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A favor de eliminar la falda en el uniforme escolar
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Henar Álvarez

Con dos ovarios

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A favor de eliminar la falda en el uniforme escolar

Para que los niños y las niñas se sepan iguales deben verse iguales. Eliminar los elementos que diferencian entre lo masculino y lo femenino en las aulas es prioritario

Foto: Un uniforme escolar en el mostrador de unos grandes almacenes madrileños (Efe)
Un uniforme escolar en el mostrador de unos grandes almacenes madrileños (Efe)

Cuando Wonder Woman llega a la ciudad y cambia su atuendo de guerra por ropa de la época para pasar desapercibida, al probarse un vestido, levanta una pierna y rasga la tela. Recrimina a su compañero algo así como que qué es lo que hacen en ese mundo las mujeres porque con prendas de ese tipo no se puede pelear. Ni jugar, ni correr, ni tirarte por un tobogán, ni saltar el lomo de tu amiga como si fuera un potro. Poder puedes, pero es incómodo, y lo más probable es que acabes enseñándole las bragas a todo el que pase por allí.

Si estás en el patio de un colegio, pueden ocurrir varias cosas: 1) Que alguien te insulte por haber dejado que se te vean las bragas y entonces optes por pasarte el resto del año sentada en grupo en una esquina sin ocupar demasiado espacio. 2) Que alguien te grabe con el móvil, registre el color de tu ropa interior y la captura de pantalla empiece a rular por los aparatos electrónicos de todo el colegio. Las consecuencias son las mismas que las del punto uno, más unas cuantas sesiones de psicólogo y quizá un cambio de escuela.

Que a estas alturas de la película aún haya colegios que impongan la falda en el uniforme de las niñas es absurdo, discriminatorio, sexista y anticonstitucional. En 2011, el Tribunal Supremo dio la razón a las enfermeras de la clínica San Rafael de Cádiz y determinó que para un mismo puesto de trabajo, la distinción de uniforme en función del género implica una discriminación por cuestión de sexo. Ellos vestían pijama sanitario, ellas falda, delantal y cofia. Estarán conmigo en que la resolución es perfectamente extrapolable al asunto que nos ocupa. Si el uniforme abierto es discriminatorio para las mujeres también lo es para las niñas.

No sirve de nada que el profesorado explique que no hay diferencias entre ellos si les imponemos atuendos que fomentan la sumisión de un género

Hay dos argumentos para que los uniformes escolares de las alumnas no se modifiquen que suelen apostillarme cuando saco el tema: “Las chicas están más guapas con falda” y “Siempre ha sido así”. Ya lo veis, dos motivos hipertranscendentes para obtener una buena educación. No te contestan que la falda mejora su concentración, memoria o capacidad de organización, no. Lo que importa del uniforme es como se aparecen ante nuestros ojos, no lo realmente práctico en el patio o el aula de una escuela. Para que los chicos dejen de ver a sus compañeras como inferiores - y para que ellas sepan que pueden llegar a los mismos lugares que ellos - los elementos que diferencian lo masculino de lo femenino deben eliminarse cuanto antes de las aulas de estudio. Sobre todo si, como he puntuado, ese elemento resta movilidad y te relega a un segundo plano.

El mito de la libre elección

También me hacen mucha gracia los que proponen que sean ellas quienes elijan, y de hecho en algunos colegios pueden escoger entre falda o pantalón. Cuando de temas de igualdad se trata, el mito de la libre elección siempre llama a la puerta. El resultado, como era de esperar, es que las cosas siguen igual salvo pequeñas excepciones. Dejar en manos de niñas de 6 o 7 años la opción de elegir lo mejor para ellas es vergonzoso. Esperar que vayan a arriesgarse a transgredir una norma asentada durante siglos, que ni siquiera muchas adultas nos atrevemos a cuestionar en bodas, bautizos, comuniones u otros eventos con protocolo de vestimenta, es de ser muy listo o muy ingenuo. Ninguna niña de la edad que sea va a exponerse a que la tachen de fea o marimacho.

La falda del uniforme suele protagonizar la primera agresión sexual del currículum de una mujer. ¿A quien no se la han levantado en el colegio?

No sirve de nada que el profesorado les explique que no hay diferencias entre ellos, o que nos esforcemos en presentar propuestas que incluyan cuestiones de igualdad en el temario, cuando les imponemos atuendos que fomentan la sumisión de uno de los géneros. Este tipo de situaciones se entienden mejor cuando se sustituye el sexo por la raza. Imaginemos que durante los años en los que se imponía la segregación racial, los maestros expusieran en clase que no hay diferencias entre el estudiantado blanco y el negro cuando estos últimos estaban sentados obligatoriamente en la fila de atrás. De vergüenza ajena, ¿verdad? Pues lo mismo. Para que se sepan iguales, deben verse iguales.

Levantar faldas: cosas de niños

La falda del uniforme escolar, además, suele protagonizar la primera agresión sexual del currículum de una mujer. ¿A quien no se la han levantado en el colegio? Lo peor es que la respuesta de los adultos a una alumna que denuncia lo ocurrido suele ser un jocoso “son cosas de niños”. Sin embargo, restándole importancia estamos abriendo las puertas al pensamiento machista más arraigado en un hombre: “El cuerpo de las mujeres es para mi disfrute, me pertenece”.

Si a un niño no se le impone un castigo por levantar una falda, y para colmo entiende que los mayores lo toman por un juego, lo repetirá cuantas veces quiera. La niña, que ve como su compañero no recibe sanción alguna, aprenderá que si no quiere que vuelva a ocurrir tendrá que andar con cuidado, ergo ha sido culpa suya que no fue suficientemente precavida. Un clásico que seguro que os suena porque se (repite) repetirá millones de veces a lo largo de (nuestra) su vida.

Adoptar un uniforme neutro en las escuelas sería un gran paso para las mujeres que esas chicas serán en el futuro. Hay que trabajar para que sus limitaciones sean sus capacidades, nunca su vestuario o su apariencia. Lo mejor para que todos comprendan esta hipótesis tan sencilla y tan de sentido común es que lo aprendan en el colegio. Más tarde será demasiado tarde.

Cuando Wonder Woman llega a la ciudad y cambia su atuendo de guerra por ropa de la época para pasar desapercibida, al probarse un vestido, levanta una pierna y rasga la tela. Recrimina a su compañero algo así como que qué es lo que hacen en ese mundo las mujeres porque con prendas de ese tipo no se puede pelear. Ni jugar, ni correr, ni tirarte por un tobogán, ni saltar el lomo de tu amiga como si fuera un potro. Poder puedes, pero es incómodo, y lo más probable es que acabes enseñándole las bragas a todo el que pase por allí.

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