Tribuna
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Por una educación que supere la desigualdad
En España aún no hemos alcanzado un sistema capaz de responder a las diversas necesidades del estudiantado, limitando el desarrollo y el potencial de millones de jóvenes
A veces veo el sistema educativo español como un tren que recorre el país entero en una única vía y siempre con el mismo horario. No hace paradas, tiene su inicio y su final. No cambia de marchas, tiene su ritmo constante. Hay personas que necesitan bajar del tren antes de que este pare en la estación final, que necesitan llegar antes o después de lo establecido, o que simplemente necesitan acompañamiento para poder terminar su viaje. El tren no considera a las personas que tienen que hacer paradas adicionales, tomar rutas alternativas o moverse a un ritmo diferente.
Al igual que pasa con el tren, el sistema educativo actual no reconoce como debería la diversidad de talentos, intereses y realidades que existen entre el estudiantado. Cuando un o una joven de un hogar acomodado tropieza, suele haber una red de apoyo que le sostiene. Sin embargo, cuando un o una joven de un entorno vulnerable cae, a menudo se encuentra sin una red que le ayude a levantarse.
El reciente informe de Ayuda en Acción sobre las transiciones educativas y laborales ha puesto cifras a lo que muchos ya sabíamos desde el terreno: el sistema educativo en España no consigue corregir las desigualdades. Según el estudio, el 26% de los jóvenes de hogares con menores ingresos abandona prematuramente la educación, una cifra que contrasta brutalmente con el 5% de abandono en los hogares de mayores ingresos.
Para nuestra organización, el inicio de curso escolar 2024-2025 nos obliga a recordar con aún más fuerza las desigualdades entre el alumnado, y que en España aún no hemos alcanzado un sistema capaz de responder a las diversas necesidades del estudiantado, limitando el desarrollo y el potencial de millones de jóvenes. Las transiciones educativas —esos momentos críticos en los que los estudiantes se mueven de un nivel educativo a otro, o del sistema educativo al mercado laboral— son especialmente difíciles para quienes provienen de entornos desfavorecidos. En lugar de ser puntos de crecimiento y avance, se convierten en trampas donde muchos se quedan estancados.
Esta desigualdad se traduce en un acceso significativamente limitado a oportunidades, que se extiende a más dificultades para acceder a empleos estables y bien remunerados. La juventud más vulnerable es la que abandona la ESO sin lograr un título y, a su vez, es la que más difícil lo tiene para conseguir un empleo indefinido y de calidad.
Sus transiciones son más precarias, tanto a corto como a medio plazo, que las de los titulados en ciclos formativos de grado medio o superior. Además, los y las jóvenes de entornos socioeconómicos vulnerables se enfrentan de por sí a una posición de desventaja comparativa frente al resto. Más allá de los niveles educativos generalmente bajos, se reconoce una falta de habilidades personales y competencias transversales derivadas del abandono escolar temprano, así como prejuicios sociales asociados a su situación de vulnerabilidad.
La educación debe lograr el reconocimiento de la diversidad, que ofrezca múltiples caminos
Por todo esto, cuando pensamos sobre la desigualdad, lo que queremos es poner en valor que el sistema educativo podría acabar con todo esto. La educación debe entender que equidad no es tratar a todas las personas por igual, sino dar a cada una lo que necesita para llegar al máximo de su potencial y desarrollo.
La educación debe lograr el reconocimiento de la diversidad, que ofrezca múltiples caminos, que valore tanto la formación profesional como la académica, y que proporcione el apoyo necesario en esos momentos críticos de transición. En Ayuda en Acción llevamos muchos años trabajando en estas etapas, fortaleciendo la orientación educativa y laboral, llegando a jóvenes que no encontraban su lugar en este sistema. Y, también por esto, sabemos todo lo que se puede hacer por descubrir vocaciones, impulsar competencias y fortalecer proyectos de vida.
*Matías Figueroa, director del Programa Europa de Ayuda en Acción.
A veces veo el sistema educativo español como un tren que recorre el país entero en una única vía y siempre con el mismo horario. No hace paradas, tiene su inicio y su final. No cambia de marchas, tiene su ritmo constante. Hay personas que necesitan bajar del tren antes de que este pare en la estación final, que necesitan llegar antes o después de lo establecido, o que simplemente necesitan acompañamiento para poder terminar su viaje. El tren no considera a las personas que tienen que hacer paradas adicionales, tomar rutas alternativas o moverse a un ritmo diferente.