” como se hace siempre en España.

Si hay accidentes de tráfico es porque los coches se mueven y la solución fácil al problema es prohibir que se muevan los coches o hacer que lo hagan más despacio. Si hay más atropellos en una ciudad, pues se prohíben los coches o los peatones. Si hay accidentes en los que están implicados motoristas pues se prohíben las motos y problema resuelto. Y si hay mucha contaminación en una ciudad, pues se cierra al tráfico y todo resuelto…

Todos los gobiernos cuando ganan las elecciones se ponen a trabajar, aunque no sé si es la palabra más adecuada, en tres o cuatro temas: ley del aborto, ley de seguridad vial, ley de educación … y en el mejor de los casos poco antes de terminar la legislatura acaban aprobando esas leyes, que rápidamente el nuevo gobierno se encarga de volver a cambiar. Pero en el caso del Gobierno actual la situación es aún peor, la ley del aborto se ha eliminado, la de seguridad vial todavía está pendiente de ser aprobada a tres meses del cierre de la legislatura y la de educación aún no se aplica en varias comunidades. Y eso por no hablar de la famosa ley de tasas, que nació muerta. ¡Qué pérdida de tiempo y de dinero!

El balance de la siniestralidad en las carreteras vuelve a crear polémica, y todo porque en los meses de julio y agosto han aumentado en cinco personas los fallecidos por accidente con respecto a los datos de 2014. Sin embargo en el cómputo global del año hay un descenso acumulado hasta agosto.