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La transición anfetamínica de Sánchez Ferlosio
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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La transición anfetamínica de Sánchez Ferlosio

Las obras completas del escritor vuelven a las librerías. Balance de una de las trayectorias intelectuales más extravagantes del siglo XX español

Foto: Rafael Sánchez Ferlosio.
Rafael Sánchez Ferlosio.

Decía Cecil B DeMille que toda buena película debía comenzar con una explosión... y de ahí para arriba. Ocurre que hay películas que empiezan tan fuerte que solo pueden venirse abajo, aunque no sea el caso de la película de la vida de Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927), y eso que su arranque fue tan explosivo que acongojaría al mismísimo DeMille: el pequeño Ferlosio sentado en las rodillitas de José Antonio Primo de Rivera

Dado que Random House ha recuperado la obra literaria/ensayística de Ferlosio, es hora de rememorar una trayectoria rica en golpes de efecto.

Ripios celtibéricos

El escritor Rafael Sánchez Mazas, padre de Ferlosio, fue uno de los fundadores de la Falange. De su pluma salieron dos de las expresiones más tremendas del siglo XX español: una estrofa del Cara al sol (“Volverán banderas victoriosas/Al paso alegre de la paz”) y la madre de todos los saludos celtibéricos: “¡Arriba España!” (Ya les habíamos advertido que esta historia empezaba muy pero que muy arriba).

José Antonio solía hacer las delicias de grandes y pequeños cuando visitaba la casa familiar de los Ferlosio en los años treinta, como rememoró Rafael en un número de la revista Archipiélago publicado en 1998:

“Como los niños son muy sensibles a la belleza, y José Antonio era tan extraordinariamente guapo y tenía tal encanto hasta en el timbre de la voz, recuerdo bien la absoluta fascinación que nos producía a mi hermano Miguel y a mí cuando venía a jugar con mi padre y con nosotros al Meccano”.

José Antonio haciéndote arrumacos… Como arranque de historia de vida, insuperable, aunque el crescendo ferlosiano no había hecho más que empezar, que para algo estamos en las vísperas del 36.

'José Antonio era tan guapo y tenía tal encanto hasta en el timbre de la voz... recuerdo bien la absoluta fascinación que nos producía a mi hermano Miguel y a mí cuando venía a jugar al Meccano'

Sánchez Mazas acaba en prisión, escapa, deambula por varias embajadas, vuelve a ser detenido y se libra por los pelos de ser fusilado durante la guerra. La madre de Ferlosio, italiana, había salido de España en agosto del 36 con sus cuatro hijos. Pasaron la guerra civil en Roma en casa de los abuelos.

Rafael tenía entonces nueve años… y escasas ganas de hincar los codos. “Ya empezaba a mostrar mi escasa o nula afición, o mi invencible pereza, hacia el estudio”. Quizá fue entonces cuando empezó a forjarse su errática historia intelectual. Ferlosio iba a dedicar su vida al estudio/la escritura, pero totalmente a su bola y sin someterse a disciplina o corriente cultural alguna.

placeholder El escritor Rafael Sánchez Ferlosio (EFE)
El escritor Rafael Sánchez Ferlosio (EFE)

La casta franquista

En 1939 llegaron mejores tiempos para el verbo florido de Sánchez Mazas. De preso a ministro del generalísimo. El ya preadolescente Rafael pudo comprobar las ventajas de formar parte de la, ejem, casta franquista. “Ya de vuelta a España, se me convalidaron, no sin el simulacro de un sumario examen de favor y privilegio (mi padre fue ministro sin cartera en el primer gobierno de posguerra), de una sola tacada el ingreso y los cuatro primeros cursos del bachillerato”.

Pero ni por esas: “Seguí siendo un mal estudiante y de muy mala conducta, pero nunca he sido, ni de lejos, eso que llaman ‘un alma rebelde’”, escribió en 1998.

Estamos a finales de los cuarenta y Rafael empieza a hacer pandilla con otros escritores en ciernes, de Ignacio Aldecoa a Alfonso Sastre. Chascarrillo literario de esa época: a Ferlosio no le hacía gracia que sus jóvenes amigos le rieran las gracias al célebre Jardiel Poncela. “A mí me parecía el ser más insoportablemente antipático, estúpido y arbitrario que pueda imaginarse”. ¡Zas!

La hora de la verdad

Parecía haber llegado la hora del momento biográfico decisivo. Boda con la escritora Carmen Martín Gaite y publicación de sus dos primeras obras literarias: Industrias y andanzas de Alfahuí (1951) y El Jarama (1955), convertida automáticamente en referente generacional… ante el horror de Ferlosio.

