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Los hipocondríacos: "Pensaba que tenía cáncer pero me dicen que estoy bien"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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Los hipocondríacos: "Pensaba que tenía cáncer pero me dicen que estoy bien"

Una lectora nos escribe contando que sufre de hipocondria: después de que las pruebas demuestren lo contrario, sigue pensando que está enferma. Esta es la respuesta del experto

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Señor Muiño, sigo su columna todos los sábados y algunas de sus respuestas me han ayudado mucho. Pero esta vez me gustaría que hablara de lo que yo noto que me pasa. Desde que tengo recuerdos sé que siempre he estado analizando todos mis dolores y preguntando a mis padres si podían ser algo grave. Además, mi abuela murió cuando yo tenía once años y fue algo repentino; no estaba enferma. Eso me marcó. Desde entonces ha sido una constante pero sin complicaciones. Desde que tuve a mi hija, hace cuatro años, sufro un montón. Ya durante el embarazo lo pasé fatal porque estuve obsesionada con que algo pudiera salir mal. Pero ahora es una lucha constante. Sufro mucho por ella y por mí. Hace unos meses empecé a obsesionarme porque me encontraba mal, había perdido peso, tenía dolor de estómago y no sabía la causa. Así que empecé a buscar en internet las explicaciones a mis dolores y terminé sospechando que podría sufrir un cáncer de colon. Fui al médico y me hicieron pruebas, pero ningún resultado confirmaba mi teoría. Acudí a varios especialistas. Me hicieron más análisis y siguen diciendo que no tengo nada. Pero sigo con miedo buscando continuamente en internet lo que me pasa, aunque a la vez soy consciente de que probablemente esté bien porque en otras ocasiones he estado preocupada con otras enfermedades que ya se me han olvidado. Saberlo no me impide vivir angustiada: busco síntomas en internet, anticipo qué voy a hacer cuando me lo digan… ¿Qué me pasa, doctor? ;-)

Gracias por seguir el Consultorio y, sobre todo, por contarnos tu problema. Hablar de ello puede ayudar a muchas personas porque la preocupación obsesiva por la salud es uno de los problemas que más ha aumentado en los últimos años. Para que te hagas una idea de lo común que es tu sufrimiento: el doctor Robert Kellner, psiquiatra de la universidad estadounidense de Nuevo México y autor de 'Somatization and Hypochondriasis', calcula que el porcentaje de hipocondriacos en muchas especialidades médicas llega al 80%.

Vivimos rodeados de anuncios de supuestas catástrofes para la salud que luego se olvidan pero dejan una huella de continuo estado de inquietud

De hecho, son muchos los expertos que creen que se trata de un problema social. Vivimos en una sociedad que fomenta la hipocondria. Suzanne Koven, internista del hospital general de Massachusetts y una de las grandes divulgadoras de este tema, encuentra varias causas para el aumento de la incidencia. Por una parte, hay muchas empresas (farmacéuticas, mediáticas…) a las que interesa el aumento de las alarmas. Vivimos rodeados de anuncios de supuestas catástrofes para la salud que luego se olvidan pero dejan una huella de continuo estado de inquietud comunitaria. Ocurrió, por ejemplo, hace tres años con el virus N1H1. Y ese es solo uno de los últimos ejemplos que ya hemos olvidado…

De hecho, si lo piensas, el ciclo que sigue ese clima social (preocupación excesiva por un tema — despreocupación por olvido — preocupación excesiva por el siguiente tema) es similar al que sigues tú. Peter T. Swanljung, director médico del Hospital General de adultos en Filadelfia, constata en sus investigaciones sobre este problema que esa es la característica definitoria del padecimiento. Los hipocondriacos (entre los que tengo que decirte que me encuentro) tendemos a preocuparnos por sensaciones vagas, variables y generalizadas, que cambian y nunca se concretan. Esa facilidad para olvidar ciertos síntomas y pasar a los siguientes es, precisamente, lo que nos podría llevar a sufrir excesivamente.

Deja de buscar

Nos creemos enfermos y buscamos exploraciones que detecten la enfermedad, pero los resultados de las pruebas solo nos sirven para cambiar el foco de atención a otros dolores. Hoy en día, como tú misma has experimentado, disponemos además de internet, que puede convertirse en un arma de destrucción masiva para la mente. Vivimos en la era del 'Doctor Shopping': acudimos a las consultas de los médicos en busca de un diagnóstico que confirme la grave enfermedad que hemos encontrado en la red.

Si pones en Google la frase "dolor de cabeza" te encontrarás, en un segundo, con millones de resultados, algunos de ellos (los más buscados casi siempre) tremendamente alarmistas. La "inflación de hipocondria" es una tendencia al alza: ya en 2008 Microsoft publicó un estudio realizado a partir del seguimiento de un millón de internautas que concluía que "muchos de los que se asoman a internet para autodiagnosticarse con frecuencia dan por buenas las peores hipótesis y concluyen que padecen las peores enfermedades". Hace más de un siglo, el escritor Mark Twain afirmó: "Tenga cuidado cuando consulte libros médicos. Puede morir de una errata". En los tiempos actuales consultamos el equivalente a miles de libros sin corrección de estilo y es muy fácil sentir que nos vamos a morir por culpa de sus errores.

