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Una, grande y libre... de sarasas. Los trapos sucios del franquismo viril
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Carlos Prieto

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Una, grande y libre... de sarasas. Los trapos sucios del franquismo viril

Un ensayo revisa la persecución de la homosexualidad en tiempos de Francisco Franco. Entre la represión descerebrada, el ardor guerrero y el delirio clínico

Foto: Francisco Franco
Francisco Franco

Popular diatriba de Francisco Franco en 1940 a la que aún no hemos exprimido todo el jugo que lleva dentro: “No queremos la vida fácil y cómoda; queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles”. ¿No es insuperable esta mezcla de poesía y testosterona del Centinela de Occidente? El concepto clave aquí es “viril”, o el franquismo como régimen para machotes, como explica Víctor Mora en 'Al margen de la naturaleza', ensayo sobre la persecución de la homosexualidad en tiempos del Caudillo que se publica ahora tras ganar el Premio Sagasta.

[La corrupción compulsiva del clan Franco]

"España tras la guerra es, finalmente, viril. Esta cita no tendría la relevancia que tiene si fuera anecdótica; sin embargo, la seña de identidad de la España triunfal de posguerra es el machismo orgánico, y ésta es una de las claves fundamentales de la doctrina franquista, transmitida desde los medios de comunicación, y los soportes culturales, pero también comprendida dentro de un proyecto educativo ideológico", escribe Mora.

España, unidad de destino en lo... machote. Un país de sargentos chusqueros. "La preocupación por la virilidad y la exaltación fervorosa de la masculinidad como valor moral y cualidad del espíritu nacional español escondía un peligro potencial. Para que la camaradería masculina, asociada a la exaltación de la fuerza y la violencia, no se pervirtiera y se viera tentada de convertir la inocente homosocialidad en corrupta homosexualidad, convenía encontrar un enemigo: el invertido", añade el ensayista.

La seña de identidad de la España triunfal de posguerra es el machismo orgánico

Dice el refrán que lo que mal empieza mal acaba; en el caso de las enfermizas relaciones entre franquismo y homosexualidad, no puede ser más cierto. Algo que empezó en 1936 con el nombramiento de Antonio Vallejo-Nájera como jefe de los servicios psiquiátricos del ejército de Franco solo podía acabar como el rosario de la aurora: con la modificación de la Ley de vagos y maleantes (1954) para añadir a "homosexuales, rufianes y proxenetas" y con la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social (1970), que incluía penas de cárcel y/o manicomio para los homosexuales. Y es que, a Antonio Vallejo Nájera, uno de los grandes doctores bizarros del régimen, hay que darle de comer aparte...

A favor del super español

Vallejo-Nájera estaba obsesionado como la eugenesia, filosofía social puesta de moda por los nazis en los años treinta con las horripilantes consecuencias conocidas. "Trataba de conciliar las doctrinas alemanas de la higiene racial con las demandas de la doctrina católica", explica Mora sobre Vallejo-Nájera.

La rama celtibérica de la eugenesia dio lugar a visiones clínicas delirantes. Vallejo-Nájera comenzó la guerra a tope -tratando de demostrar empíricamente la "inferioridad mental de los marxistas- y la acabó absolutamente desaforado, con obras como 'Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza' o 'Política racial del nuevo Estado', donde teorizaba sobre los grupos sociales que habría que eliminar de la raza hispana. Por ejemplo, a los homosexuales, a los que Nájera da trato preferente al incluirlos en el subgrupo "degenerados superiores".

El jefe de los servicios psiquiátricos nacionales buscaba "estimular la procreación de superdotados físicos y psíquicos". O la loca búsqueda del super español, que vendría a ser algo así como un sobrio heterosexual, bajito, con bigote y de Valladolid. "Los complejos de rencor, de resentimiento y de inferioridad que pesan sobre la raza fueron sembrados primeramente por los hebreos, luego por los moricos, más tarde por la influencia de enciclopedistas y racionalistas extranjerizados. La raza española no habría degenerado si se hubieran mantenido las esencias espirituales de la Hispanidad [...], la caballerosidad, el culto al honor, la valentía, la sobriedad...", escribe Vallejo-Nájera con su habitual mesura.

Mora analiza en el libro diversos textos sobre la homosexualidad perpetrados por militantes, expertos y autoridades clínicas de la época. Hablamos de esa clase de escritos que el paso del tiempo convierte en joyas del humor involuntario...

Resulta notable que en el primer filósofo del Comunismo, en el autor de 'La República', coincidan Comunismo y Sodomía

Entre los autores revisados por Mora destaca la simpar figura de Mauricio Carlavilla -inspector de la Dirección General durante la dictadura de Primo de Rivera, militante de extrema derecha durante el franquismo y autodenominado "escritor policía"- que en 1956 publicó el ensayo 'Sodomitas'. El libro arrancaba fuerte, con el capítulo 'Sodomía y comunismo', en el que Carlavilla 'demostraba' la pavorosa afinidad entre ambos campos: "Resulta notable que en el primer filósofo del Comunismo, en el autor de 'La República', coincidan Comunismo y Sodomía [...] Había de latir en Platón, como en todo pederasta, ese instinto de aniquilación de la especie humana que lleva en sí la impronta satánica de aniquilar, si no le es posible al Dios Creador, a su imagen y semejanza, la criatura humana". Se lo resumimos por si no lo han entendido bien. Platón: rojo, maricón, pederasta... y mal español.

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En efecto, el talento de Carlavilla para detectar maricones y comunistas en la Historia no tenía rival. "¿Fue Federico el Grande un ateo militante y objetivamente revolucionario por ser un sodomita? ¿O fue sodomita por ser ateo? Es todo un dilema...", escribe inquieto el policía y ensayista.

Carlavilla escribió hasta un libelo dedicado a demostrar que, ejem, Añaza era un pederasta. Mora resume su contenido: "Deja claro que la tendencia sodomítica de Azaña es la clave que desata sus ansias de destrucción anarquistas, dentro de una narración absolutamente disparatada, en la que predomina una mezcla de términos sin sentido, como es habitual en su prosa".

Carlavilla, que describe a Azaña como un "tipo eunucoide por constitución, invertido por vocación, incapaz de amar y sólo apto para el odio", asegura que el antiguo Presidente de la República era un "pasivo homosexual" que cayó en una "trágica y febril búsqueda de su líbido, de ese algo que por reflejo sabía que le faltaba, sin hallarlo jamás, de ahí la feroz anarquía de su mente". Conclusión: la guerra civil estalló a causa de la locura homicida de homosexuales reprimidos republicanos. Superen eso, amigos.

Popular diatriba de Francisco Franco en 1940 a la que aún no hemos exprimido todo el jugo que lleva dentro: “No queremos la vida fácil y cómoda; queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles”. ¿No es insuperable esta mezcla de poesía y testosterona del Centinela de Occidente? El concepto clave aquí es “viril”, o el franquismo como régimen para machotes, como explica Víctor Mora en 'Al margen de la naturaleza', ensayo sobre la persecución de la homosexualidad en tiempos del Caudillo que se publica ahora tras ganar el Premio Sagasta.

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