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Spotify y los servicios de 'streaming' en general, en tres palabras: no son rentables
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Antonio Ortiz

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Spotify y los servicios de 'streaming' en general, en tres palabras: no son rentables

El repaso a las cifras de negocio de varias compañías como Spotify no invita al optimismo: cada vez más facturación y volumen de usuarios, pero no ha habido ningún año en que hayan dado beneficios

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Hace unos años, cuando todavía no era suscriptor de pago, Spotify me sorprendía a diario con apabullantes campañas publicitarias. Recuerdocon doloruna temporada en que con toda la terquedad de la que es capaz un algoritmo cruel insistía en promocionarme las virtudes musicales de Melendi. Contando con que el asturiano no se encuentra entre mis cien mil grupos preferidos me preguntaba, ingenuo de mí, por qué Spotify, que sabe la música que escucho con más frecuencia, insistía en que me dejara seducir por Cheque al portamor.

Fue en ese momento cuando llegué a la conclusión de que la publicidad en Spotifyse percibe de una formadiferente a la que se realiza en la radio convencional: cuando me asalta un anuncio en M80, entiendo que es parte desu programación;cuando esto sucede en Spotify, que alguien está irrumpiendomi música, laque yo he elegido, en un contexto que considero personal.

Esa dificultad de articular una solución publicitaria con un valor diferencial está pesando en las cuentas de Spotify, pero lo que ahora se cuestiona es el modelo completo, su propuesta freemium y la del resto de actores en la música en streaming. Unrepaso a las cifras de negocio de varios de ellos no invita al optimismo: cada vez más facturación y volumen de usuarios a la par que no aparece ningún año en que den beneficios, ni hay una tendencia que los haga previsibles.

Cuando me asalta un anuncio en M80 entiendo que es en su programación, cuando esto sucede en Spotify alguien está irrumpiendo en mi música

Si algo funciona bien en el capitalismo tecnológico que nos rodea es acudir a donde huele a sangre. Y ante este escenario aparecen tres corrientes llamadas a redefinir el negocio de la música en internet los próximos años: Tidal, Apple y Google.

Las alternativas a Spotify

Tidal nace de la indignación del artista millonario. La lectura que hacen es correcta: en el negocio de Spotify al final ganará el agregador, la gran plataforma, que tiene el poder de difusión mientras que los artistas acabarán con royalties bajos a pesar de las millones de reproducciones de sus canciones, sobre todo después del bocado de las discográficas.

Donde no parece estar tan claro es que en el planteamiento de producto estén tan acertados. La idea de pagar el doble por la suscripción a cambio de algunas exclusivas (alguna canción de Rihanna, un par de gorgoritos de Beyoncé), mientras se va construyendo catálogo no ha dado el pelotazo precisamente. En parte porque desde el mundo de la tecnología se les tiene ganas, en parte por su propia capacidad para no triunfar. ATidal se leestá dando por muertocasi al momento de empezar.

A Apple tras comprar Beats Musicen cambiose le espera con ganas. Después de todotiene un as en la manga, que es la de incluir el servicio precargado en el mayor superventas en telefonía de gama alta, justo el perfil de usuario al que parece que le va a encajar gastarse más en contenidos. Si los ejecutivos de Apple y un servidor compartieran mentalidad, Beats Music sería un servicio agresivo en precioy usaría la música muy barata para aumentar el valor del gran negocio de la compañía dirigida por Cook, el iPhone. Pero por suerte para sus accionistas no es así, y el mensaje que está mandando Apple apuntajusto a lo contrario: presión a la industria para cortar el grifo a la versión gratis con anuncios de Spotify.

Y es que en Cupertino saben mucho de generar beneficios con la música (con un modelo en retroceso, eso sí,el pago por descarga con iTunes), y todo apunta a que en streaming esperan repetir la jugada. Así hace las cosas Apple:no entran en los mercados compitiendo bajando los precios sino que conspiran para subirlos.

Por último queda en liza Google, que tiene el mayor reproductor de música del mundo: Youtube. ¿Por qué no disfrutar gratis de una de las obras cumbre de Melendi? A cambioGoogle sólo nos pide unos segundos de atención a un anuncio de jamón york.

La fórmula con la que han montado Youtube Music Key es una mezcla de Spotify a la que han sumado el empuje y el poder de negociación que da tener la gran máquina de marketing en vídeo en internet. A Google no se le está poniendo cara de Microsoft sólo por sus problemas con Europa, también por esta mentalidad de “si somos grandes y tenemos todo esto, deberíamos triunfar en todo lo que entremos, así que ¿por qué no?”

¿Cuánto vale la música?

El debate de fondo con estos tres actores es cuánto vale la música, si la inercia a la que asistimos (fin de los costes y barreras de distribución, valor tendente a 0)seguiráo siel conjunto de una mayor persecución de la obtención de contenidos sin permiso de propietarios de los derechos más la entrada de nuevos actores y cierto boicot a plataformas que paguen pocos royalties por parte de los músicos nos llevará a un nuevo escenario.

Si nos creemos el primer escenario, el camino es utilizar la atención que proporciona el consumo de música para otros negocios. Spotify quiere entrar en el vídeo por internet, Apple podrá seguir vendiendo iPhones ya los grupos les quedará aquello de dar conciertos y salir en anuncios. Si prevaleceel segundo, queda espacio para un debate acerca de qué parte de la cadena de valor se llevará el mayor beneficio.

En Cupertino saben mucho de generar beneficios con la música y todo apunta a que en 'streaming' esperan repetir la jugada

En cualquiera de los dos casos tenemos una industria musical en la que los intereses de discográficas (otro agregador anterior al agregador tecnológico) y de los artistas no están siempre alineados, y en el que el gran negocio y poder de negociación apunta a situarse de lado de la plataforma tecnológica.

De momento, servidor seguirá pagando y, fetichista que es uno, comprando algún vinilo al mes. Mi impresión es que pago más por un servicio que por un contenido y eso incluye escuchar casi todo lo que quiero, cuando quiero y desde cualquier lugar con conexión. Y sin anuncios de Melendi.

Hace unos años, cuando todavía no era suscriptor de pago, Spotify me sorprendía a diario con apabullantes campañas publicitarias. Recuerdocon doloruna temporada en que con toda la terquedad de la que es capaz un algoritmo cruel insistía en promocionarme las virtudes musicales de Melendi. Contando con que el asturiano no se encuentra entre mis cien mil grupos preferidos me preguntaba, ingenuo de mí, por qué Spotify, que sabe la música que escucho con más frecuencia, insistía en que me dejara seducir por Cheque al portamor.

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