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El psiquiatra Arthur Barsky, de la Harvard Medical School nos recuerda que internet acentúa la tendencia que tenemos los hipocondriacos a autobservarnos constantemente y amplificar nuestras sensaciones internas hasta convertirlas continuamente en algo preocupante. A nosotros nos cuesta distinguir "ruido" (percepciones internas que no significan nada porque forman parte del funcionamiento normal del cuerpo) de "señal" (impresiones diferenciales que implican que algo está mal). Y al final todo nuestro sentido de identidad acaba centrándose en los síntomas. Los que nos rodean se quejan de que es frecuente vernos absortos en nuestro sufrimiento, sensaciones corporales o funciones fisiológicas. Es el personaje típico de las películas de Woody Allen, mascullando apartado porque cree estar agonizando porque "padece" un insignificante dolor y nadie le presta atención.

Leer a los autores que cito te puede ayudar a saber que sufres un problema social. Ese puede ser es el primer paso para identificar la fuente de tu sufrimiento. Lo siguiente que puedes hacer es concretar cuál es tu problema en particular. Por ejemplo ¿Eres hipocondriaca o nosofóbica? El afrontamiento de tu problema es diferente en uno u otro caso. Los nosofóbicos padecen un miedo persistente e injustificado a enfermar. Temen padecer una afección, pero no "están convencidos de tenerla" (los hipocondriacos, por el contrario, "sabemos" que estamos enfermos). Además, los que sufren nosofobia saben que su miedo es excesivo e irracional, algo que nosotros solemos negar. Por último, si la tienes evitas ir al médico, al contario de los hipocondriacos, que inundamos las consultas.

Para ellos es normal enumerar sus pequeños problemas de salud. Y, al no ser conscientes de que esa táctica les limita, es difícil que la cambien

Además de identificar el problema, te sugiero que leas autores e investigaciones que nos explican por qué esa obsesión puede llegar a ser muy negativa. Un ejemplo: un estudio dirigido por May Stafford, del University College de Londres (UCL), mostraba que, paradójicamente, la preocupación excesiva por la salud empeora nuestro estado físico. Los datos revelaron que los participantes con mayor nivel de miedo eran más proclives a sufrir depresión y ansiedad, pero también a tener "hábitos vitales nocivos", tales como hacer menos ejercicio físico y relacionarse poco con los amigos.

Otro autor, Brian Fallon, del Hospital Universitario de Columbia, alerta de otra consecuencia de la hipocondria que te puede tocar personalmente: la trasmisión familiar. Fallon trabaja con lo que él denomina familias hipocondriacas. Según este investigador, hay padres que siempre están preocupados porque sus niños estén enfermos. Estos hijos solo reciben atención cuando se quejan de algún malestar físico. Y eso contribuye a que esos individuos acaben teniendo habitualmente una comunicación basada en la queja continua. El problema de esta actitud es que el propio individuo no es consciente de ella. En su familia es normal enumerar cada uno de los pequeños problemas de salud que se padecen. Y, al no ser conscientes de que esa táctica les limita vitalmente, es difícil que la cambien… ¿Te puede estar sucediendo con tu hija?

Foto: Alopecia aerata. (iStock) Opinión

En fin, lo que te sugiero es preguntarte si este problema social se te está yendo de las manos. El científico alemán G. C. Lichtenberg escribió: "Mi hipocondria, a decir verdad, es un talento especial que consiste en saber extraer de cada incidente de la vida, sea cual sea el nombre que lleve, la mayor cantidad de veneno para mi propio uso". Si crees que este veneno os está produciendo demasiado daño a ti o a los que te rodean, ponte en manos de un especialista bien seleccionado. Precisamente porque es un problema social, cada vez contamos con mejores soluciones para atenuar el sufrimiento que causa.

Señor Muiño, sigo su columna todos los sábados y algunas de sus respuestas me han ayudado mucho. Pero esta vez me gustaría que hablara de lo que yo noto que me pasa. Desde que tengo recuerdos sé que siempre he estado analizando todos mis dolores y preguntando a mis padres si podían ser algo grave. Además, mi abuela murió cuando yo tenía once años y fue algo repentino; no estaba enferma. Eso me marcó. Desde entonces ha sido una constante pero sin complicaciones. Desde que tuve a mi hija, hace cuatro años, sufro un montón. Ya durante el embarazo lo pasé fatal porque estuve obsesionada con que algo pudiera salir mal. Pero ahora es una lucha constante. Sufro mucho por ella y por mí. Hace unos meses empecé a obsesionarme porque me encontraba mal, había perdido peso, tenía dolor de estómago y no sabía la causa. Así que empecé a buscar en internet las explicaciones a mis dolores y terminé sospechando que podría sufrir un cáncer de colon. Fui al médico y me hicieron pruebas, pero ningún resultado confirmaba mi teoría. Acudí a varios especialistas. Me hicieron más análisis y siguen diciendo que no tengo nada. Pero sigo con miedo buscando continuamente en internet lo que me pasa, aunque a la vez soy consciente de que probablemente esté bien porque en otras ocasiones he estado preocupada con otras enfermedades que ya se me han olvidado. Saberlo no me impide vivir angustiada: busco síntomas en internet, anticipo qué voy a hacer cuando me lo digan… ¿Qué me pasa, doctor? ;-)

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