'Jardiel Poncela me parecía el ser más insoportablemente antipático, estúpido y arbitrario que pueda imaginarse'

Donde él veía una novela sin más pretensiones que reflejar el habla popular… otros vieron otra cosa. Fue decir el crítico y escritor Josep Maria Castellet que El Jarama era “la gran novela realista del antifranquismo”, y entrarle el siroco a Ferlosio:

“Algunos han querido ver una ‘novela social’, incluso llena de dobles intenciones antifranquistas… El Jarama es, en verdad, una invención de Castellet. Me dieron hasta un banquete y, tal vez ya semiconsciente del enorme bluff, sentí tanta vergüenza y tanta agorafobia que incurrí en la enorme grosería de no levantarme a dar las gracias. Quizás en aquel momento fue cuando se me apareció por primera vez la amenazadora sombra de grotesco papelón del literato”.

Dame veneno que quiero... escribir

Ferlosio inició ahí uno de los enclaustramientos intelectuales más extravagantes de todos los tiempos. Adiós saros literarios. Hola lecturas sobre lingüística y consumo enloquecido de anfetaminas.

Cuando uno escucha la palabra “anfetamina”, no puede evitar imaginar dantescas escenas contraculturales: Mods bailando como monos y linchando a unos rockers... Ibicencos agitando abanicos como si no hubiera un mañana… Pues bien: Ferlosio no se dedicó a nada de eso: en pleno subidón, se encerró a estudiar gramática. ¡Weah!

El escritor inició uno de los enclaustramientos intelectuales más extravagantes de todos los tiempos.  Adiós salones literarios. Hola estudios de lingüística y consumo enloquecido de anfetaminas

“Tras escribir El Jarama agarré la Teoría del lenguaje, de Karl Bühler, y me sumergí en la gramática y en la anfetamina... Bastó con el inmenso genio de Bühler y la irresistible sugestión teórica y expositiva de su obra –y quizás algo de horror y repugnancia por el grotesco papelón de literato que, tras el éxito de El Jarama, se cernía sobre un cuervo sobre mi cabeza- para retirarme de la circulación”, escribió en Archipiélago.

Cuesta abajo y sin frenos

Su método de trabajo era bien sencillo: ponerse hasta arriba y estudiar/escribir hasta que el cuerpo colapsara. Literalmente. “Cuando me encerraba no quería ver a nadie. Un verano, en que me quedé solo en Madrid, llegué incluso a arrancar el cable del teléfono. El sistema era así: me quedaba una media de cuatro días con sus cuatro noches en sesión continua de lecturas y escrituras gramaticales; al final caía redondo y me dormía profundamente durante 24 o más horas, salvo uno o dos brevísimos despertarse para comer y beber y con una maravillosa bajada de tensión… Nunca me lo he pasado mejor que aquellos quince años”.

En esa época, surge el mito –más que asentado en la realidad- del autor que se niega a escribir otra novela... pero no para de parir inéditos sobre las cuestiones más variopintas del lenguaje: “Calculo que habré escrito en mi vida, hasta la fecha [1998], como entre 200 o 300 veces más de lo que he publicado”.

Conclusión en perspectiva histórica: el que quizá sea el intelectual español más importante desde la posguerra, se pasó el tardofranquismo y la transición con un colocón de la virgen… Las cosas de Ferlosio...

'Calculo que habré escrito  en mi vida como entre 200 o 300 veces más de lo que he publicado'

Ocurre que la llegada de la democracia tuvo algo de involución, aunque no precisamente por los motivos que solía denunciar Blas Piñar: las farmacias dejaron de despachar “la benemérita Dexedrina” y comenzaron a vender anfetaminas de peor calidad. Las anfetas democráticas no le llegaban a la suela de los zapatos a las anfetas franquistas. Ferlosio, por otro lado, ya no estaba para tanto mambo. Entonces comenzó a escribir más artículos políticos en periódicos como El País.

Ahí surge otro mito sobre Ferlosio que llega hasta nuestros días: el del intelectual crítico de referencia cuya heterodoxia y erudición atrae a conservadores e izquierdistas. Rol que nos permite acabar este artículo como le gustaría a Cecil B. DeMille: en lo más alto. Háganse un favor: lean/relean un legendario artículo de Ferlosio llamado La cultura, ese invento del Gobierno (1984), y sabrán lo que ocurre cuando un intelectual en plenitud de facultades te pasa por encima (el PSOE y la Cultura de la Transición no se han recuperado aún de semejante huracán dialéctico). A tope sin drogas.

Decía Cecil B DeMille que toda buena película debía comenzar con una explosión... y de ahí para arriba. Ocurre que hay películas que empiezan tan fuerte que solo pueden venirse abajo, aunque no sea el caso de la película de la vida de Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927), y eso que su arranque fue tan explosivo que acongojaría al mismísimo DeMille: el pequeño Ferlosio sentado en las rodillitas de José Antonio Primo de Rivera

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