Es noticia
Acepta tus emociones negativas y aprende a gestionarlas
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Psicólogos 4YOU
Vicente Prieto

Psicólogos 4YOU

Por

Acepta tus emociones negativas y aprende a gestionarlas

Las emociones son afectos que vivimos de manera intensa y duran el tiempo que dedicamos a alimentarlas con nuestros pensamientos. Dependiendo de cómo percibamos las situaciones,

¿Te enfadas o te enfadan?, ¿te alegras o te alegran?, ¿te pones triste o te entristecen? Nos vamos a sentir como decidamos en cada momento. Somos responsables de lo que hacemos con nuestros pensamientos y nuestras emociones. Asumir esta responsabilidad nos puede agobiar inicialmente, estamos acostumbrados a culpabilizar a los demás de cómo nos sentimos, pero también nos llenará de satisfacción saber que podemos controlarlo, que depende fundamentalmente de nosotros decidir cómo queremos sentirnos.

Reconocen sus errores e intentan aprender de ellos y se perdonan, no se fustigan con el latiguillo invisible

Tenemos que aceptar nuestras emociones, incluidas las que pensamos que son negativas como la ansiedad, los miedos, la tristeza o la ira. Siempre nos van a acompañar con diferente intensidad y en distintas situaciones, por lo que no tenemos que luchar permanentemente contra ellas para quitárnoslas de encima. Aceptar que ante determinadas circunstancias las vamos a sentir es el primer paso para ser capaces de expresarlas adecuadamente, no de demostrarlas sino de expresarlas verbalmente y con nuestros gestos, en definitiva de gestionarlas correctamente.

“Qué desgraciado soy, me siento solo”

Es importante tener en cuenta dos aspectos directamente relacionados con la gestión de las emociones. El primero hace referencia al factor tiempo. Las emociones tienen su inicio y su final, suelen durar poco tiempo si no las alimentamos. Por ejemplo, podemos sentir tristeza cuando un amigo nos ha defraudado y simplemente esperar a que se vaya pasando poco a poco mientras nos decimos, “en estos momentos estoy incómodo pero se va pasando”, no hay que hacer nada, igual que viene, se va, si no añadimos pensamientos negativos que la activen más.

El otro factor es el pensamiento y el comportamiento que manifestemos mientras sentimos la emoción. Lo que hagamos en esas condiciones, nos va a afectar a nosotros mismos pero también a los demás. Si volvemos al ejemplo de la tristeza, podemos decidir pasear lentamente y respirar profundamente mientras nos decimos “él es responsable de sus decisiones y entiendo que lo que yo siento puedo controlarlo progresivamente” o por el contrario podemos pensar que “qué desgraciado soy, me siento solo” y ponerme más nervioso, triste y de esta manera inquietarle a la persona que me acompaña en ese momento. Por lo tanto para la gestión de las emociones es fundamental aceptarlas, dejar un tiempo para que de manera natural vayan perdiendo intensidad y durante ese tiempo elegir la respuesta que sea útil y adaptativa.

La tristeza es una emoción que tiene como objetivo evolutivo pedir ayuda

Las personas con mayor nivel de estabilidad emocional tienen las siguientes características: se tratan a sí mismas con respeto y empatía. No se juzgan ni se critican de manera patológica. Reconocen sus errores e intentan aprender de ellos y se perdonan, no se fustigan con el latiguillo invisible. Comprenden sus emociones y las aceptan pero eligen la respuesta adecuada a la situación. Se aceptan tal y como son, haciendo lo posible por mejorar aquello que entienden que no lo hacen bien. Pero lo más importante es que se relacionan con afectividad y comprendiendo la situación de su interlocutor y son capaces de tomar decisiones de manera autónoma.

Gestionar bien el desánimo

La tristeza es una emoción que tiene como objetivo evolutivo pedir ayuda. Se nos nota en la cara que miramos hacia abajo o tenemos la mirada perdida, el rostro serio, postura corporal encogida y con pocas ganas de hacer cosas. Las personas cercanas, que nos conocen, saben que nos pasa algo y la tendencia natural es la de preguntarnos “¿Qué te pasa?, te noto decaída, triste”. Una vez que haya dejado un tiempo para que la tristeza sea menos intensa, es aconsejable que se exprese y se desahogue.

Cuando estamos con un estado de ánimo bajo, cansados, sin ganas de hacer nada, sin ilusiones y sin intereses, se ven afectados muchos de los hábitos básicos de nuestro comportamiento. Me refiero al hábito de alimentación, posiblemente comemos peor porque no tenemos apetito. El hábito de dormir se ve alterado y descansamos poco y mal. Disminuye nuestra atención y concentración. Damos más importancia a los pensamientos negativos y nos sentimos tristes. Para gestionar bien esta emoción, tenemos que recorrer un camino que se inicia activando los comportamientos más básicos, hacia fortalecer y dar continuidad a los más complejos, desde el poco esfuerzo hacia un esfuerzo mantenido para conseguir las cosas importantes. Tenemos que conseguir conectarnos de nuevo con los estímulos externos relevantes para normalizar nuestra vida.

¿Te enfadas o te enfadan?, ¿te alegras o te alegran?, ¿te pones triste o te entristecen? Nos vamos a sentir como decidamos en cada momento. Somos responsables de lo que hacemos con nuestros pensamientos y nuestras emociones. Asumir esta responsabilidad nos puede agobiar inicialmente, estamos acostumbrados a culpabilizar a los demás de cómo nos sentimos, pero también nos llenará de satisfacción saber que podemos controlarlo, que depende fundamentalmente de nosotros decidir cómo queremos sentirnos.