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Fuera machistas del sistema judicial: consentir no es desear
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Henar Álvarez

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Fuera machistas del sistema judicial: consentir no es desear

Que consienta no significa que lo desee. Consentir no puede ser jamás sinónimo de permitir una agresión sexual. No consentimos las relaciones, las deseamos y alentamos

Foto: Una mujer porta un cartel protestando contra el juez del voto particular en la sentencia contra La Manada. (EFE)
Una mujer porta un cartel protestando contra el juez del voto particular en la sentencia contra La Manada. (EFE)

Ayer asistimos a las consecuencias de hablar de relaciones sexuales consentidas y no de relaciones deseadas. Esta visión tan patriarcal y reducida del sexo, que sitúa a las mujeres como objetos pasivos que viven esquivando señores o permitiendo que hombres atractivos con los que nos gustaría tener hijos metan sus manos en nuestras bragas, se traslada a la mentalidad de los magistrados a la hora de juzgar una violación. Resulta, además, que el artículo 14 del Código penal contempla la existencia de un error de consentimiento. Esto significa que si una víctima no opone una resistencia heroíca y cristalina, ellos pueden alegar no ser conscientes de que no querías mantener relaciones sexuales y quedar exentos de responsabilidad penal. La propia ley protege a los agresores. Un hombre puede asaltar el cuerpo de una mujer en plena noche, que si ella no se defiende por miedo a las consecuencias no será considerada violación.

La primera acepción del verbo consentir dice así: “Permitir algo o condescender en que se haga”. Pongamos que una noche de fiesta empiezo a morrearme con un chico, que de repente me siento mal o veo algo que me turba y decido marcharme a mi casa. Pongamos que aparecen cuatro amigos más y me meten en un portal. Por supuesto, consentiré que hagan lo que tengan intención de hacer para que acaben rápido, principalmente porque es posible que si no consiento me quiten la vida y, con ello, “todo lo que podría llegar a tener”, como decía Clint Eastwood en 'Sin perdón'. Que consienta no significa que lo desee. Consentir no puede ser jamás sinónimo de permitir una agresión sexual.

Foto: Foto: EFE. Opinión
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Las recomendaciones que da la Policía sobre cómo actuar si entran a robar en tu casa es que no opongas resistencia y les dejes hacer. Lo mismo sucede con los atracos. Si cinco hombres te piden la cartera en plena noche, dudo mucho que te pongas a pelear con ellos para no entregarles los 20 o 30 euros que lleves encima. Nadie en su sano juicio diría que se los entregaste por voluntad propia. Tampoco que no hubo intimidación. La única razón por la que se llega a las conclusiones contrarias cuando hablamos de una agresión sexual es que la idea de que el cuerpo de la mujer está a disposición de los hombres continúa vigente. Solo así se entiende que un magistrado no encuentre violencia ni intimidación en que cinco tipos penetren todos tus agujeros durante 15 minutos en un portal cuando no diste ninguna señal de desear que eso ocurriera.

“Mi cuerpo, mi vida, mi forma de follar, no se arrodilla ante el sistema patriarcal”. Este es uno de los cánticos que ayer gritamos cuando caminamos desde el ministerio de justicia hasta el Congreso. Vivimos bajo un sistema judicial que protege a sus hijos sanos. La visión retrógrada que coloca a las mujeres en un rol pasivo en las relaciones sexuales está registrada en los tuétanos de quienes deben juzgar las agresiones que sufrimos. Son incapaces de entender que los hombres no pueden tomarnos por asalto. Que nuestro cuerpo nos pertenece.

Miles de personas llenan las calles de toda España contra la sentencia de La Manada.

Ricardo González, uno de los tres magistrados del tribunal, preguntó durante el juicio a la víctima de La Manada si en alguna ocasión manifestó que se encontraba en estado de 'shock' y que estaban manteniendo relaciones sexuales sin su consentimiento. Además de mostrar que no sabe lo que significa que es entrar en estado de 'shock', su pregunta denota un prejuicio machista que le impedirá dictar una sentencia justa. Eso es exactamente lo que ha sucedido. Este magistrado quiso absolver a los violadores y ha dejado por escrito que encontró muestras de excitación sexual por parte de ella en las grabaciones. Los hombres condicionados por la pornografía deberían estar fuera de las instituciones judiciales. Su falta de conocimiento de la sexualidad de la mujer es un peligro para nosotras.

Consentiré que hagan lo que tengan intención de hacer para que acaben rápido, principalmente porque es posible que si no consiento me maten

Otra cosa no, pero cuando quiero tener sexo con alguien, os juro que se me ve venir de lejos. De lejísimos. No sé ligar. Tengo la capacidad de seducción de una acelga. Me aburre el cortejo. Si alguien me gusta es posible que acabe mirándole a los ojos y chupándome un dedo desde la barra de un bar. Si lo pienso un poco, no descarto haberlo hecho. O que me acerque y le pregunte que si follamos. Esto sí puedo asegurar haberlo llevado a cabo en más de una ocasión. Supongo que si alguien me violara después de que yo actuara así, magistrados como Ricardo González también me dejarían completamente desprotegida. Considerarían que me lo habría ganado.

No somos objetos de deseo, somos sujetos que desean. No consentimos las relaciones, las deseamos y alentamos. Y cuando eso sucede, créame señor juez Gónzalez, no hay ninguna duda. Fuera machistas del sistema judicial.

Ayer asistimos a las consecuencias de hablar de relaciones sexuales consentidas y no de relaciones deseadas. Esta visión tan patriarcal y reducida del sexo, que sitúa a las mujeres como objetos pasivos que viven esquivando señores o permitiendo que hombres atractivos con los que nos gustaría tener hijos metan sus manos en nuestras bragas, se traslada a la mentalidad de los magistrados a la hora de juzgar una violación. Resulta, además, que el artículo 14 del Código penal contempla la existencia de un error de consentimiento. Esto significa que si una víctima no opone una resistencia heroíca y cristalina, ellos pueden alegar no ser conscientes de que no querías mantener relaciones sexuales y quedar exentos de responsabilidad penal. La propia ley protege a los agresores. Un hombre puede asaltar el cuerpo de una mujer en plena noche, que si ella no se defiende por miedo a las consecuencias no será considerada violación.

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